pesada, pero sabía que antes de volver a dejar que sus pe
esores recogiendo materiales... todo parecía tan ajeno a ella. Sentía el zumbido persistente de un dolor
del hotel. Caminó sin rumbo fijo, sin responder los mensajes de sus hermanos ni de su madre, hasta que se e
un árbol cuya sombra la cubría por c
pe
ba a punt
do como si la envolviera una mant
hija. No sol
a y valores. Hermana de Aaron, líder nato, estratega implacable. Hermana de Alicia
la era la pe
que no si alguien necesitaba ayuda. L
a capaz de sacrifi
e llegaría
de alma. Recordó sus ojos llenos de miedo, s
de Naven apareció en s
sondable
na tarde. Una oportu
mbién u
la frente so
a enorme... -murmuró-. Y papá me matarí
aría que su hija hiciera un t
ellos lo
olo a unos tíos abusivos que se a
ali
. Lo entendió con esa ce
era un a
cter lo que
hacer algo para salvar
vía las hojas, los sonidos de la c
olo una
solo
l aún no se había ocultado del todo; la tarde comenzaba a teñirse de naranja, y los reflejos del cielo se estrellab
hizo una breve llamada interna. Sofía pensó que tal vez la llev
con traje negro y un auricula
neutro-. El señor Fort la espe
ó. Se limitó a a
ro y madera pulida. Durante el trayecto, Sofía intentó calmar sus pensamientos
talaciones que, por fuera, lucían como un club privado de élite. Grandes portones, seguridad estri
hipódromo? -preg
en rojo, paredes adornadas con fotografías enmarcadas de caballos ganadores y trofeos de competiciones pasa
ia habló
señor Fort está en la te
l, sillones elegantes, pantallas gigantes que mostraban estadísticas. Había hombres y mujeres vestidos con
tó, más para sí misma qu
on un gesto hacia una e
bi
de allí, la vista a la pista era perfecta. Los caballos corrí
nces l
Llevaba un traje gris oscuro perfectamente cortado, la camisa negra desabotonada solo e
ajustado que dejaba poco a la imaginación. Reía, tocándole el brazo con fingida familiar
stancia prudente. Algo e
mbre con quien
taba a las mujeres que se
nudo en el
, grises como el acero, se clavaron en los suyos sin
la
ió la vista
o. Siguió la mirada de Naven y enton
íbula y respiró hond
con tono firme, si
giró lentamente y la observó con deten
ra juzgando cad
una voz profunda y controlada-. P
spondió ella, con el cora
vestido rojo
a, Naven? ¿No va
o la
irte,
contenida en su rostro, pero Isabelle no dijo nada más.
nos de un metro de distancia. Ella se obligó a mantener la mirada
es lo que ofrezco -
lla-. Y estoy aq
eó apenas en el
onmigo, Sofía? No soy un hombre amable. Ni
olo quiero proteger a Catalina. Tampoco en mis planes estaba co
sto muy alto - La voz de Naven era enigmática
cabeza, como si encontrar
oble -murmur
resando a la baranda
mentos. Un contrato nupcial sin lugar a interp
dió ella si
baba de atarse al hombre más enigmático y peligroso que jamás había con
aba... sería mucho más