ona vip del Hipódromo, donde reposaba un teléfono fijo de diseño elegante. Se acomod
z baja, cuando la línea fu
ía una llamada suya -respondió la voz ronca de Harry Meyer desde
, Harry. Estoy cerrando un acue
breve
bsorber? -preguntó Meyer con tono burlón - No, n
ictos, se trata de un matrimonio -soltó Naven sin vacilar-. Me comentaron hace unas semanas que tu círculo en Berlín está presionando po
iable. Y una esposa decorativa siempre suma puntos. Per
che de lujo-. Tengo a la persona indicada para ti. Se llama Lorena Viera. Es joven, elegante, bien educa
s de Castilla? Me han ofrecido una de Apellido de La Cruz, pero son de
desamparada. Tiene voz Y voto s
iente,
uedes moldearla. Alguien como tú sabrá qué
rió. Una risa áspera,
hijo de p
-le respondió
sacas tú
Y yo no olvido los favore
ela
Cruz. No la mires, no la toques, no
rry no era tonto. Sabía que Naven no ofr
cial la señorita Cruz? -preguntó
cercana a ella me perten
: una mujer por otra. La clásica danza del poder. Bu
ana. Aceptas las condiciones, cumples con la cere
do hacer lo que m
ero recuerda, si arruinas esto,
s mi p
o Naven mientras colgaba el tel
da, como si el aire supiera lo que acababa de ocurrir: una vida ofrecida a cambio de otra. Un al
a toda la ciudad desde aquella vista que tenía en el Hipódromo. Madrid ardía en luces, en voces, en pr
ue no conocía límites... pero que co
Naven Fort no había rastro de remor
a pieza importante. Y aunque aún no sabía si la reina era Sof
movían, pero su mente seguía atada a la suite, a la figura imponente de Naven Fort, a las cláusu
dos caminos distintos: el de una estudiante universitaria común y el de un
a descansaba. Respiró hondo antes de llamar. No quería
ina tenía una bata suave color lavanda, y
ndiendo los brazos-. ¡
rzó una
necesitaba un mome
apagados, casi sombríos- le decía que debía esperar. Así que simple
rajeron frambuesas fresca
está bien -respondió So
er nada, se sentó junto a ella, sus dedos entrelazados con l
ás segura de
za, pero no emitió palabr
rse de un ámbar suave, anunciando el atardecer. Fue entonces cuando el teléfono de la
Di
eza para observarla. Catalina
¿Cómo qu
rgó. Sofía sintió
gracias -dijo C
el ceño fruncido. Giró
ida-. Dijeron que el compromiso ya no era necesario. Que no habrá matrimonio.
ue ese momento llegaría. Ya
las manos de su amiga ent
la miró f
é hi
respondió, bajando la
alina se abrier
é harías
s. Porque tú siempre has estado para mí. Porque eres como una h
n la cabeza, aún
le d
que te protegiera de ese
ue los comerciantes como Naven Fort, siempre no ha
ondo, contenien
casarm
mirando a su amiga, con los labios entreabiertos, como si las palabras
puedes... ¿Estás diciendo que tú... que tú a
a as
Harry. Él... es peligroso. Tú no h
una mano. Las lágrimas comenzar
ú tampoco deber
Sofía con suavidad-. Ya es
nzó a caminar por la habit
n. ¡Tiene fama de ser implacable! Las mujeres lo rodean como polillas a una l
miró con
lo. Siempre he sido fuerte.
frente a ella, tomando
ecerte esto... ni
ició la mejil
méteme que vas a ser feliz. Que vas a v
la sostuvo, como tantas veces lo había hecho en el pasado
el, en los altos edificios donde los nombres y los apellidos tejían destino
que él no ha
e no encajab
el hotel, ya mañana Sofia acudirá a Naven nuevamente o quizás envíen po
nda. Catalina lo conocía bien. Muchas noches de estudio, de
compañarla, y Sofía no había tenido fuerzas para discutir. Estaba agradecida de no est
ina marcaba las do
las piernas recogidas y un suéter de lana que apenas log
día d
ientos no
a- percibiera el temblor en su voz. A que su padre -el imponente Alessandro Morgan- preguntara con firmeza qué estaba sucediendo. Porqu
penas conocía, solo para salvar a una amiga? ¿Cómo explicar que ese hombre no era cua
los conocían en Madrid, y ella
a en destruir reputaciones o empresas enteras si eso le otorgaba una mínima ventaja. Naven Fort er
rgan, se había converti
ostro entre
cla de respeto, miedo y... una inquietud que no sabía identificar. No era solo su poder. Era la manera en que la habí
a alguien, deseó que la respuesta estuviera en un libro, en un correo, en algo que pudiera leer sin tener que enfrentarse
blicamente y se imaginaba la ira d
erpo tiritando no solo de f
Y si ya era demasiado
omo si al fin hubiera podido soltar todo el peso que la asfixiaba. Esa p
rvió un vaso de agua. Sus manos temblaban ligera
Sofía", se di
o lo e
su traje oscuro, su expresión impenetrable, y esa voz grave q
s, o como una pieza decorativa para sus intereses? ¿Hab
ando calmarse, observó las fotografías de sus
a quebrarse. Era una Morgan. Su padre siempre le había dicho: "Sofía, nunca olvides quién eres. C
o que inten
mohada. Se permitió llorar. En silencio. Lágrimas que no eran d
a ventana. El cielo c
añana estab
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