la chica callada que siempre tenía una curita para sus rodillas ras
o mi hermana. Y ya". Se enamoró de la cruel y glamoro
ego contrató a un hombre para que me atacara en un callejón. El tr
ra capaz de tanta maldad, eligiendo al monstruo que conocía desd
ofreció un futuro, y planeamos una boda falsa p
r, Mateo interrumpió la ceremonia. Cayó de ro
a", gritó. "C
ítu
Vald
na vida para oír. "Siempre has sido tú". Se arrodilló ante mí, su guapo rostro marcado por la
e había sido mi mundo entero. Luego, miré más allá de él, al hombre
en mis labios. "Mateo", dije, mi vo
de otro color. Estaba pint
molinaban a mi alrededor, pero yo solo tenía ojos para una persona. Mateo. Estaba de pie junto al escenario improvisado, el sol poniente atrapando los
sonas. Y yo, Sofía Valdés, era solo una luna silenciosa, contenta de gir
Él era el que se raspaba las rodillas, y yo la que siempre tenía una curita lista. Él me veía como su hermana
caer a Fabiola Garza?", le codeó ju
ible de la universidad, una influencer con un millón de seguidores y una fortun
ue mi estómago se revolviera. Esta vez, se sintió como una pi
e durante meses", intervino otro amigo. "¿Cuál es el
ran roble, la corteza áspera clavándose en mis omópl
pectiva. "¿Sofía? No seas ridículo. Es
rm
tal de mis sueños. La había oído mil veces, pero esta vez, en el contex
orque Fabiola es un partidazo. Su familia es dueña de m
on un toque de defensa en su tono.
as flotaban en el ai
ncón desierto detrás de la biblioteca del campus, un lugar donde las sombras eran profundas y reconfortantes. Me deslicé
que solo había existido en mi cabeza
me veía como una hermana, entonces eso sería. Enterraría mis sentimientos tan profundo que nunca
festival, con una máscara cuidadosamente construi
ente, lo vi. Mateo estaba en medio del césped abarrotado, sosteniendo una única y perfecta rosa roja.
xplosiones. "Sé que he tardado en actuar, pero la verdad es
su vestido de diseñador, soltó un grito ahogado de deleite. Tomó la rosa, sus dedos perfe
beso profundo y apasionado que selló su nu
es silvestres que había recogido para él antes, un gesto tonto y esperanzado, se sentía como un
a la salida del campus, pasé junto a un bote de basura. Sin pensarlo dos v
rga y burlona t
e, las palabras un mantra silencioso
aparecido en mi bandeja de entrada, con un mensaje casual adjunto: "¡Tienes que venir, Sof!". Mi primer instinto fue borrarlo, fi
que
traste con el brillo y el glamour de las amigas de Fabiola. La casa vib
¡Llegaste!". Me envolvió en un abrazo familiar, de esos que te rompen los huesos
ano. "Sofía, ella es Fabiola. F
u agarre fue frío y firme cuando nos dimos la mano. "Qué encanto c
ogré decir, mi propia sonrisa s
o posesivamente la cintura de Mateo. "Me di
nuevo. Esa pal
i voz sonando sorprendentemente
endo poco para adormecer el dolor en mi pecho. Pasé el resto de la noche en la periferia, un fantasm
da en Mateo, luciendo cansada pero triunfante. Mate
s a casa?", pregu
. "Podemos llevarte, Sofía. No es ninguna molestia". No era una pregunta; e
vesó mi neblina inducida por el alcohol. "No, gr
lejaba de la acera, miré por el espejo retrovisor. Vi a Mateo dar un paso hacia la puerta, con el ceño fruncido, per
ra miró h
lientes y silenciosas, mientras el c
nductor, un hombre mayor de rostro amable, su
rápidamente la cara. "No. Solo
supo a ceniz
a cinco. Me enseñó a andar en bicicleta. Le dio un puñetazo en la nariz a un bravucón por jalarme el pelo en tercero de pr
conería que un niño de nueve años podía reunir: "No ll
ás silencioso y profundo. Lo había seguido, apoyado, animado desde la banca de su v
do protegerme
iba a prot