Vald
mi portafolio clavándose en mi hombro. Al pasar por el distrito de joyerías más exclusivo de la ciudad, u
artier, de pie en un mostrador de
taba radiante, girando la mano de un lado a otro, admirando el brill
nudo doloroso, lo deslizó en el dedo de ella. Lo hizo sin una pizca de vacilació
mpió. Se desplomó en un
poyo inquebrantable, de anhelo secreto y sin esperanza. Y todo había sido b
ncontraron. Su sonrisa se tensó, y un destello de puro veneno cruzó s
amor, deberíamos comprarle algo a Sofía también", dijo en voz alta, su voz gotean
onrió radiante. "Esa e
excusa rápida y sacó a Mateo de la tienda, su agarre en su brazo como un tornillo de banco. A
eó, su rostro a centímetros del mío, su dulce fachada
s dedos entumecidos, estrellándose contra el s
urré, las palabras sintiéndose c
e por su rostro. "Sí. Y puedes ser mi dama de honor, si q
oscurecieron y se volvieron borrosos, y un la
ecir, las palabras aut
o. Me quedé en ese callejón durante mucho tiempo, el frío c
ncio. Los sonidos de la ciudad se
rompió el silencio. Un hombre salió tropezando de las som
er, pero mis piernas se sentían como si estuvie
alabras el hombre, sus ojos oscuros y depredador
só mi estupor. Me arrastré hacia atrás, mi
e de mí!
ro brazo rodeando mi cintura como una banda de acero. C
to fétido y caliente contra mi oído. "Solo
fuerza. Rugió de dolor, su agarre aflojándose por una fracc
abeza hacia atrás con una fuerza brutal. Mi visión explotó en
to borroso parpadeó en la oscuridad. Una figura. La silu
te de ella!",
olo hubo