de S
sto que alguna vez fue una promesa reconfortante, retroc
que todavía estoy rese
su tono-. Esto es por tu propio bien. -Mira mi vientre-. La p
acándome el aire de los pulmones. Un soni
le, las palabras raspando mi garga
mpleto, su teléfono suena, un sonido agudo y exigen
jándose instantáneamente de su frío
ué
el teléfono, incluso desde unos metros de distanc
la silla. Ya está a medio camino de la puerta cuando se
a poniéndose el abrigo sobre los ho
se drena de mí, reemplazada por una vasta y vacía calma. ¿Por qué compartiría la verdad d
igo en v
lo suficiente. Sin una s
nsordecedor de un trueno sacude toda la hacienda. Las luces parpadean. Mis p
as pocas que todavía me mira c
aterrorizado los truenos. -Su voz baja, cargada de un recuerdo compartido-.
categoría tres, solo para llegar a casa y abrazarme hasta que me quedara d
ompletamente sola, mientras la tormenta de af
orma que el Don ha regresado y soli
da. Lo encuentro en la mesa del comedor. Y sentada en mi lugar, el
a cuando me acerco, su
generosa como para quedarse y asegurarse de que la tormen
un afecto posesivo que me provoca una oleada de náuseas amargas. Ella se inclin
 
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