de S
ncionario del fideicomiso, luego gira la cabeza para mirar a
. Se vuelve hacia mí, su voz baj
aretes a
ya, y por primera vez en
Yo soy la señora Garza. Ese es
rmándose en sus labios: *¡Pero firmaste los papeles del divorcio!* Se cont
ve entre nosotras, un deste
a llorar. Lágrimas gordas y te
por mí, Enzo -solloza-, entonces t
menaza que si
brazos, su voz un
ncima del hombro de ella, son como esquirlas de hielo-. Desobedéceme de nue
merge con un nuevo artículo en una bandeja de terc
toma el
etumbando por el silencioso salón-, es un
ía. Una delicada red de encaje y seda, un regalo de nuestro último
pulmones se con
ce, una sonrisa cruel torciendo sus labios-. V
úblicamente. Me está
o desesperado y fútil de pujar por mi propia dignidad. Mis
a gritar pujas, sus ojos lascivos sobre mí, desnudán
razando a Isabela,
rtete
lenta y triunfante en su
grita, su voz res
silencio. Es la
tregada a la amante de mi esposo frente a todo el hampa. Ella sostiene la caja, su
la subasta, buscando refugio en un tranquilo pasillo de servicio
iento -susurra-. Ya es
Simplemente me doy
como garras. Sus ojos están desorbitados-. Hacerte daño es la
ol. Antes de que pueda procesar lo que está sucediendo, agarra un trozo
los pasos de Lorenzo resuenan desde el final del
señala con un d
 
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