o, destrozando los últimos vestigios de nuestro pasado compartido, pero también forjando un cam
-dije, mi voz a
bre que era incapaz de entender lo que estaba firman
rcaba el inicio del período de espera de 30 días. Estaba hecho. El primer paso estaba dado. Luego llev
s recorriendo la sala d
ilante-. No es exactamente como lo
soñando, dibujando planos para nuestra futura casa. Un espacio acogedor y atractivo lleno de color
ueble juntos, debatido sobre muestras de pintura y celebrado cada pequeña adición a nuestro nido. Se sup
te nuestra estética compartida. Su gusto había cambiado, reflejando sus afectos. Mis pinturas vibrantes, una vez exhibidas con
año, para mi cumpleaños, me regaló una docena de lirios. Hermosos, caros. Pero yo era severamente alérgica a los lirios. Las flores se quedaron
as "reacción alérgica"-. Valeria dijo que te encantaban los lirios. Me ayudó a e
ndo a una Valeria llorosa, asegurándole que no era su
s creo que haces estas cosas
cionalmente para fastidiar a Valeria. El hombre que amaba, el hombre que una vez había memorizado cada una de mis alergias, lo había olvidado to
iéndose en las paredes blancas y desnudas, los muebles angulau voz teñida de confusión-. Se sien
. Alguien m
ieron de par en par al ver la foto de la mujer sonriente, con el brazo entrelazado casualmente con el de su yo futuro. Luego vio al bebé
s decorativos fríos y los apiló ordenadamente, casi con reverencia, junto a la puerta. Incluso encontró el jarrón del incidente de los lirios, todavía guardado en un armario, y lo desechó con
rde entrando a raudales por las ventanas recién despejada
jóvenes ojos llenos de una renovada determinación-. Vamos. Termin
ve sonrisa toc
bien,
era un crudo contraste con la indif
pacio pequeño y sin usar que se sentía a kil
e, señalando la cama pulcr
alrededor con esa expresión
ias,
aniel, el Daniel mayor, se sentía levantado. El aire se sentía más ligero. Me acosté en la cama, mi cuerpo doliendo con un agotamiento que llegaba has
un sueño profundo y sin sueños. Fue el tipo de sue
ol entraba a raudales por las cortinas, suave y acogedora. Me estiré, un lujo olvi
nforme médico, sus páginas arrugadas, como si lo hubiera estado sosteniendo durante horas. Sus ojos, hinchados y rojos, se encontraron
fía
aznido, espesa por las
no me lo
e del accidente automovilístico. El que detallaba el aborto
ró, un sonido
mí... por qué nos estás divorcia
ardiendo, no con ira hacia mí
ar que gane, So
profunda, expuesta. Y supe, en ese momento, que no solo estaría firmando
saltando a mi garganta. Allí, enmarcado en el umbral, estaba el Daniel de 28 años. Sus ojos, fríos y calculadores, recorrie
ios está pa
de la habitación, sus ojos entrecerrados, su mirada quemando ag
én es
ista de So

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