ue viví
casita que hay detrás de esta,
r la llegada de su hija? -gritó
al barco -subía cada escalón pausadamente,
ndrá co
contratado, seño
se veía un vestíbulo y una puerta de madera. No comprendía su indiferencia; su hija, Kelly, solo tenía cuatro años. Se preguntó si no se dejaba ver por vanidad o si realmente estaba muy desfigurado. En cualqui
rigde. Yo la llamaré c
e importa su única hija -contestó ácidamente. Era bruto, maleduc
una esquina había una cama con dosel, con edredón de plumas y varios almohadones en tonos borgoña, gris claro y blanco. Cerca de la puerta había un escritorio estilo Reina Ana con un ordenador, ante la chimenea un grupo de delicado mobiliario femenino, y
bre la cama, cruzó el pasillo
ño: una fantasía en rosa y verde menta con una casa de muñecas victoriana, montones de juguetes nuevos y una ca
ó el armario y los cajones y descubrió que estaban llenos de ropa de tres tallas distintas. Comprendió que él realmente no sabía nada de su hija pero que, aún
sentó en el banco del mirador y abrió la cortina. Se veía la costa del interior y otras islas que salpicaban esa zona de la costa
omento para acurrucarse con un libro y soñar. Se preguntó con qué soñaba una niña pequeña, en especial una niña q
protegiera, no con un dragón que echaba fuego p
bía visto en su vida; de esas que atraían las miradas, hacían que los hombres tropezaran y provocaban envidia a las mujeres. Solo mirar sus ojos v
trangular a Katherine Daveport por enviarle a una fémina tan exquisita. ¿No sabía Kat que no había estado cerca de
s concursos de belleza, no había visto fotos, parecía que no deseaba mostrar su bello rostro
entemente saludable como para correr tras un niña de cuatro años, y que se hiciera totalmente responsable de Kelly. No podía permitir que la niña lo viera
norado hasta hacía dos semanas, cuando su mujer murió. Solo serví
ado saberlo cuatro años antes, para tener algo a lo que aferrarse mientras sufría en un mundo de quirófanos