Richard Blackthorne tuvo un accidente automovilístico que le desfiguró la mitad de su cuerpo. Su esposa, Andrea, luego de ver como había quedado decidió dejarla. Desde entonces, él ha vivido escondido en su casa, un castillo hermoso que le había hecho a su mujer para que se sintiera como una reina. Cuatro años después de su accidente, su ex esposa muere, dejando a una pequeña de cuatro años huérfana. Como único familiar que le quedaba, Richard decide contratar a una niñera para que se haga cargo de su hija, ya que él no quería que la pequeña se asustará al verlo. La hermosura de la mujer lo dejó cautivado, no dejaba de pensar en ella en las noches, aunque estaba enfadado ya que había pedido una mujer capacitada para cuidar a su hija, más no pensó que le enviarían a una mujer tan preciosa como Laura Cambrigde. Ella, decidida a hacer que Richard saliera a luz, y dejara de temer en que los demás se espantarían al verlo, hace todo lo posible para que él tomé el rol de padre en serio, y comparta con su pequeña. Sin tener en cuenta, que iba a enamorarse de un hombre que no había visto la primera vez, pero con tal solo escuchar su voz, todo su ser temblaba.
Laura Cambrigde miró el castillo de piedra gris y se preguntó qué encontraría dentro. ¿Al Príncipe Encantador o al dragón?
Probablemente al dragón, si había algo de verdad en los rumores que los lugareños habían compartido durante el viaje en barco a la pequeña isla. Se preguntó si Richard Blackthorne sabía cuánto lo temían, mientras sus ojos recorrían los arcos de las ventanas, las almenas y la torre. Laura solo vio la soledad que embargaba todo.
-Señora -dijo el taxista deteniéndose ante la mansión-. ¿Está segura de que viene <
-Oh, sí, estoy segura, señor Pinkney -replicó sin mirarlo. ¿Por qué todos los habitantes del diminuto pueblo de la isla le preguntaban lo mismo, como si se enfrentara a una ejecución? Blackthorne no era más que un hombre.
-El señor Blackthorne no es exactamente amistoso, ¿sabe?
-No es extraño, si todo el mundo actúa como si les hubiera pegado un mordisco -lo miró, arqueando la ceja. Él enrojeció levemente.
-De algún sitio habrá salido la idea -farfulló él, saliendo del coche para sacar sus maletas. Laura lo siguió por los empinados escalones que llevaban a la puerta delantera.
La habían contratado para ayudar a una niña de cuatro años, la hija de Richard Blackthorne, a acostumbrarse a vivir allí. A vivir con un recluso, un hombre encerrado en un castillo y aislado de todo contacto humano. Iba a ser un trabajo duro, se había enterado por el cotilleo de que en los últimos cuatro años nadie había puesto el pie en la casa, excepto para entregar provisiones. Sentía pena por la niña; acababa de perder a su madre y no conocía a su padre. Laura Había llegado antes para acostumbrarse al entorno.
El señor Pinkney dejó las bolsas en el suelo. Ella se volvió para pagarle y lo vio escribir en un pedazo de papel. Cuando le entregó el dinero, él le dio el papel.
-Aquí tiene mi número. Si necesita que la saque de aquí, o algo, llámeme.
-No es un monstruo, señor Pinkney -dijo ella, conmovida por el innecesario gesto.
-Sí, señora, lo es. Grita y gruñe a cualquiera que pone el pie en su terreno; hizo picadillo al chico que entrega el pedido del supermercado. No quiero ni pensar en lo que haría a usted -cuando Laura lo miró con determinación, el señor Pinkney suspiró-. Hace años un hombre diseñó y construyó esta casa para su futura esposa, que quería vivir como una princesa. Hizo que trajeran cada piedra del interior, algunas incluso de Inglaterra e Irlanda. Ella murió antes de que estuviera acabada, y antes de casarse.
-Lo dice como si creyera que está maldita o hechizada -comentó Laura, pensando que era una historia muy triste.
El señor Pinkney, sin contestar, miró la doble hoja de madera de la puerta como si fuera la entrada de una cueva. Laura se sonrió y alzó la aldaba de bronce, era una cabeza de dragón. <
-Adelante -oyó por el intercomunicador. Era una voz profunda y arenosa, una especie de rugido ronco y estremecedor.
-¿Ve lo que quería decir? -dijo Pinkney.
-Bobadas -replicó ella con firmeza, abrió la puerta y entró.
Una lámpara encendida, sobre una mesita de madera tallada, creaba sombras en el vestíbulo. Ella dejó el bolso y el maletín en el suelo, se volvió y vio al señor Pinkney meter las bolsas apresuradamente y retirarse hacia la entrada. Laura encendió la luz y el vestíbulo se iluminó. Él dio un respingo y retrocedió aún más.
-Llámeme, ya lo sabe -dijo él, con pronunciado acento sureño. Esa actitud, de temor y desprecio hacia un hombre al que ni siquiera conocía, hizo que Laura deseara defender al señor Blackthorne.
-No será necesario -dijo, cerrando la puerta con un suspiró. Le dio un vuelco el corazón cuando la luz se apagó y una sombra apareció en el parte superior de la curvada escalinata-. ¿Señor Blackthorne?
-Obviamente -llegó su voz rasposa.
-Hola, soy...
-Laura Cambrigde, ya lo sé -cortó él-. Treinta años recién cumplidos, licenciada por la Universidad de Carolina del Sur, nacida en Charleston, fue miss Carolina del Sur, miss Condado de Jasper y miss Festival de las Gambas -su voz tenía un tono de sorna y superioridad, que a ella le molestó-. ¿Se me olvida algo?
-Por ejemplo que fui adjunta del Ministerio de Asuntos Internos y profesora de la embajada, y que soy lingüista y hablo italiano, farsi y gaélico.
-Pero, ¿sabe cocinar? -preguntó en gaélico impecable.
-No estaría aquí si no supiera -se cruzó de brazos y miró la sombra del hombre, la lámpara solo permitía ver la impecable raya de sus pantalones oscuros. Tenía una mano en la barandilla, y la luz se reflejaba en el sello de oro que llevaba en el dedo-. ¿Hay un página web sobre mí que yo desconozca -inquirió ella.
-Las telecomunicaciones son un gran recurso.
-Ya, bueno. No hace falta que me hable de qué talla de sujetador uso, ni del día que perdí los pompones bajo las gradas del estadio de fútbol con Grady Benson.
-¿Fue eso lo único que perdió? -gruñó él.
-Búsquelo en Internet -espetó, irritada porque supiera tanto sobre ella.
Laura solo sabía de él que estaba recluido desde que un accidente lo desfiguró, que era divorciado y que en un par de días recibiría a una hija que no conocía. Agarró las bolsas y se enfrentó a él-. ¿Dónde está mi habitación?
-En el segundo piso. Deje el equipaje y sígame. -Laura dejó todo menos el bolso y el maletín y lo siguió escaleras arriba. Él mantenía unos escalones de distancia, siempre en la oscuridad. Solo podía ver la silueta de sus hombros, anchos y rectos, en una prístina camisa blanca. Su para era suave, casi elegante-. Aquí -dijo, se detuvo ante una puerta, la abrió y siguió andando.
-¿Y la habitación de su hija?
-Al otro lado del pasillo -replicó él, a mitad de un segundo tramo de escaleras-. Haré que le suban las maletas.
Santino Rivas, es un exitoso abogado de 35 años que no ha perdido un sólo caso en toda su carrera. Se caracteriza por ser un hombre vanidoso, frívolo, narcisista, y por sobre todo alexitimico, es decir, que es una persona incapaz de sentir cualquier emoción que esté relacionada con el amor, impidiéndole demostrar nada que tenga que ver con ese sentimiento, motivo por el jamás se le ha conocido una pareja y esto lo ha llevado a ser el soltero más codiciado en el mundo de las leyes. Abril Evans, es una joven de 21 años quien al fallecer sus padres y quedarse a cargo de su hermana, que necesita una operación para volver a caminar, se ve obligada a dejar sus estudios y trabajar duro para poder juntar la cantidad de dinero que necesita. Con una personalidad totalmente opuesta a lo que es él, termina siendo completamente seducida y arrastrada a su mundo lujurioso donde deberá arrodillarse a los deseos de un hombre que se cree el amo supremo de su vida y de su cuerpo y quien para obtener de ella lo que desea, le ofrecerá un acuerdo al cual, aunque quisiera, no se podrá negar. Pagar la operación y el tratamiento completo de su hermana. Pero no todo es tan sencillo como parece, porque este contrato tiene tres reglas fundamentales que bajo ningún concepto ella debe infringir. 1 - Discreción: nada de lo que suceda en la intimidad de ambos debe filtrarse. 2 - Exclusividad: no puede estar con ningún otro hombre a no ser que él lo autorice. 3 - Cero Sentimentalismo: tiene prohibido enamorarse. ¿Aceptará Abril arrodillarse a los placeres sexuales, poco comunes, de Santino Rivas a cambio del dinero? y aun así ¿Podrán ser capaces de no quebrantar ninguna de esas clausulas? YA PODES ADQUIRIR TU LIBRO POR LA PÁGINA DE ÁMAZON.
Lenny era el hombre más rico de la capital. Estaba casado, pero su matrimonio no tenía amor. Accidentalmente tuvo una aventura de una noche con una extraña, por lo que decidió divorciarse de su esposa y buscar a la chica con la que se acostó. Juró casarse con ella. Meses después del divorcio, descubrió que su esposa estaba embarazada de siete meses. ¿La mujer lo engañó? Scarlet estaba buscando a su esposo, pero, por error, los dos pasaron una noche apasionada. Sin saber qué hacer, se escapó presa del pánico, pero luego descubrió que estaba embarazada. Justo cuando estaba lista para explicar lo que le había sucedido a su esposo, este le pidió el divorcio. ¿Descubriría Lenny que la extraña chica con la que se había acostado era en realidad su esposa? Más importante aún, ¿su matrimonio sin amor mejoraría o empeoraría?
¿Quién les iba a decir que aquel encuentro por pura casualidad los uniría de por vida? Desde el primer momento en el que se vieron, sintieron una atracción tan fuerte que no pudieron evitar darle riendas sueltas a la pasión. Él, un hombre de 40 años que intenta divorsiarse de su esposa de hace 20 años y con un hijo con problemas de adicciones. Ella, una joven de 27 años que intenta encontrar amor propio para poder liberarse de un hombre quien, por más que ame, no la merece, la engaña, humilla y además, le pega. Sola y con un pequeño de a penas meses, debe salir a la vida sin imaginarse que por cosas del destino, terminaría trabajando en la empresa del padre biológico de su pequeño. Desde el momento en el que sus miradas se cruzan y sus cuerpos se rozan, la fuerte atracción sexual se manifiesta y ambos se adentran en un mundo desconocido pero adictivo en cuanto a todo lo que el famoso club swinger les ofrece. Ambos se ven seducidos por los diferentes juego sexuales y no pierden oportunidad de poder experimentar El éxtasis de sus propios sentidos.
La vida de Candice dio un extraño giro la noche de su boda. Su marido, Greyson, no apareció para consumar su matrimonio. En su lugar, un desconocido irrumpió en su habitación y la violó. El matrimonio se convirtió en un infierno para ella. Mientras intentaba dejar atrás la pesadilla, su suegra aprovechaba cualquier oportunidad para desacreditarla. A Greyson, que debía apoyarla, le importaba un bledo. Al contrario, llevó a su amante a su casa. No pasó mucho tiempo antes de que Candice fuera expulsada de la casa. Todos pensaban que era una debilucha indefensa, sin saber que era una abogada extraordinaria. Llevó al hombre que la violó a los tribunales. Quería pagarle con la misma moneda. En el transcurso del proceso, descubrió estupefacta que el violador es el hombre más rico de la ciudad. Las cosas se le fueron rápidamente de las manos. El hombre intentó por todos los medios pedirle que se casara con él. Ella se dio cuenta de que se estaba buscando más problemas. ¿Cómo ella logría deshacerse de él pero acusarlo al mismo tiempo?
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