estado en la pirámide y ha cambiado de cuerpo. Así que no pod
pregunta Gormu a
licaré todo al regreso. Hagamos un trato: tú encárgate de complacer a Dwila. Cuéntale lo que quiera saber de ti, hasta
de Gormu baja demasiado
romesas vanas, amigo.
revuelve
mpañera? ¿No te alegra estar en mi humilde tienda?
Te advierto que Dwila puede hacer que te olvides de Xe
fingiéndose igual de ofend
amul se despide
sde la puerta de la cámara de regenera
ncillamente
elde con destellos verdosos. También sus pupilas están en verde, como el verde de la floresta y lo observan acuciosamente, buscando una evaluación. Gormu la
es mi amigo, es cierto, pero ¿Acaso te ha obligado a veni
os verdes de Dwila– Hablas un leng
e eres demasiada niña para estas soledades
– le aclara Dwila levantando la naricilla como para acuñar cada pa
u todavía
orres el conglomerado. Creo que no has tenido tie
u recom
y el cabello oscila, tapá
me entretendré un poco, exploraré y me divertiré. Y de paso comprobaré sí echo de menos a Samul y sí quiero aún volver
.– se disculpa Gormu,
ela ella enseguida, con el rostro iluminado por una
enfrenta
Qué te apetece? ¿Manjares, jugo de frutas..., sexo? –dicho lo último se leva
us ofrecimiento
– ¿Todavía tienes curiosidad por saber mi vida? –pregunta
ando en silencio, mirando hacia la distancia, cómo
ato antes se ha trocado en una expresión de curiosidad infantil –Todo lo que sé s
stira los pies descalzos, empujando la arena. Dwila se acomoda a su lado. Él mira
enerme toda la noche contándome historias interesantes, para no tener que decapitarte al día siguiente, cu
nte bajo los rizos revueltos–Me gustaría ser tu Sherezada–confiesa y se lamenta–, pero no tengo mucho que contar. No he
y se agarra la cabe
e asistente– habla Dwil
entre dientes. Varios remolinos de arena brotan del suelo en t
ormu, tapando sus oídos para
uosa danza cuya finalidad Gormu no alcanza a comprender. A un nuevo gesto de la mano de Dwila la multitud de tornados confluye hacia un centro común, juntán
e ella y comienzan a devorarla. Literalmente la disipan, con todo lo que contiene, en el breve tiempo que Gormu demora en rascarse la
ntoso palacio oriental, al estilo descrito en los libros de Las mil y una noches. En pocos minutos el palacio se yergue imponente en medio del oasis, como una joya de inaudito fu
Gormu– No tengo palabras... Te
mientras ambos se encaminan
ito. Confluyen por doquier, en aglomeración, arcos y cúpulas adornados con obras artísticas de abrumadora belleza. Caligrafía en arabescos. Azulejos estampados y amplios enchapes de oro. Tras el corredor principal entre columnas se accede a un florido patio interior, donde resplandece un
esclavas napers, en sus trajes (o sin ellos) paseando por las estancias. Para no quebrantar las
su apariencia
es, dormitando solas o en tríos, o reprochadas juguetonamente entre las sábanas. Algunas le miran con avidez o le llaman con gestos insinua
de seda púrpura, que Gormu se detiene a escucharla, boquiabierto. No entiende como Dwila puede concebir y construir con
to del palacio. También lo es tu talento pa
encoge de
de Síbil. Ella m
dominas la magia del ingeverso, como si la hubiera
odo, el mundo antiguo era muy simple. ¿Te imaginas si ellos
como asomarse al Olimpo,
sabido por Síbil
grandes abanicos de plumas. Es la misma clase de sirvientes que, recreados en todas las variantes de cortesanos que corresponden a la usanza del reino persa, se hallan ahora distribuidos por todas las estancias, completando el cuadro de realidad reconstr
cción y verifique si puede constituirse en un Legado para Dwila, por su origina
reaparece, materializada en la imagen d
echazada...por mí. No cumple los requisitos de e
imagen del gat
o fuera un holograma, la imagen de una máquin
de renombre. Contemplar obras de la plástica es una especie de píldora imprescindible para Gormu. Y ya que debe permanecer varios días allí, le pide a Dwila que le permita traer, por vía del t
querido príncipe Almirante–sugiere Dwila amable
o. Pronto comienzan a llegar sus óleos, que los sirvientes napers se afanan en recoger en la ha
acompañarle un rato en la faena de montar la galería de cuadros, opta por irse a retozar con Dwila, repent
uarda en mente la pregunta que Dwila le ha hecho sobre la resurrección.
spóndeme–le refrena– ¿Por qué dic
mayoría de parientes suyos y se asentaron aquí, en nivel gol. Aquí están replicados sus desiertos, sus ciudades, algo de las costumbres. Samul tuvo un papel clave en el diseño del país, aunque nunca le reconocieron un Legado por ello. Su vida actual es casi una prolongación de la vida anterior
talles–le corta Dwi
voy a lo que m
os primeros pasos. Samul había adquirido la Atrahasis y estaba eufórico, con ganas de probar
y de Síbil. Confiado en los datos del panel de instrumentos, que supuestamente
s allá de la órbita alta. Este límite quebró en pedazos el sueño de los terrícolas de expandirnos por el cosmos. Quien
do Samul llevó la nave al límite de su potencia
riva. Dentro hallaron a Samul en completa parálisis. Sus manos crispadas todavía se
n umbilical inmanente que sostiene y alimenta nuestra integridad biológica y mental. Dependemos de nuestro mundo y nos hallamos sujetos a él. Y
ma, sin llegar a perder la conciencia. El afectado sigue percibiendo la realidad, pero su respuesta a los e
a darse de modos diferentes. De allí el nombre de Síndrome de Cronos. Es la única enfermedad que permanece en el mundo. Y es incurable por cuanto no es solo
d. Allí, inmerso en un ambiente virtual, al afectado le parece que todo está bien y que vive normalmente en el mundo. Algo útil, eventualme
s eran de los resucitados y al contrario de Samul, casi todos habían enfermado del mal en sus otras
cluido la terraformación de los planetas Marte y Venus, se decidió por los sabios
la de la Tierra. Y hasta construyeron poblados campestres, con sus sistemas agrícolas y ganaderos. Entonc
nus como señal favorable de que la vida humana también se desarrollaría sin problemas. Pero desconocí
ta histórica. Pero al poco tiempo comenzaron a caer como moscas. Y como las naves que los habían llevado no contaban con suficiente combustible para regresarlos,
a de vida simulada. Tenía la mirada clavada en el techo y los ojos muy abiertos. No dio señales de notar nuestra presencia. Nohemí,
dudas que liberaran su égom y lo dejaran vagar en la dimensión etérea hasta el día que se encontrara una cura para su mal. Pero Nohemí se negó rotundamente
rgico y determinado que era Samul. Él odiaba
s cada uno debía traer alguna propuesta de solución. Así lo hicimos por semanas, pero todo lo que se nos ocurría resultaba absurdo e improcedente, a criterio de Síbil. El fin de aquellas jornadas socráticas, donde co