re la mesa delante de mí. He perdido la cuenta de las horas que llevo sent
comer algo?-me cuestiona Diana
eño fruncido, como si estuviera regañandome con la mirada. A veces se toma muy
e hacer-musito volviend
arme un sandwich. Me obliga a dejar los papeles y a devorar e
tus pies si ni siquiera comes algo?-s
ta y la mir
pienso es en tener el mundo a mis p
omento estaría alisandome el cabell
qué?-ba
enes que dar una buena impresión. Además, ¿quién descarta la idea de que tu jefe
ostrar lo que valgo-comento decidida-. Y punto número 2, el jefe me interesa en lo más mínimo, de he
los ojos-. De todos modos, puede que tú te equivoques,
nta
l apellido es sex
s que tú está
perder la esperanza de que por fin te toque un je
Mi antiguo jefe era de lo peor si tuviéramos en cuenta esos puntos que mencioné, y ni hablar de que ya pasaba los 60 años de edad y al parecer las pastillas azules habían afectado su cerebro, ya que pensaba en muchas cosas asquerosas, que
se encarga de la distribución de medios de comunicación a nivel internacional. Hace pocos días firmé el contrato pero en ese entonces el
de mi jefe es su apellido, ya que e
vaya bien-digo al
decir, no pierdo la esperanza de que al menos conozcas
abes que no estoy a favor de las relaciones
o se consuma fuera de la
r babosadas. Así estoy bien, concentrada
vir
vida amorosa y mi situación virginal, y no pierde tiempo en tomar eso como burla o algo por
el hecho de que con 2
etamente
N
eas raras. La mujer con la que había firmado el contrato me había pedido que redactara una serie de
en es
ervo la hora en el reloj que se encuentra colgado en la pared. Al
omodar todos los papeles pa
erá un g