Lacarosta; ella discordaba totalmente con la decisión porque toda su familia se quedó allá
ando en un horario sin importancia para nadie y podía beber lo que le fuera necesario, luego dormir p
Moki, a cuyo brazo Diego se aferraba como una damisela. Haley supuso que eran pareja, pues eso era sumamente común entre los presos, pese a no ser homosexuales. Las largas condenas de encierro los obligaban a buscar cualquier persona c
e las labores fijadas a los presos, lo cual era ba
sinfín de anaqueles y archiveros al otro, dos puertas al fondo y la luz tenue; el médico de la pr
staba sentado en un banquillo
y aprovecho para t
llevar a Diana a su celda mientras acompaño al
, c
romeó. Diego vio de reojo a Haley y
ludó el médico, un ancia
custodio de
ismo,
-explicó mientras firmaba unas hojas. Diego se acercó a Haley y le entregó
ndagó Haley, alcanzó un vaso c
o de llaves en la otra-. Diana, termina de guardar, por favor -El latino obedeció. El otro guardia se levantó de inmediato-. Buenas noches, d
los ojos grises hundidos en las gavetas- ¿Ha sid
sta
entonces cerró una de las gavetas y se sentó en un banco,
o. -aclaró, echándose hacia atrás
us problemas con el alcohol te exceden, ¿no? -Haley bajó la mirada, parecía esforzarse por
ó. De pronto, Haley sonrió difuminando su gesto confuso de
. Diego se incorporó c
veces que no e
nadie aquí lo
odas las gavetas y se enderezó- Si es a
encaró finalmente, su coronilla apenas rozaba el mentón
tu vecino y amig
os, por eso mi abogado insistió en mi traslado a Lacarosta. Moki finge ser mi amante para protegerme, gracias a él mi culo no es de u
que le restan dos
ñadió con una sonrisa, pasó junto a Haley para apag
aré cuando Moki sea liberado. -El latino
e, ni siquiera a los guardias, si se enteran de que
a sus prisiones para el úl
ra y rascaba su cuero cabelludo con insistencia hasta rasgarse, a veces sus uñas quedaba tintadas en rojo, mantenía en secreto su estado psicológico porq
cuenta de que sudaba, una infalible señal de que comenzaba su crisis, y sus ojos tiritando se encajaron en aquella mancha grotesca que le perseguía desde la prisión d
pareciera como en otras ocasiones, pero al contrario, se desenvolvía como si fuera una rosa floreciendo y creció al tamaño de un perro. Los ojos pardos de Haley se desorbitaron cuando vio su propio rostro angustiado reflejado en la mancha negra, que luc
dió la cabeza, pero aún r
ientes
creyó ver aquella mancha agrandándose, pero ya no e
fermería, y
l médico de la noche estaba en una tranquila duermeve
°*
ta
licílico, fármaco utilizado para trata
un enorme primate y un olor extremadamente fuerte y desagradable,