pero no fue necesario porque el sonido del cierra puertas se hizo presente y
risa simpática que irradiaba alegrí
mí en forma de saludo y yo gustosa la acepté - Puedes pasar ad
rdida. No sabía cómo ubicarme aquí -pronuncié un
conmigo. -Hizo un ademán con su
el llamado de la doctora y entré sin miedo, necesitaba perderlo. Cuando tenía un
que había una camilla de hospital y unos cuantos equipo
uy confundida - Es decir no pare
o si se estuviera burlando de
ra de payaso. Aclaré mi garganta para hacerle
qué es? -pregunté c
te lugar es para hablar con el paciente antes de llevarlo hasta
ted psi
la altura de su pecho y con el
charla con mis pacientes antes de que tomen una decisión tan crucial. ¿No te par
nas que ya desean descansar, ¿para qué hace todo eso? - Estaba muy
al menos intento que tomen la mejor decisión; pero si no
omo si hubiese dicho algo que a ella le molestara. No sabía que responderle, por una parte, estaba muy segura de mi decisión; sin
doctora y mis mechones castaños se movieron con el viento. Un silencio sepulcral
? -Observé toda la habitación, y aparte del escritorio de la doctora el úni
con sus ojos de color avellana, dirigió su mir
bacha, y la dejó tirada en su escritorio -Ahora mismo
logró incomodarme un poco con su actitud, pe
ce? - pregunté, mientras me
tan crucial. - La doctora se cruzó de brazos, mientras con su mirada buscaba
ristalizaron y como mi cuerpo tragaba l
o general. Entiendo que no te sientas cómoda ahora mismo, tus razones tendr
resión en mi pecho, ni un calor queriendo liberarse de él y aquel gran número de palabras que querían salir de mi boca
rar mi depresión... - Por un momento, pensé en contarle mi mayor problema, uno de los causant
uaves, creo que trataba de que nadie escuchara nuestra conversación de las puertas para fuera y mis s
a ventana el exterior del hospital. Era un día muy nublado y hacía mucho frío. E
sabe lo que estoy haciendo en este momento. - Una imagen de las vacaciones que tuve en Bra
amos seguramente tienes algo por lo que luchar, si lo tienes aférrate a ello y no lo sueltes, si no tienes algo por lo que vivir, pues
de la Fundación Deseo. En los últimos días ellos, habían sido mi motor
ravillosos; pero aún no sé si sea suficiente. - Mis labios comenzaron a tem
unas palmaditas reconfortantes en la espalda. -¿Tienes algún sueño?, ¿quieres casarte? - La doctora Ayala extendió su mano y me regaló un pequeño dulce,
a sido ayudar a los demás. Desde hace algunos años he luchado por eso. -Pude ca
ujer con una muy buena salud! Créeme he conocido casos de personas que luchan con en
lena de sentimentalismo; simplemente me había encerrado en un fuerte caparazón y aquell
cuenta de todo lo que yo escondía su opinión cambiaria. Me quedé muda pen
untó muy preocupada por
camilla y sin darme cuenta derramé una taza de café caliente sobre mi mano. La doctora Ayala abrió sus
oblema: el no sentir
ayudarme, mientras yo me mantenía como un cuerpo inerte... Mi piel se quemaba, y las ampollas: aque