te a las niñas. Era una noche totalmente familiar, habíamos pasado e
da se quedarían a dormir
a esa era la peor parte, simple y sencillamente por dos razones: en mi pierna izquierda tenía una cicatriz, podía sonar como algo tonto para cualquier otra persona, pero para mí no. E
forma larga y con varios puntos, la marca no era tan fea a simple vista, pero si la persona que la veía cono
po y nunca más volví a pensar en el suicidio como una opción. Por aquel entonces, la muerte de mis padres me había afectado tan
estaba segura, mi vida empezó en ese instante. Maduré tanto y crecí tanto, que si no me hubiesen det
tanto en ayudar a los peq
do las inyecciones en mí, hace un día Cristina me había inyectado la dosis de me
ualquier ojo humano, pero menos para los míos, claro
a Leonardo decir al otro lado de la
n ningún problema, y ahí lo vi, estaba acostado con las niña
aran nada, les hacía gestos con su rostro y ellas
untos y yo no les
mento para que le dijera a Leonardo lo que le llevo escondiendo desde hace una década de
s palabras: sí o no. Un par de simples adjetivos d
traté de salir de aquel frenesí lo más rápido posible, pero no
admiraba la luz del techo, era un poco opaca y los colo
me con su seriedad tan característica, sus ojos marrones como los de su padre me veían fijamente y casi podí
Savannah estiró sus brazos y me mostró sus manos. Hizo un puc
arecía en todo, desde su físico, hasta sus gestos. Esa forma tan
as. El agua estaba haciendo su trabajo, pero de un momento a otro... Dejé de sentir el recorrido del
día sentir su tacto. Con un movimiento semi brusco aparté las
os están limpias. Anda, vam
estaba mi familia. Leonardo y Nevada estaban dormidos. Ambos tienen un sueño pesado. Me acosté justo
ebras, luego con mi dedo índice empecé a dibujar su rostro. Su frente ya tenía unas pequeñas, pero pequeñas arrugas. Cuand
ntro de mí se alegró al percatarse del detalle. Hace unos minutos no había podi
ta que de pronto él los abrió
dormir. - Él sujetó mis mano
. - Leonardo tomó mi cabeza y la hundió
e abrazo, no sé porque, pero en ocasiones Leonardo me decía justo lo que yo necesitaba escuchar.
estaba me
la razón: tenía mi
fuertes que hubiese deseado nunca pensar, un caso hipotético que era muy probable que tristemente