mí me traía como una loca, ¡vamos! de arriba para abajo con las tazas de café en la mano. Por poco caigo al s
lo único que nos quedaba para sobrevivir, todo el dinero recaudado era para nuestros estudios. Ni siquiera co
- pregunté mientras cerra
cia, al ver mi cabello revuelto
pelos; no obstante, siguieron rebeldes. Patricia rod
ato sus mejillas se sonrojaron y sus pecas resaltaron más de los normal -,me tr
era leyendo su libro; pero su tonta sonrisa se no
ia, alguien llamó a la puerta, un leve roce con los ded
n chico. Empecé a peinar mi cabellera negra en una col
ada lo hacía por molestarme. Aún con todas y sus
a voz. Sacudí mi delantal y salí de la cocina -. Dígame qué nece
un café
dos pasos atrás, pero se
grafo -. Disculpe, repítame su pedido -. Esta vez lo vi a los ojos, directo a su rostro y m
conscientemente traté de peinarme. El bolígrafo cayó al suelo, mis dedos
mi voz se transfo
frente, que al igual que la mía, estaba sudada. Su cabellera rubia iluminó mi vista y era casi im
vé a todos lados, no quería que mis hermanas aparecieran. Sabía que ambas estaban e
ine me comentó q
os pesadamen
anas no se puede considerar amigo a nadie
ema Katherine -. Me alegra mucho verte, a ve
spuesta negativa a su propuesta. Por el contrario, mi cerebro aún
o si nunca una chicha le hubiese dicho que no. Por un instante
s qué, olvídalo. Cuando quieras char
r y disfrutar de su compañía, no podía por dos razones: la primera yo no soy una mujer fácil, debía
sintió y
speraré ese c
parecieron mis dos hermanas. Ambas saludaron con
eca - pronunció Patricia, miró de pies a c
, en medio de los clientes, levantó su mano e hizo
sus labios que deseé que lo repitiera siempre. Mi cue
emos,