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Rebeca cree que es inocente, pero no más que los demás. Rebeca cree que el amor se viste de rojo y que por las noches es solo pasión. Rebeca piensa que la vida es solo luz, como si se tratara de un sol; pero se da cuenta de que también hay oscuridad. En este viaje, ella aprenderá que cada hombre y cada amor se tiñen de diferente color.
Como siempre, Alejandra hacía todo lo posible para que el café funcionara al cien por ciento, sin embargo, a mí me traía como una loca, ¡vamos! de arriba para abajo con las tazas de café en la mano. Por poco caigo al suelo con toda y bandeja, iba a ser todo un espectáculo para los clientes: ver mi rostro estampado en el suelo.
Entendía un poco su desesperación y su pasión por el negocio familiar. Desde la muerte de nuestros padres, era lo único que nos quedaba para sobrevivir, todo el dinero recaudado era para nuestros estudios. Ni siquiera contábamos con empleados, de esta forma, ahorrábamos los sueldos, ya que sus mismas dueñas realizaban el trabajo.
-¿A qué hora terminamos? - pregunté mientras cerraba la puerta de la cocina.
-¿Qué te pasa? - preguntó Patricia, al ver mi cabello revuelto como si me acabara de despertar.
Con ambas manos, traté de apaciguar aquel bosque de pelos; no obstante, siguieron rebeldes. Patricia rodó sus ojos color avellana y se empezó a reírse de mí.
-Lo que pasa es que tú, Alejandra - señalé a la menor de las gemelas, de inmediato sus mejillas se sonrojaron y sus pecas resaltaron más de los normal -,me traes de los pelos, sólo mira como estoy sudando y por poco casi me caigo - chillé.
Patricia me observó de reojo, hizo como si estuviera leyendo su libro; pero su tonta sonrisa se notaba de aquí a Miles de kilómetros. ¡Te odio Paty!
Cuando estaba a punto de decirle sus "cositas" a Patricia, alguien llamó a la puerta, un leve roce con los dedos de forma tímida nos hizo guardar silencio a las tres.
-Disculpen, necesito un café. - Se escuchó la voz de un chico. Empecé a peinar mi cabellera negra en una coleta alta, mi único espejo era el reflejo del microondas.
-Te toca atender - me dijo Alejandra, la desgraciada lo hacía por molestarme. Aún con todas y sus bromas de mal gusto, quería mucho a mis hermanas.
-Ya voy - dije casi en un susurro, como si me hubiesen cortado la voz. Sacudí mi delantal y salí de la cocina -. Dígame qué necesita -. Dirigí mi mirada al delantal azul, me quedaba horrible...
-Quiero un café con crema.
Escuché como el chico dio dos pasos atrás, pero seguí sin verlo a los ojos.
-Ahora se lo llevo, disculpe la tardanza. - Saqué mi libreta del bolsillo y un pequeño bolígrafo -. Disculpe, repítame su pedido -. Esta vez lo vi a los ojos, directo a su rostro y me percaté que se trataba de Nicolás, el chico que conocí hace una semana en la universidad.
Al darme cuenta de mis fachas, pero aún peor, el estado de mi cabello, inconscientemente traté de peinarme. El bolígrafo cayó al suelo, mis dedos se convirtieron en mantequilla, puesto que eran incapaces de sostener algo.
-Hola, Nicolás - mi voz se transformó en un susurro.
-Hola, Rebeca, quería un café y... decidí venir aquí para saludarte también. - Nicolás limpió su frente, que al igual que la mía, estaba sudada. Su cabellera rubia iluminó mi vista y era casi imposible no perderse en aquellos ojos azules que te hacía navegar y divagar por aguas desconocidas.
-¿Cómo te has dando cuenta que trabajo aquí? - pregunté con mucha curiosidad. Observé a todos lados, no quería que mis hermanas aparecieran. Sabía que ambas estaban en la cocina, sin embargo, mis nervios se encontraban tan a tope que me hacía dudar.
-Tu amiga Katherine me comentó que trabajas aquí.
Cerré mis ojos pesadamente y aclaré:
-Conocida Katherine. - Después de unas semanas no se puede considerar amigo a nadie y Katherine no me inspiraba mucha confianza.
-Bueno eso - dijo y desvío la atención del tema Katherine -. Me alegra mucho verte, a ver qué día te vienes a tomar un café conmigo.
Sacudí mi cabeza de un lado a otro, como si estuviera dando una respuesta negativa a su propuesta. Por el contrario, mi cerebro aún no procesaba la propuesta de Nicolás, ¿me está invitando a salir?
-¿No? - preguntó confundido y un poco avergonzado. Parecía como si nunca una chicha le hubiese dicho que no. Por un instante, pensé en seguir el maquiavélico juego que me salió por suerte.
-No, no quise que decir que no. Sabes qué, olvídalo. Cuando quieras charlamos, pero en este momento no puedo.
Por más que quise dejar todas las tazas de lado, salir corriendo con él para sentarnos en algún lugar y disfrutar de su compañía, no podía por dos razones: la primera yo no soy una mujer fácil, debía darme a desear, nada de caer como regalo mal envuelto y la segunda tenía que cumplir con mis deberes.
Nicolás asintió y me sonrió.
-Está bien, esperaré ese café con ansias.
La puerta de la cocina se abrió y detrás de mí aparecieron mis dos hermanas. Ambas saludaron con un: "Muy buenas tardes", nos vieron confundidos.
-Iremos a servir más café. Te esperamos, Beca - pronunció Patricia, miró de pies a cabeza a Nicolás, sin que él se diera cuenta.
Alejandra guardó silencio, y cuando ya estaba lejos, en medio de los clientes, levantó su mano e hizo un gesto aprobatorio, me guiñó un ojo y desapareció.
-Nos vemos, Rebeca. - Mi nombre se escuchó tan bien en sus labios que deseé que lo repitiera siempre. Mi cuerpo se estremeció, sin duda las hormonas me tenían loca.
-Nos vemos, Nicolás.
Amaya Vega es una joven española que desea acabar con su vida lo más pronto posible. Llega a Ámsterdan en busca de un suicidio asistido, lo que no sabe es que durante su estadía conoce a Leonardo Burgos, un médico con una visión acerca de la vida y la muerte un tanto retorcida, y le hará pensar acerca de si su vida vale la pena o si la mejor cura para sus heridas es la misma muerte.
Rachel pensaba que con su devoción conquistaría a Brian algún día, pero se dio cuenta de que se había equivocado cuando su verdadero amor regresó. Rachel lo había soportado todo, desde quedarse sola en el altar hasta recibir un tratamiento de urgencia sin su presencia. Todos pensaban que estaba loca por renunciar a tanto de sí misma por alguien que no correspondía a sus sentimientos. Pero cuando Brian recibió la noticia de la enfermedad terminal de Rachel y se dio cuenta de que no le quedaba mucho tiempo de vida, se derrumbó por completo. "¡No te permito que mueras!". Rachel se limitó a sonreír. Ya no necesitaba a ese hombre. "Por fin seré libre".
Durante siete años, Jillian estaba enamorada de Bryan con pasión inquebrantable, pero él permaneció distante, con sus emociones herméticamente selladas. Descorazonada, ella se marchó al extranjero tras graduarse de la universidad. Tres años después, Jillian, ahora una abogada de éxito, se sentó provocativamente en el regazo del hombre. Con una sonrisa juguetona, le espetó: "¿Qué te pasa, Bryan? ¿Eres impotente?". Bryan ya no podía contenerse. Con un rápido movimiento, la tomó en brazos y la arrojó sobre la cama. A la mañana siguiente, cuando él se despertó, Jillian esbozó una sonrisa traviesa. "Solo es una aventura, ¿de acuerdo?".
El marido de Vivianna se casó con ella por su herencia, y después de quitarle todo lo que tenía, la mandó a la cama de un acompañante y le tomó fotos. La amenazó con divorciarse con esas fotos y la obligó a salir de su casa sin un centavo. Dejó su país de origen en desgracia. Cuatro años más tarde, regresó a casa como Jefa de Diseño de Joyas y tuvo un hijo de tres años. Su niño genio le dijo después de bajarse del avión: "¡Conseguiré que el hombre más rico del mundo sea mi papá y te respalde!" Ella lo tomó como una broma, pero dos días después, su asistente le dijo que el hombre más poderoso del mundo se había robado a su hijo y la invitó a cenar. Al encontrarse, ese hombre sostuvo a su hijito y le dijo dominantemente: "Es mi hijo!".
Dos años después de su boda, Ximena perdió el conocimiento en un charco de sangre durante un parto difícil, olvidando que su exmarido se iba a casar con otra persona ese día. "Nos vamos a divorciar, pero el bebé se queda conmigo". Estas palabras resonaron en su mente. Sabía que él no estaba allí para ayudarla, sino para quitarle a su hijo. Ximena preferiría morir antes que ver a su hijo llamar madre a otra mujer. Posteriormente perdió la vida en la mesa de operaciones con dos bebés en su vientre. Pero ese no fue el final para ella... Años más tarde volvió a encontrarse con Ramon, que ha cambiado mucho. Quería quedársela para él a pesar de que ya era madre de dos hijos. Y cuando supo que ella se iba a casar de nuevo, irrumpió como un loco. "Ramon, ya morí una vez antes, así que no me importa volver a morir. Pero esta vez, quiero que muramos juntos", gritó ella, mirándolo con angustia en sus ojos. Ximena pensó que él no la amaba y estaba feliz de estar fuera de su vida. Pero lo que ella no sabía era que la noticia de su inesperada muerte le había roto el corazón. Durante mucho tiempo lloró de dolor y agonía. Siempre deseó poder retroceder en el tiempo o ver su hermoso rostro una vez más. Todo esto fue demasiado para Ximena, cuya vida estuvo llena de idas y venidas. No sabía si debía volver al lado de su exmarido o seguir adelante con su vida. ¿Cuál elegiría ella?
Corinne dedicó tres años de su vida a su novio, pero todo fue en vano. Él no la veía más que como una pueblerina y la dejó sola en la boda para estar con su verdadero amor. Tras ser despechada, Corinne recuperó su identidad como nieta del hombre más rico de la ciudad, heredó una fortuna de mil millones de dólares y acabó llegando a lo más alto. Pero su éxito atrajo la envidia de los demás, y la gente trató constantemente de hundirla. El Sr. Hopkins, famoso por su crueldad, la animaba mientras ella se enfrentaba uno a uno a esos alborotadores. "¡Así se hace, cariño!".
Lucia Meller es mi vida, me enseño amar, me enseñó a adorarla, me mostró el mundo de forma diferente, le di todo lo que la vida me ofrecía, y se ha ido; se llevó mi vida, mi amor, dejándome el corazón y el alma hecha pedazos. Ahora me duele respirar, me duele amar, me duele la vida. La quiero, jamás podré volver amar a alguien como la ame a ella; la quiero de vuelta, la quiero conmigo, a mi lado donde pertenece; pero por más que la busco no la encuentro, es como si la vida me la hubiera arrebatado y eso me duele, ella me enseñó que se puede matar a un hombre, aunque se conserve la vida, sin embargo, me canse, no puedo llorar por alguien que no me quiere amar y aunque duele, hoy después de casi dos años le digo adiós a mi sirena; después de todo soy Gabriel Ziegermman. Un año desde que me aparte de Gabriel y mi vida dio un giro de ciento ochenta grados, amar a ese hombre es lo mejor que me ha pasado en la vida, a él le debo el hecho que hoy esté viva y tener a mi lado a mi mayor tesoro, él me enseñó que lo que se desea con el alma se obtiene, pero también me enseñó que amar duele, que su amor duele, a él le debo el dolor más grande, porque dejo de amarme, no fui suficiente para él, me enseñó que su madre, su exnovia y su destino no están conmigo, y aun así lo quiero de vuelta, sé que sus prioridades cambiaron; yo solo pedía una verdad sin embargo él prefirió engañarme y dejarme.Lo quiero olvidar y lo quiero conmigo, aunque no se lo merezca, pero como hago si amar ese hombre es mi arte. Ahora estoy de vuelta y lo único que quiero es tenerlo a kilómetros de distancia, porque me enseñó que yo también tengo derecho a cambiar mis prioridades. Novela registrada N ISBN 978-958-49-7259-0 Está prohibida su adaptación o distribución sin autorización de su autor. Todos los derechos reservados all rights reserved