�𝔞𝔫𝔢𝔦𝔯𝔬
�𝒆𝒎𝒃𝒓�
nsivos del hospital San Miguel, una joven de aspe
ostro con algunos moretones y la cabeza vendada. Esa sería otra n
ba parado cerca de la ventana d
se ajustó el cuello de la camisa negra mientras miraba los tubos
s ojos color aguamarina se quedaron mirand
or de un charco de sangre todavía lo perseguía. Marcello se dio la v
¿Cómo va el viaje
illo y fijó sus ojos en el respira
hombre. - Él esbozó una sonrisa cínica. - Por supuesto que digo la verdad. - Sacudió la cabeza, ne
se acercó a ella cuando notó una lágrima q
- Las cejas pálidas de Marcello se juntar
vil y examinó la cara
uchado la conversación. Su dedo tocó su rostro inmóvil y limpió
continuó: - Si fueras mía, no pasarías por esto. Espero que el otro bebé no m
ró la sábana, pero el resto de
Tenía la intención de tocar el circuito de control, pero r
azer negro después de cruzar la puerta. - Doctor Bordeaux, ¿qui