llegar a la Avenida Baralt, me pareció extraña la esquina al no ver al sempiterno ind
ura del anciano. La primera vez que lo vi, no entendí el petitorio, luego comp
abía pasado, me dijeron, que al parecer murió en la madrugada. Entonces record
que le faltaron cien, para comprar la botella que lo hubiese calentado durante la fría noche
falta
PÉR
nuestra vida, llegué a conocer la joven que en ese momento ll
bía transformado en el motivo de todas mis intranquilidades y mis insomnios. No r
llos y sin darme cuenta y sin saber cómo, empecé a crear los primeros versos de tal manera que fue el inicio de la creación de mis primeros poemas imperfectos y quiz
llegaron a convertirse en más de trescientos. Las novelas de grandes amores fueron entonces mis libros de cabecera
ando mi amada se había volado con otro romance secreto que le calentaba el oído y del cual no llegué a da
na mientras que la ranchera que se escuchaba en el fondo del bar de mala muerte, repetía una y otra vez
onvirtió en la primera raya de la que sería con el pa