ól
s. El pueblo no salía de mis pensamientos, sentía cierta nostalgia cuándo los recuerdos me invadían. Está un poco apartado del bullicio de la ciudad. A diferencia de donde me encuentro, en la gran ciudad. Las personas eran muy activas, siempre había movimiento, tanto como a la luz de
anos, le eché un último vistazo a mi ap
a mi cara, las calles desiertas me permit
rta sensación de emoción en mi pec
: A mi
Eran personas adultas, maduras. No había necesidad de juegos. Se juró a sí mismo que, si esa noche lo rechazaba de nu
estaba engañan
a verla al día siguiente. Concertaría una nueva cita, y luego otra
lare Herrera qu
o
estaba convirtiendo en una obsesión para
mi cuerpo << A los cuarenta años, resultaba un poco extraño sufrir esa clase de proble
, aquella mujer no era precisamente un irresistible tarro de miel. No era ya joven, ni alta, ni de pechos opulentos. Clare tenía treinta y cuatro años, y era más bien baja y de l
Pardos>> Siendo escritor, debía ser capaz de dar con una expresión más precisa, y lo sabía. Pero resultaba difícil acertar con la palabra justa que describiera la extraña mezcla de tonos turquesa, verdes y dorados que caracterizaba los ojos levemente ras
astaño suntuoso. Desde hacía semanas, anhelaba hundir las manos en aquella espesa y fragrante melena. Soñaba con asirla del pelo y manten
as y dejara de mortificarlo.
aba cuenta? Era suya. Siempre lo había
producía un leve desasosiego. No era propio de mi, pens
rdecer. Pronto el valle quedaría envuelto en espesas sombras. La peña en la que es
scuché atentamente y creí oír el llamado de la compañera de aquella criatura, pero no podía estar seguro. Era difícil oír algo co
n un codo. Elevé una rodilla para equilibrarme. Asomándome por el borde
ta formaba una densa y resplandeciente muralla blanca, de más de noventa metros de altura, que caía en vertical sobre el río. Pero sabía por experiencia que en verano, durante unos
a. El sol se hundió un poco más tras la montaña. El cielo se cubrió de resplandecientes jirones dorados, naranjas y amarillos. Los ond
se volvió fuego. Y después, el
í. El tiempo pareció quedar en suspenso. Entonces el sol desapareció por completo y la cata
plantado en las márgenes del río. Tal vez hubiera sido un error volver, después de todo. ¿Qué ha
ecer, como siempre, había descubierto que seguía o
de Clare Herrera. Al pensar en ello, me levanté y cruce el montón
había invitado a cenar, y él
al. Y luego volvió a reflejar <<¿Por qué toleraba semejante situación?>> Pero aquella pregu