su frialdad habitual. Seguramente porque estaba conve
ace falta que lo decidas ahora mismo.
ró su proposición durante largo rato. Posiblemente él tenía
rante e
taba. Michael Escotet no miraba más allá del final d
Hunter se incorporó mientras ella se ponía la bata y
tentempié de median
orejas y salió tr
¿eh? Michael y tú respondéis mu
uvo la boca cerrada y permaneció alerta mientras Clare sacaba una galleta para perro y se
no puede dejar de preguntarse cómo te las arreglabas para alimentarte antes de que yo apareciera. -Hunter abrió la boca intentando componer, seguramente,
as semanas antes. Todavía estaba intentando quitarse de la cabeza el último párrafo del capítulo que había leído el día anterior. Dud
encia tan inocente. Un monstruo debía parecer un monstruo. Había que ser capaz de distinguir entre el bien y el mal al primer vistazo.
rró el libro. Sabía que no debía leerlo a
nos moriremos de miedo. ¿De dónde crees que saca sus ideas un escritor
-
de Adam Campos estaba encima de la mesa, junto a la p
ichael es más bien celoso. Y además es arrogante, orgulloso y capaz de sentir rencor
r <<¿a quién le importa?>>. Luego bostezó y
-
xtendía por el valle. A lo lejos, la cascada de la Prisionera derramaba su plata por los risco
exactamente el efecto que temía: había av
ridículo no compartir la misma casa durante el verano. Clare no parecía de las que se preocupa
render cuánto deseaba conocerla mejor ahora qu
l. En segundo lugar, Clare ni siquiera era su tipo. Era demasiado introvertida y estaba demasiado se
mbre. Había que esforzarse mucho para convencerla de que los hombres tenían sus ventajas, aunque
se sus propias reglas, y decidida. Ella nunca esperaría que alguien la sacara de un lío en el que se hubiera metido. Era evidente que lleva
erto con suma satisfacción que pod
infi
afos escritos y se levantó. Llevaba trabajando desde las seis. Ya casi era la hora de ir a recoger el correo. Si llegaba a la oficina de
lí. Pero su sonrisa se desvaneció al recordar la carta que ella había recibido el día anterior. Confiaba en que esa mañana no estu
le rogaba a Clare que volviera a su antiguo trabajo, y había algo en el tono de aquella súplica que molestaba prof
ck de cuatro puertas de Clare. Hunter lo miró con
no puedes hacer nada
rte, que se le oyó a
, Es
Eddy Rivera lo estaba saludando desde el ot
ías, Eddy
ndo habitual: unos pantalones del ejército muy descoloridos, unas pesadas botas y una gorra de visera. Iba limpi
ndo que bajaras esta mañana. ¿Qué te parece s
r más tiempo. Veinte años era mucho tiempo, pero no podía olvidar que, en otra época
Eddy, en
asa esta tarde.
er una tarde bebiendo con Eddy Rivera. Tenía
che estoy oc
realmente buena. Parece muy fría con esas ropas ta
digas,
ertencia. Luego su sonrisa se hizo más amp
, ¿cuándo quieres que tomemos esa cerveza? Tenemos muchas
jor sería fijar una cit
por las mañanas. Me pasaré por tu casa por l
ece genial -dijo Rivera
r al otro lado de la calle. La gente d
lo mismo decían d
n empleo a tiempo completo, así que tal vez respecto a él también se hubieran equivocado. Era evidente que Riv
ivocado. Ni Michael ni Rivera habían acabado en la cárcel
ciertos lazos. Se tomaría esa cerveza con Edd
s, guardando un fajo de cartas en su gran bolso de piel
y besándola en la boca delante de Luisa y de un puñ
jos de todo el mundo. Si había alguien en el pueblo que ignorara que Michael Escotet seguramente se acostaba con aq
echo al ver el leve rubor
jo Clare con frial
on deliberada satisfacción sensual mientras se ace
a darle un largo sobre blanco que llevab
ría la sensación de perplejidad y alegría que exper
enar esta noche -avanzó hacia ella con una amplia sonrisa, pero se detuvo bruscamente c
a, p
la puerta. Su hijo era la última persona a la que esperaba encontrarse allí esa m
samente los hombros de una bellísima pelirroja, menuda
e trabajaba. Estará dos semanas cerrado. Así que decidí venir a hacerte una visita. Le p
ndo con evidente interés. Se recuperó rápidamente e hizo las presentaciones-. Clar
dales que Michael le había inculcado tras leer un libro sobre
rte, Matthew -respon
miró a s
eh, una amiga mía. Roxana, pe
jo Roxana con voz suave y tímida, clavando los ojos
co el corazón. Una terrible premonición comenzó a tomar forma en su cerebro. Intentó reprimirla. No había necesidad de de
gusten mis libros -miró a Clare y v
mo que, cuando yo conocí a Michael, no tenía ni la más ligera idea
chael-. Es incapaz de ac
areció a
s una de l
o del terror llegó a las listas de best-sellers
ra en lo que se refiere a la literatura de terror.
ew y tú, Roxana, podéis seguirme hasta casa de la tía Jesse. Estaré con
eñaló con la cabeza el bonito Mazda biplaza que Mich
leta de Roxana Lambert mientras la chica c
en los vaqueros -dijo Clare lacónicamente-. Pero
ra Matthew también. O puede que él sea de
o menos de
a puerta del lado del conductor del Buick y agarró ligerame
ara sacar el hocico por la ventanilla abierta, muy cerca del musl
ro i
atisfecho por haber logra
a pelearse
pensaba ir a cenar a tu casa esta noche otr
ce mucho a ti. S
e su madre -dijo Mic
asqueó l
amiliares. Elizabeth Velut
hablar de los ojos de Matthew. Como te dec
o si
ero ahora tendremos
que tuviér
el inclinó la cabeza y la besó-. Bueno, entonces -dijo un momento después- cómo te iba diciendo, tendr
ew sabe
eñé a leer lib
e so
l? Creo que has debido d
ecto a ser padre es que uno sobrevivió y
besó ligeramente-. Anoche me quedé impresionada. Tenías r
vemos a las cinco. D