asta. La escritura estaba quedando perfecta. Me acerqué la copa de vino blanco y bebí, dándome suficientes energías
u diminuto conjunto de noche, ofreciéndole los manjares de su cuerpo, húmedo y caliente. Él observó cada pequeño detalle de sus
e y concebido para el calor. Quería hacerla suya, poder penetrar en su interior y deshacerla en los placeres que sus cuerpos podían concretar. Deseaba oír el sonid
tha, cerrando las piernas y luego ab
uiere
s y bufé, pasándome
pensé, mirando hacia
é a la pantalla de mi laptop, disp
que me hag
onces seguí, apretan
o que me
a, m
y tiré de mi s
jo de... Uf... ya tenía
é ha
apoyé en la máquina,
endo informes pa
vando sus meji
jo. Ahora que lo miraba, con su cabello castaño y ondulado y sus ojos inmen
uña y
madre, que cuidaba de mi
uesta a escribir,
rí, cruzándom
o a escribir nuevamen
preguntó mi pequeño, apunt
só en el momento y yo le sonreí. Veía el amor en sus ojos
taba dimensionar lo que significó en su momento, pues no dejaba de ser esa misma joven
Nunca había tenido tanto miedo desde que lo vi en la incubadora y me dijeron que sus pulmones no funcionaban bien y que, además, sus pequeños intestinos tampoco. Creí
el pastel -murmuré-. Sí, estoy escribi
y me quedó mirando, siempre admirada de mi trabajo. Bueno, nuestra confianza era su
¿
los
Bufé-. ¿Puedes creer qu
rge Michael es imposible que
ienta, ni te imaginas mis lectoras. -Me llevé el dedo pulgar a los labios, nervi
nes 25, ¿de verdad crees que no será así? Además, una period
reté la mejilla a Fred, que me mir
inspirarme porque de mome
taba de moda en mi época. Actualízate, cariño. Ni yo con Stan
ó a Fred de los brazos para llevárse
ula con Fred, ¿qué te
ami -me insist
ía resist
corriendo hacia él-. Y tú, mamá, por favor, deja de narrarme las vi
y se fue moviendo la