erpo activando su mecanismo de defensa por el estupor. Sin embargo, con un semblante inexpresivo, se acomodó en su silla y volvió a su postura normal. Se recogió la mang
, que se hallaban, de manera ordenada, sobre la mesa. Levantó el auricular con sutileza y
directora -dijo una voz femenina
a, pero había decidido a mudarse a su país actual, donde se había convertido en la fundadora, dueña, di
e, para terminar la llamada. Se acomodó un mec
ed un momento? -comentó una linda muc
y empleada, en la que solo dialogaban sobre asuntos laborales. Llevaba puesto un vestido negro y tacones
tia, con seriedad. Se quitó las gafas con lentitud y clase, m
ifestando su puesto en la cadena de mandos empresarial. Dudó en sí debía decirlo, pero era urgente
on pesadez, al hacer un pequeño movimiento, que la hizo sentir más el vibrador en su intimidad. Su entrepierna le rascaba y quería tocarse con sus dedos. Debía te
te de ceremonia de bodas -dijo Hestia, con antipatía
sas absurdas cursilerías; no se necesitaba un anillo de compromiso en la mano izquierda y otro en el anular derecho, para ir a la cama y disfrutar del mayor placer de la carne. La intimidad, solo era para desbordarse de las sensaciones y no se necesitaba que de
Se acercó con temor al escritorio de madera pulida de
apel. Así que, era obvio que tenía que contarle otro asunto. Si no fuera por el consolador, que había introducido en su entrepierna, hubiera gastado todo el tiempo del mundo. Sin embargo, nada más deseaba que se largara con prontitud y la dejara gozar de su corta liberación del estrés y el aburrimiento. Aunque, ya ni
Estaba conteniendo sus inmensas ganas de ech
r. Se encogió de hombros al finalizar su confesión. En las cuatro ocasiones pasadas, todavía no trabajaba para Hestia y así, en otros lugares, había construido una exce
tal solicitud. En su corporación no había atajos, ni
to de recursos humanos, no conmigo
ran en aprobarlo, porque todavía no estamos a la mitad de los treinta d
monio, y sobre todo, porque quería que se marchara, para poder concluir su lascivo momento. Así que, hoy era el
nalizar el grabado de su nombre
ora Hestia. Usted es
por encima del hombro, como si fuera escoria. Esa mujer arrogante era una arpía, en que las pocas veces que hablaba, destilaba veneno, similar a una cascabel real. Agradecía que ya pronto entraría a la vejez y tendría que caminar con un bastón. Entonces rio en silencio, ante su pensamiento; insultar y hace chistes de su horrible jefa, era lo más rescatable de su trabajo. Al principio, no había pasado nada co
e mes, estúpida. -Moldeó una macabra sonrisa. Sabía que su jefa no iría a su boda y que pasaba más ocupado en otras cosas, que en averiguar la autorización de una de sus trabajadoras; por lo que había decidido obtener un permiso veloz, con la ayuda de una practicada actuación. Quizás, en otra realidad, era una estrella de Hol