y falsas. Pero no iba a perder el tiempo con ella. Agarró el control, que había debajo de los portafolios, y se levantó de su silla, con el sobre de invitación morado en s
curvilíneo cuerpo de diosa. Experimentó una corriente eléctrica que le nació de la entrepierna. El fluido de su clímax salió de ella, como un chorro de agua de una manguera que ensució el piso y alcanzó a rozar su ropa, con leves gotas que le salpicaron. Apagó el consolador y lo sacó de su interior como si nada, con su semblante insatisfecho. Largos minutos molestándose, para efímeros segundos de éxtasis, que ya no lograban aplacar su libido, ni hacerla perder la cordura. Respiraba, solo un poco agitada, por los movimientos que tenía que realizar. Alzó el vibrado ovalado y lo observó con brevedad; brillaba por sus fluidos y escurría su viscoso y cristalino orgasmo. Sacó la lengua y se lo metió en la boca por completo, disfrutando de su propia y exquisita esencia natural. Degustó en su lengua, una vez más, su dulce néctar, como en las casi cientos de ocasiones, en las que había recurrido a la distinta parafernalia del auto placer femenino. Pero estaba aburrida de hacer lo mismo. Ya, poco a poco, comen
guardaespaldas y su chofer la esperaban fuera del carro, con sus cabezas gachas, a pesar de que eran más altos que ella, se postraban
una parte del planeta, mientras que otro lado estaba amaneciendo. Eso era una de las grandes enca
amante del gimnasio. Se retiró las medias que le tapaban las piernas. Se limpió el maquillaje en su hermoso rostro y se puso ropa deportiva. En sus orejas había colocado unos audífonos, mientras escuchaba música relajante. Encendió la caminadora eléctrica e inicio a correr de forma lenta, para luego ir aumentándola. El sudor había mojado sus prendas, en tanto le bajaba por la frente y por el vientre. Destapó su termo y tomó agua, para calmar su sed y refrescar su garganta reseca. Abrió el sobre de una chocolatina y también se la comió; le fascinaba el chocolate. Esperó a reposarse, en el balcón, mientras observaba el iluminado panorama; ellos estaban allá debajo y ella en la cima del mundo, mirándolos desde el último novel de un gigante edificio, similar a una d
spuma. Había comentado su aburrimiento, con el estado actual de su vida; necesitaba que pasara una tormenta y la
o, el sol resplandeció con vehemencia y
manjares, ya que era uno los más caros, y nada más los más privilegiados eran los que podían acceder a él. Aunque a veces realizaban promociones y descuentos, para aquellos que quisieran disfrutar del servicio. Justo, hoy un evento de rebaja. Se dirigió a su mesa, a la cual ya había apartado con exclusividad en la zona VIP, alejado de todos los demás clientes; le encantaba el ruido, pero en fiestas, no cuando iba a comer o quería relajarse por cuenta propia, porque en esos casos, si le fastidiaba la presencia de otros y el esc
l levantarse, quedó pasmado con le increíble belleza de la mujer que es