ro
le quería pero de lo que no estaba segura es que me gustara. ¡Sí ya sé!, algo confuso hasta para mí. Le había dicho que su pasado me asustaba, y era cierto, pero él no, él no me asustaba en lo absoluto. Disfrutaba de lo que veía, era un hombre por demás atractivo, de rasgos duros y definidos, había cambiado su barba candado por una com
piel abrazadora pegada a la mía helada, era una sensación deliciosa por dem
que los señores haya
, no hagas mucho ru
ré a preparar
ntarme, Dilan me lo impidió abrazándo
s días
o que esto
no quieres q
sí, semidesnuda embriagándome con tu
ocía esa faceta
n beso, pero yo corrí mi cara y su beso al final tuvo como destino mi mejilla – comprendo – murmuró con algo de p
buenos días – y
me higienicé, me vestí con ropa que encontré en el armario y bajé a desayunar. Cuando entré en la cocina, Dilan ya es
que sig
ar la vista del periódico que
ta – algo habrá que hacer, no pode
ista para mirarme – permaneceremos aquí indefinidame
tengo u
pero aun así si quieres regresar a
no me estás
puso de pie, se dirigió a mí, pegó su fren
do a la ejecutiva – tomó un respiro – te lo suplico, Aurora, déjame protegerte – bajó sus manos por mis brazos y al encontrarse con la cicatriz, suspiró – nun
me miró, de una manera diferente a lo que lo
r de eso, se separó de mí, volvió a sentarse
al que no voy a
é juego
y a repetirlo más, creo que ya lo he dicho las suficientes veces como para que estés más que enterada. Pero, hace apenas un rato nada más, cua
n... -
s Aurora, t
pie y salió de la cabaña. Yo terminé mi
ora Aurora – escuché d
avor. ¿Y a que te refiere
doso, aunque no lo parezca, pero creo que nunca se había
De
observar como la mira, como se ilumina su rostro cua
í, ¿
ora, usted l
cia afuera, allí se encontraba Dilan, cortando leña, en un despliegue brutal de testosterona pura, ese
er llamarle, contarle lo que había pasado y avisarle que estaba bien, pero la búsqueda fue inútil, no lo encontré. Salí al balcón para preguntarle a Dilan que había pasado co
en el incendio, así como sus amigos y descendencias, no quiero ning
rás, el rostro cruel que llevaba
n se haga le avisaré –
so – y terminó
que no tuvo nada que
ie que supiera lo tramado, sino no termina
or las dudas?, ¿qué cla
dos a tal punto que podía sentir su p
urora, los Lob
es muy
asesinos, es nuestra naturalez
cambiarlo
no quiero. Es lo qu
zlo
rada y así se mantendrá. Si lo que quieres es un asesino arrepentido y rehabilitado
ne que ver Caín en
otros, pero ya no lo piensen, quédate con él pues es todo l
conversación a un terr
ipo de hombre que no soy, y no cambiaré p
n... -
os, me señaló negando con el dedo índice – te
o n
ro se detuvo en la puerta y
resentable, pues e
– corrí y me le paré e
ene en camino. Imagino que estarás
ila
e corrió de su camino para prosegui