as dos quedaron de nuevo en
no había llegado a descubrir el nombre de ese hombre con el que había hablado hace pocos segundos, pero eso podría solucio
gó Hariella a su secretaria Lena, quebr
e acercaran a Hariella de estafadores o farsantes. Tendría que averiguarlo primero antes de dar un veredicto acusatorio en contra de él, y eso se le sumaba cuando notó el cambio en la voz de su señora. Lena, era quizás la que más conocía a Hariella y sabía que en el fondo esperaba que le dijera qu
incero, pero a la vez podría ser un
rteza en tus
s llegaron al apartamento ejec
o fue impuesto por Hariella; ellos la hacían por su gusto. Llegó a la más grande de las oficinas y Lena le abrió la puerta. Allí se sentó en su cómoda y acolchada silla de escritorio de color negro, que más parecía el trono
a informa
cina con una carpeta marrón, en donde estaba el nombre
ora Hariella? -preguntó
todo. Pued
ó a Hariella sola en
a en los papeles-. Veinticuatro años, bastante joven y también muy alto. Terminó la carrera de pr
ado, cogió el teléfono de su escritorio y llamó a
riella? -preguntó Lena, al ins
fuera la primera vez que me vi
a cambiar en un parpadeo su genio. Además, no entendía la pregunta, a su señora nunca le había importado lo que dijeran de ella y menos de su apariencia. Ni para Lena, ni para nadie en la empresa, era un secreto que
", si lo era para él, mucho más para una mujer. Lena siempre había admirado a Hariella, porque a pesar de su dinero,
la respuesta y refl
extraño de su señora en el ascensor y ahora esa pre
r llamado la atención
y los había rechazado sin titubeo y de forma directa para que no hubiera confusiones. Un simple muchacho, aspirante a gerente en su empresa, no podía haber llamado la atención
anquila por su respuesta al ver el
o estafador. Si es malo, tendrá un precio por el cual quedará hechizado, y si es bueno, ignorará el dinero por completo. Pero por supuesto que él ha venido por
ordene, seño