spirantes de gerente de finanzas? -pregunt
fiado de que obtendría el puesto y la copia del currículo que había visto, era bueno y también
que sí, ya han t
resultados,
ía logrado captar la atención de su señora. Podría ser solo momentáneo, nada de lo que preocuparse. Se le pasaría después de la prueba que Hariella le había ordenado realizar. Pero, y si resultara cierto que desconocía de la identidad de Ha
? -preguntó Lena, con su acostumbrada do
arte -dijo Hariella,
de la reunión de la junta directiva
preparan
es, me
o media vuelta y puso sus codos en los soportes del asiento. Ni ella misma sabía por qué quería que él fuera el seleccionado y, por algún motivo, deseaba volver a hablar con él. Hermes había sido el único con el que hace muchos años disfrutaba de un
ía convertirse, en un instante, en un ángel malvado y despiadado. Volvió a acercarse a su escritorio y extendió su brazo hacia el moderno teléfono fijo, pero se detuvo ante de tomarlo en su mano. Bastaba una simple llamada al director de recursos humanos y un par de palabras suyas, y Hermes Darner se convertiría en el nuevo geren
intachable hoja de vida. Se debatió con ella misma y decidió no intervenir. Entonces, miró la hora en su reloj, la entrevista había acabado, pero tal vez podría verlo por las cámaras de seguridad. Abrió su computadora y al instante podía ver el panorama fuera del edificio de Industrias Hansen. Su ira pudo aplacarse cuando lo vio hablando con una ven
cioso y ambicioso, o
solo mostraban que era u
odía significar nada bueno y dedujo que les estaba diciendo que se fueran. As
ero fijo que solo utilizaba la presidenta de la empresa y Hariel
Hariella, imperativa y con
esidenta? -preguntó confun
ella. Si dejas que se vayan, ni mañana ni el resto
y se quedó a mirando la p
e en su cinturón comenzó a son
a de flores -dijo el líder de
e hiciera que se fueran a o
ue se marchen, ya no habrá un mañana para
rrió el cuerpo. Vio como la vendedora y el muchacho se alejaban y un fuerte palpito en su pecho l
que se vayan, pueden quedarse
uchas opciones y lo más seguro era de que alguien la haya dado la orden. ¿Pero quién? La presidente n
ó una sonrisa de satisfacción en sus carnosos labios pintados
ra un poco más, pron