mo-dijo Gabriel mirando a una muy
con dos intrusos nuevos y muy atractivos, nos dejó a solas. Gabriel se subió al mesón frente a nosotras
y por lo pronto pueden sacarle copia a nuestros apuntes de las clases de hoy-ofrecí b
ores?-preguntó Rámses a su hermano con una mueca de fastidio en sus
en aprobar necesitaran ayuda- respondí clavando mi mirada en Rámses come
labras. Él no me intimidaba, por el contrario su mal humor y su actitud arrogante me tenían cansada y eso que yo me caracterizaba por tene
ían nuestros cuadernos para sacar las copias y que estudiaríamos juntos para los exámenes que vinieran, hasta que se nivel
cuerpo que todos los chicos miraban y rostro bastante bonito, enmarcado con un cabello cobrizo largo y sedoso; en cambio yo que también era delgada, tenía más pierna y trasero de lo que deseaba y un cabello negro un tanto enrulado y
d carismática y alegre le había asegurado ingreso en todos los posibles grupos de estudiantes, y con él a pesar de lucir muy reacio, también había ingresado a Rámses; sin embargo era a Gabriel al que siempre veíamos jugando en la cancha con otros chicos, -porque si, habíamos conseguido u
uando no lograban entender algún jeroglífico de los que llamábamos escritura. Aunque en defensa de la verdad, er
a, porque tendríamos un examen en cada una de
al final de la semana y mientras esperábamos
espondí con sinceridad-. Deberías hab
pirar cuando estoy con él, además a ti también
as. ¿Qué clase de amiga sería si por solo egoísmo te hiciera ignorar esa opo
n?- Gabriel se acercó a nosotras, i
s casi al uníson
n ayudarnos este fin de semana a estudiar?-preguntó haciendo pucheros, como si el necesitase rog
ada a mi amiga para
yuda, pero ella solo me señalaba a mí por detrás de la espalda de Ga
ro celular y la verdad es que creo que sería una tortura tener su número de teléfono, tentándome
*
pensa a siempre extraviar todo: cualquier juego de llaves, papeles, cartera, e incluso una vez el auto. Me levanté de
en el cuello...-dije abriendo la pu
puerta con tanta fuerza que bien pude haberla sacado de su marco. Casi de inmediato escuché las ri
ala. Mi cabello desordenado era imposible de arreglar, llevaba una
guntó Gabriel y lo es
spiro y resignada no tuve más opciones que abrir la p
o Gabriel entrando con paso liger
vista desde mis pies descalzos, mis piernas desnudas y mi escote. Cuando nuestros miradas se encontraron se ruborizó más rá
espondí en cuanto se sentaron en el m
, como decían
o cerré la puerta. No pude evitar sent
egaron. Pónganse c
mbón-dijo Rámses
tos, aunque eso era inhumano. Desenredé mi cabello y aplicándole crema logré domarlo y trenzarlo, y por fin me cepillé los dientes. Me coloqué unos pantalones ho
deos musicales. Rámses estaba en su mundo
briel- quizás podamos ir a buscarla p
s papás. Pero gracias por el ofrecimiento, qu
esto. Acababa de asegurarle
en los estudios. Cuando por fin llegó lucía unos jeans ajustados, una camiseta negra sencilla y su cabello suelto cay
da como su raro hermano para que ellos pudieran conversar. Tenía sentimientos encontrados, por una parte quería participar en la conversación, pero no quería robarle
bra desde que se burló de mi pijama. Suspiré con frustración, era un ser tan poco sociable que era exasperante, quizás si el conversara un poco pudiese distraer mis pensam
no se veía acalorado a pesar del calor que estaba haciendo. Se giró para buscar algo en su bolso y unas líneas
miras?-preguntó
. ¿Siempre eres así de comunicativo?- mi sarcasmo lo hab
é para saber que pretendía pero me ignoró. Me levanté detrás de él. Lo vi asomarse en las habitaciones que consiguió, aunque estuviesen c
cidos. Se acercó a mi biblioteca y admiró todos los libros que había. Llegó hasta el escritor
os cruzados. Por extraño que parezca no me sentí
a despreocupada y se lanzó sin n
rigada en ver sus tatuajes; las puntas de mis dedos picaron con desespero por trazar cada línea que tuviese dibujada. Sorprendida por mi deseo repentino, sentí como el calor se ag
el y Marypaz, con un tarro de helado bastante gran
tó Gabriel buscánd
je apenada causando que ambos
ojos que lo miraban. Pasó a mi lado guiñándome un ojo y yo solo giré los míos. Pude sentir l
contraba preocupada por mi mamá, pues no había sabido de e
mentó Pacita tratand
bles números preguntando por ella, pero no tuve suerte. Mis manos temblaban
ue-ofreció Pacita, pero decliné su oferta, había estado
s hará más tarde- trat
lleva a casa a Pacita - dijo Rámses sentado desde el sofá, lanzando las llaves del au
ijo?-pr
ió Gabriel a su hermano,
é mis brazos y con el ceño fruncido les exigí:
us cuadernos y los de Pacita. El gesto dulce no pasó desap
esario-dije un
ait- No pregunté si podía - res
hazlo en un idioma
clavó sus ojos en mí retándome a contradecirlo
harse con Pacita. Mi amiga, en cambio, me dio un fuerte abrazo y me prometió llamar en cuanto llegase a la casa. Me dio varias palabras de a
u mamá se desaparezca de esta f
... no ha estado bien de un tiempo para acá. Siempre ha sid
- preguntó con
añó-confesé sin pode
a sentido cómoda hablándolo ni con la psicóloga del instituto, pero por alguna extrañ
las pistas que el dejaba en su ligereza. Se pensaría que eso la haría prestar más atención a sus actividades, pero en cambi
os en silencio que se me antojaron eternos, Rámses se levantó del sofá y tomó mi mano
el buscador y descargar un programa en mi computadora. No quise preguntarle nada, porqu
ular de tu mamá y e
mación. Se levantó de la silla del escritorio y me sentó en ella. Se agachó hasta quedar a mi altura, haciéndome cosquillas con su c
dea bastante cercana de donde se encuentra. Como está apagado, te dará la última ubicación cua
aparecían en la pantalla,
inmediato. Rámses me dedicó una mirada div
muy bien pero que quería con desespero olvidar. Le di un corte asen
siseé apenas at
a característica, causándome puntada
co
l-le anunci
amos. Y que ella estuviese ahora con él, me hería profundamente. Lo llegué a querer como mi verdadero padre, ese al que nunca conocí, por muchísimos años
ecir, pero debió notar mi cara tan confundida co
e viese llorar. Pero sentí sus brazos tibios y fuertes abrazarme, dejando
mses podría llegar