ni
ra il
dive
o era un lugar muy adecuado para estar, pues había drogas, mucho alcohol y hasta algunos mafiosos, pero supongo que siempre me llamó la atención e
or amigo, Sam, quien me trajo por primera vez. Esa noche la pasé tan bien, me divertí tanto, que quise seguir viniendo y viniendo, y así era hasta el día de hoy. Claro, solo mis amigos sabían sobre esto, y algunos conocidos, pero mi familia no tenía idea de lo que su preciosa hija, la chica inteligente, estudian
uso a perder dinero si no cruzaban la meta primero, pero jamás me interesó entablar una conversación con algunos de ellos ni mucho menos presentarme
si tenía algo que ver con las empresas Stelles, una de las empresas más famosas y multimillonarias de todo Australia. No me convenía que nadie supiera, porque sabía que preguntas clasistas como "¿qué hace una chica de alta categ
é a Sam, quien me miraba c
sola carrera desde que empecé a correr. Sé que ga
él. Lo sabía porque ya lo había visto correr muchas veces, y en todas esas carreras, él vencía a sus contrincantes. Y con mucha ventaja. Sam era una
unté, feliz por Sam, pues luego de ganar esta carrera, él tend
te del peligro y de la adrenalina que yo. A él le gustaba arriesgarse en estas carreras, le gustaba correr, algo que nos diferenciaba, porque, a pesar de tener mi carácter, yo me ca
a genial en donde estaba
uí, pero no tanto. Dicen que es bueno corriendo, ha corrido otras v
edo. No quería que nada malo
do cuando estés al volante.
ermosa, yo puedo co
como no
partida-. Ese ese chico que va ahí, el que se está por subir al a
o de negro: jeans, remera, zapatillas y chaqueta. Tenía una expresión molesta en su rostro, pero, de
bió a
ce en
be que lo venceré -Sam s
Sam-. ¡Mucha suerte! -N
siempre se colocó en medio de los autos con una bandera en sus manos, supe que la carrera iba a comenzar
a, ambos autos arrancaron disparatados, con entusiasmo, con adrenalina, con ese deseo incesable de ser a
con o
ra mi