tremeció al escuchar esa historia. Abrazó c
uno de los clientes dará una gran fiesta, ha pedido una dama de compañía. -Miró de pies a cabeza a Paula-, con un vestido elegante, algo de maquillaje, unos tacones, no quedarás mal, además no tienes q
y sus hermosos ojos marron
o creo que no te pidan sexo, esos hombres pagan por mujeres, es obvio que quieren algo más
con mi jefe -mencionó Luciana-, te voy a mostrar al cliente. -Sacó su móvil del bolsillo de atrás
ractivo, de mirada profunda y azulada, su cabello era claro, se l
un hombre de má
hasqueó l
adinerada, gasta el dinero de sus padres a man
retó los
r necesidad, esa gente solo nace para gastar, y los que en realidad n
lo bien, el trab
azules hermosos, la piel nacarada, las facciones finas, el cabello claro, parecía un prín
*
scoteca en la cual Juan Andrés Duque, hijo de uno de los hacendado
varonil presencia, sonrió con va
, y esperó con impaciencia la llegada de su acompañante, miraba su re
coteca, miró a todos esos elegantes hombres que no le
, y entonces volteó para irse, no
e un hombre, ella se erizó y detuvo el pas
ó profundo, giró sobre sus ta
ió con la vo
ven -dijo
*
l y elegante vestido carmín, apareció una joven mujer de piel bronceada, y larga, brillante y lisa cabellera castaña, caminando por el salón, no
omendó el doctor -pronunció Juan Andrés,
al notar como la mirada de
ente -susurró el sujeto que la aco
dio de la gente, llegó frente a él,
la garganta, era como si las palabras no salieran de su boca. Lo miró a él, y era mucho más atr
ayúdame!»
ascina el misterio. -La invitó a sentarse a su lado. -¿Q
, la piel se le erizó, entrela
-sol
negó con la cabeza, alzó una de
ra mí, y una piña colada p
icor -dijo ella a
un ojo-, y ahora que te veo en persona, podría doblar el precio, o triplicarlo si l
trevida propuesta de aquel hombre. Las mejillas
, inhaló profundo-, me contrataron solo para
és ladeó
des llamarme Andrew -indicó-, ven vamos a b
colocó sus fuertes manos en la cintura de ella, y
ciana?» se reprochó, se sen
Es tu primera vez? -cue
sofisticada fragancia que él desprendía, además su mirada era profunda, y no dejaba de observarla, y eso la hacía temblar de nerviosismo
agradaba que la tocaran, no estaba acostumbrada, y de
e, lo empujó con todas sus fuerzas y lo abofeteó estampando sus dedos e
o! -gritó
la, la miró con profunda ira
arandeó-, ninguna mujer hace esto. -Señaló su mejilla enrojecida con evidente molestia-, pondré una queja
cudió del a
zules de él-, prefiero pedir limosna en la calle, que ser el juguete de un n
cabeza al escucharl
rando agitado-, aquí no ha pasado nada
as pagarás, nadie se atreve a
*
rten
uede tener el mundo a sus pies, si no les agrada este tipo de historias, les recomiendo pasa