SOY LA PERVERSIÓN DEL JEFE *PARTE 2* Él creía que ella siempre estaría a sus pies, que toleraría su crueldad con tal de no perder lo que tenían. Después de todo, estaba seguro de que nadie podría darle lo que conseguía con él. Sin embargo, ella se cansó y aquella noche desapareció de su vida. Sebastián no imaginó que aquella inexperta en el sexo podría ser capaz de mover el mundo bajo sus pies y, aunque hizo de todo por negar sus sentimientos y destruirla por completo, terminó siendo quien se arrodillara ante ella y suplique el perdón, pero para cuando él la localizó, ya había alguien que tenía puesto sus ojos en ella. Ariana estaba dispuesta a ponerle fin al capítulo más doloroso de su vida. Y es que su enfermiza obsesión por el Licenciado Vega terminó con sus sueños de ser una gran abogada y con una amistad de años. O era así como ella consideraba la relación que tenía con Ana, porque tan pronto abandonó la ciudad, ninguna de las dos se interesó en saber de la otra. Un año había pasado y en ese tiempo sus vidas habían dado un giro de 180°. Por un lado, él no había perdido sus manías y ya tenía a otra mujer que cumplía a la perfección con sus exigencias. Por el otro estaba ella, que llevaba meses en una relación con un hombre casado que, además de ser un excelente amante, era su jefe. Cuando Ariana debe regresar a Buenos Aires, se entera de que Sebastián tiene una favorita y descubre que no es otra que Ana, su ex mejor amiga. El resentimiento resurge y lejos de escapar por segunda vez, decide hacer hasta lo imposible para cobrarse lo que le hicieron, aunque eso signifique introducirse en ese mundo perverso del que se juró, no regresar jamás. ¿Será capaz de destruir la vida de las dos personas que más ama o dejará que una vez más Sebastián la manipule y la arrodille a sus pies? Una traición, muchas mentiras y un deseo de venganza que crece.
-Creo que deberías terminar con León.
-Y Tú no deberías meterte en mi vida.
-Ariana, ese hombre está casado -hizo una pausa-, definitivamente estar con tu jefe no te hará sacar toda la mierda que tienes dentro.
-Quizás no, pero a mí nadie me vuelve a traicionar, ni mucho menos a jugar con mis sentimientos -dije con toda seguridad y Melina, la chica con la que estaba compartiendo el departamento, solo se retiró hacia su habitación y me dejó sola en la mía mientras terminaba de arreglarme para la cita.
Había pasado un año que había tomado la decisión de escaparme de la ciudad y nadie, ni siquiera mi propia familia, sabía dónde me había hospedado. Simplemente, no quería que el enfermo de Sebastián se apareciera de repente a arruinar la miserable vida que estaba intentando reconstruir. Aunque cada vez que cambiaba mi número, él volvía a encontrarme.
Ni bien llegué a Ushuaia, conocí a Milena y como las dos estábamos solas en la provincia, tomamos la decisión de vivir juntas y al poco tiempo conseguí trabajo en una vinoteca como mesera, que, aunque el sueldo no me era suficiente, me las había arreglado lo suficiente como para sobrevivir los primeros tres meses, luego me di cuenta de que podía utilizar mi encanto para conseguir lo que deseaba y el primero en caer fue mi jefe.
León Venedetti casi doblaba mi edad. Siempre había tenido ese morbo de estar con un hombre más grande que yo en la cama y con sus cuarenta y tantos años, pero con una imagen que no le daba más de treinta y cinco, era más experimentado que Sebastián y para ser sincera, me tenía obsesionada la manera sucia y perversa con la que me hacía el sexo cada vez que nos encontrábamos, aunque su único defecto era aquel anillo de bodas.
Para nadie era un secreto que el muy cretino engañaba a su esposa, pero la realidad iba mucho más allá de una simple infidelidad. Los dos tenían una relación abierta y así como él, su esposa estaba acostándose con otro desde hacía algunos años y aunque yo no compartiría ello, se trataban de sus sentimientos, los que no me interesaban en lo más mínimo. Por supuesto que ese detalle de su vida no me correspondía andar ventilando. Aunque a muchos les provocaba curiosidad saber.
El celular sonó una vez más y el número desconocido solo avisaba que se podía tratar de una sola persona: él
*Número desconocido. 20:07 p.m.*
Voy a encontrarte, aunque te vayas al fin del mundo,
aunque no quieras responder a mis llamadas.
Aunque te duela saber todo lo que he hecho por olvidarme de ti,
voy a dar contigo.
Ariana, recuerda que no importa con quién estés, cuántos
hombres lleves a tu cama, porque siempre estaré ocupando ese lugar
al que nadie, aunque lo intenten, podrán llenar. Tu corazón.
Eres mía, no lo olvides.
Licenciado Vega.
La ira una vez más me sacó de mis cabales y en menos de dos meses, era el tercer celular que terminaba estrellando contra la pared.
Me sentía frustrada. Cada vez que creía que podía buscar otra manera de olvidarme de él, se las ingeniaba para aparecer y arruinarme las cosas.
De repente la herida volvía a abrirse y me desangraba una vez más.
Me rompí y el llanto desconsolado no demoró en advertirle a mi compañera que algo andaba mal.
-¡¿Qué pasó?! -corrió hasta mí, que yacía en el suelo cubriendo mi rostro y ahogando los gritos. No respondí y ella insistió -: Ari, ¿qué pasó? Por favor, no me asustes-. En ese momento vio las partes mi celular esparcidas por la habitación y lo supo-. Hay mi amor, ven aquí -envolvió mi cuerpo con sus brazos y me rompí-, llora todo lo que necesites. No te guardes nada -y no lo hice.
Siempre era lo mismo: cambiar el número de mi celular y todo lo que ello significaba y en una semana la historia se volvía a repetir. Estaba harta y luego de varios meses, explotaba en llantos.
Había olvidado que el amor podía doler tanto. Que esa sensación de vacío junto a la desolación podía sentirse tan asfixiante, pero sabía que todo era más que necesario. Sebastián no me merecía, pero aun así una parte de mí quería estar con él y la otra había muerto aquel día en el que había tomado la decisión de escaparme de todo lo que su imagen representaba, porque cuando quise darle vuelta a la página, las cosas no habían salido para nada bien.
-Nunca me dejará en paz -dije luego de un rato, aunque con un nudo que seguía atorado en mi garganta.
Melina me apartó de su cuerpo para tomar mis mejillas y repetir lo mismo de siempre:
-Debes volver a denunciarlo-, pero negué. Necesitaba dejar a Sebastián y a mi vida en el pasado.
-No.
-Esto que hace es acoso, y lo sabes. Debes demostrarle a ese infeliz que no puede hacer contigo lo que quiera.
-Te he contado cómo es que ocurrieron las cosas. Sabes que tiene los contactos suficientes para salir aireado de cualquier denuncia. Así como hizo con la anterior. Sebastián es un maldito psicópata que no va a parar hasta encontrarme.
-Por eso mismo. Algo tienes que hacer. Ese hombre es solo siente por ti una obsesión enfermiza que a la larga empeorará las cosas. Repito, tienes que hacer algo.
Melina tenía toda la razón, alguien debía pararlo, pero una denuncia ya había demostrado que no fue suficiente, ¿por qué ahora sí?
Cuando me tranquilicé, ella se marchó y fue cuando recogí los pedazos del celular y lo volví a armar. Por suerte seguía funcionando, aunque mientras esperaba a que se iniciara una parte de mí esperaba que los mensajes se detuvieran y la otra quería que él no dejara de buscarme. Era una manera de sentirme ligada a su perversa obsesión. Era una maldita enferma como él, pero no había más mensajes.
-¿Estarás bien? -Apareció Melina una vez más en mi habitación. -Porque si quieres puedo traer el colchón y te hago compañía.
Era una muy buena persona, aunque no sabía mucho de su vida privada, solo que se escapó de su pueblo cuando descubrió que su prometido se acostaba con su madre, pero no había ahondado en detalles.
Solo éramos las dos en una ciudad que nos quedaba grande, y que solo buscábamos reconstruir nuestras vidas luego de ser traicionadas por las personas que amábamos.
-No te preocupes. Dormiré.
-Sabes que estoy. Solo llámame.
Ella se fue, me dejó sola para atormentarme, una vez más, con el video de Sebastián y Ana teniendo sexo y recordarme aquel sentimiento que no debía olvidar: el odio.
Cuando el sueño por fin me envolvió, mi menté viajó a esas horas previas a cuando la burbuja finalmente explotó...
Lo que debía hacer era sencillo, pero nunca imaginó que una simple reunión de negocios le cambiaría la vida. Él se quedó obnubilado con la manera en la que ella balanceaba su cuerpo pegado al tubo. Sus miradas se encontraron y el deseo no tardó en encender una llama que amenazó con quemarlo todo desde el primer momento. Afrodita era la bailarina más codiciada del The Clíamax. No había hombre en el club que no quisiera meterse entre sus piernas, pero ella es un alma libre que no se amarra a ninguno. Ella solo esta allí para hacer lo que más disfruta: bailar, pero aquella noche iría a ser diferente porque nadie le dijo, que allí, entre tantas miradas de lobos hambrientos, encontraría el amor.
Una estudiante de doctorado obstinada y libre. Un asesor enigmático. Vera, se había obsesionado con una cosa, que su maestro caiga rendido ante su seducción, y él cedió. Aunque no esperaba que se convirtiera en el más grande e interesante de sus misterios, y ella, que siempre había estado encantada con lo nuevo y lo desconocido, invierte en todos los sentidos para provocarlo, para tenerlo, sin importarle las consecuencias y los secretos que los rodean.
Tras el homicidio de su esposa, se había convertido en un hombre cruel y despiadado al que solo le importaba cumplir con su única misión en la vida: acabar con la existencia del hombre que la asesinó, pero como en todo acto de venganza, a veces puede haber daños colaterales y ella fue uno de ellos. Ella solo quería estudiar y ayudar a su familia a salir de la miserable vida que tenían, pero la repentina muerte de su hermano mayor la obligó a dejarlo todo y hacerse cargo de una hermana en plena adolescencia, y una madre discapacitada con una dependencia al ciento por ciento. Cuando consigue un trabajo con una muy buena paga, ella cree que las cosas mejorarán, pero el destino es una mierda y lo que hace es servirla en bandeja de plata a su verdugo, porque su jefe no era nadie más que el esposo de la mujer que su propio hermano había asesinado en un asalto. Tan pronto él se entera de que su nueva empleada llevaba la sangre del asesino, idea un plan para destruir su vida, y aunque enamorarla era lo más fácil, no contaba con que su hermano se enamoraría de ella y que sería un obstáculo para el terrible infierno al que, de todos modos, la condenará. Ella, ¿será capaz de escapar de las garras del psicópata de su jefe o él será más inteligente y logrará su cometido?
Tras descubrir la infidelidad de su prometido, Clara decide regresar a su ciudad y a refugiarse en el amor de sus amigos y en especial de Aria, su mejor amiga, quién además de tener gustos sexuales pocos convencionales, tiene un hermano mayor, conocido como un El maestro de las Artes de la dominación, quien está enamorado de la joven desde antes de su matrimonio. En un acto de amor para con las dos personas que más quería, Aria, decide contactarlos y los dos se vuelven cercanos. Ni Clara ni León imaginan que se trata del otro, por lo que, luego de entrar en confianza, deciden aceptan cumplir sus más perversas fantasías y participar juntos en una sesión. Ella se entrega a él como sumisa, abnegada a sus deseos. Él toma su entrega para enseñarle que hay mil formas de disfrutar de la sexualidad. Desde el primer encuentro se sintieron diferentes. Nunca antes se habían sentido tan conectados en cuerpo y alma. Ni tampoco, habían sentido la necesidad de estar juntos. No podían entender por qué se habían metido uno el la mente del otro, solo sabían que el resto no importaba cuando estaban piel con piel. Él la completaba como ningún otro lo había hecho. Ella iba ganando más espacio en su pecho como no existió ninguna antes. Ella era su sumisa perfecta. Él era su señor, su maestro. Su mundo y todo iba a bien, hasta que se enteran de que fueron parte del plan de Aria. ¿Qué pasará cuando descubran sus verdaderas identidades? ¿Podrán ser capaces de olvidarse de todo y vivir en ese frenesí de deseo y pasión o preferirán alejarse por el miedo a los sentimientos que comienzan a manifestarse con más fuerza?
Él, con una actitud arrogante que cree que ha nacido para que complazcan todas sus exigencias. Que no le importa pisotear la dignidad de ninguna otra persona con tal de obtener lo que desea y pretende que lo traten como un Dios, se encuentra con la horma de su zapato. Ella, estudiante de abogacía y que odia a los hombres con una personalidad como la de él, tiene la mala suerte de caer en su estudio para realizar sus pasantías y desde el primer minuto se odiaron. Pero dicen que del odio al amor hay un solo paso y estos dos, dieron mucho más que uno. Ana, sin saberlo, se convertirá en su objeto de deseo y se verá envuelta en su apariencia depredadora que logrará obnubilarla y poner a disposición su voluntad logrando arrodillarse a sus pies. “Deseo, pido y obtengo” una frase que define a este hombre.
Ellos se desearon desde el primer día en el que se vieron, solo que su vida personal no les permitió poder vivir un romance como el que deseaban. Durante varios años estuvieron separados, él se casó y tuvo un hijo sin que ella se enterará, y en ella nació una obsesión que se alimentó de envídia la que la llevó a hacer lo que sea para quedarse con él, sin imaginar que nada sería tan fácil. Maia, Sebastián y un amor imposible que pondrá en riesgos sus vidas privadas y profesionales.
Kaitlin se enamoró de Alan a primera vista, pero no consiguió conquistar su corazón ni siquiera después de tres años de matrimonio. Cuando su vida estaba en juego, él lloraba ante la tumba de su amada. Eso fue la gota que colmó el vaso. "Divorciémonos, Alan", dijo Kaitlin. Después del divorcio, Kaitlin prosperó en su nueva vida, ganando fama internacional como diseñadora. Recuperó la memoria y reivindicó su legítima identidad como heredera de un imperio joyero, al tiempo que asumía su nuevo papel como madre de dos preciosos gemelos. El pánico se apoderó de Alan cuando vio a los pretendientes alrededor de su exesposa. "Me equivoqué, cariño. Por favor, déjame ver a nuestros hijos", le suplicó Alan.
El día de su aniversario de boda, la amante de Joshua drogó a Alicia, que acabó en la cama de un desconocido. En una noche, Alicia perdió su inocencia, mientras la amante de Joshua llevaba a su hijo en el vientre. Desconsolada y humillada, Alicia pidió el divorcio, pero Joshua lo consideró una rabieta más. Cuando finalmente se separaron, ella se convirtió en una artista de renombre, admirada por todos. Consumido por el remordimiento, Joshua se acercó a su puerta con la esperanza de reconciliarse, solo para encontrarla en brazos de un poderoso magnate. "Saluda a tu cuñada", dijo este.
Sólo había un hombre en el corazón de Raegan: Mitchel. Tras dos años de matrimonio quedó embarazada. Raegan se sintió muy feliz. Pero antes de que ella pudiera darle la noticia, él solicitó el divorcio porque quería casarse con su primer amor. Más tarde, Raegan tuvo un accidente y, tumbada en un charco de su propia sangre, le pidió ayuda a Mitchel. Sin embargo, se fue con su primer amor en brazos. Afortunadamente, Raegan escapó por poco de la muerte y decidió retomar su vida. Años después, se hizo famosa en casi todo el mundo. Después del divorcio, Mitchel se sintió muy incómodo. Por alguna razón, empezó a extrañarla. Le dolió el corazón cuando la vio sonreírle a otro hombre. En la ceremonia de su boda, él irrumpió y se arrodilló. Con los ojos rojos, preguntó: "¿No dijiste que tu amor por mí era inquebrantable? ¿Por qué te casas con otro hombre? ¡Vuelve a mí!".
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Era una doctora talentosa de fama mundial, CEO de una empresa que cotiza en bolsa, la mercenaria más formidable y un genio de la tecnología de primer nivel. Marissa, una magnate con una plétora de identidades secretas, había ocultado su verdadera identidad para casarse con un joven aparentemente empobrecido. Sin embargo, en vísperas de su boda, su prometido, que en realidad era el heredero perdido de una familia adinerada, canceló el compromiso, incluso la humilló y se burló de ella. Cuando las identidades ocultas de la chica salieron a la luz, su exprometido se quedó atónito y le suplicó desesperadamente que lo perdonara. De pie, protector ante Marissa, un magnate increíblemente influyente y temible declaró: "Esta es mi esposa. ¿Quién se atrevería a quitármela?".