Instalar APP HOT
Inicio / Romance / DIME SI ERES ELLA..
DIME SI ERES ELLA..

DIME SI ERES ELLA..

5.0
5 Capítulo
55 Vistas
Leer ahora

Acerca de

Contenido

Peggy Tylor, una hermosa niña rubia de ojos verdes; creció entre animales, entre tierra y montañas, y al lado de su anciano abuelo. Sin casi notarlo, se va convirtiendo en una preciosa mujer. Una señorita de diecisiete años que recibe muy contenta la visita de su gran amigo Sam Dawson, cada vez que este sale de vacaciones de su escuela y regresa a casa de su tío. Con el paso del tiempo, Sam se comporta como un joven malcriado y egoísta que comienza a ver en Peggy la gran oportunidad para saciar sus instintos. Ingenua a todo esto que su gran amigo comienza a ver en ella, la hermosa salvaje se deja seducir por quien considera su amigo, pero cuando se da cuenta de la realidad de sus intenciones, ella decide comenzar una nueva vida incitada por el desprecio hacia los hombres. Pasa el tiempo, y la nueva Peggy, reaparece en la alta sociedad como Erika Ivanova, una mujer educada y elegante que solo conserva de aquella chiquilla harapienta su gran belleza. El encuentro que tiene con Alan Dawson, el distinguido y apuesto tío de Sam, hace que aflore en ella emociones desconocidas y contradictorias, que la hace dudar de su deseo de venganza y hasta de sus propios sentimientos.

Capítulo 1 - SAM.

--Oye Mauro, ¿todavía no tienes listo mi caballo? Desde ayer te dije que esta mañana quería salir muy temprano a montar porque quería que lo tuvieras listo. ¡Eres un inútil Mauro! Si sigues así le voy a tener qué decir a mi padre que te despida. ¡Anda, que te apresures te digo, prepara ya mi caballo que quiero salir de inmediato! Ensíllalo y prepáralo para una muy larga carrera.

El viejo sirviente Mauro seguía sin moverse.

--¿Pero me estás oyendo Mauro o te has quedado sordo? ¿Por qué no te mueves imbécil? ¿Dónde demonios has dejado los oídos esta mañana?

El señor Dawson que leía cómodamente el periódico en un pequeño pero cómodo saloncito, alcanzó a escuchar los gritos de protesta de Sam hacia Mauro y sonreía divertido, al mismo tiempo que levantaba la cabeza para alcanzar a escuchar mejor. Cruzó las piernas y encendió lentamente un cigarrillo con una absoluta tranquilidad muy característica en él, recargó la cabeza sobre el respaldo de su silloncito y esperó pacientemente. Estaba seguro de que escucharía la respuesta de su fiel capataz Mauro a través de la gran ventana que se encontraba abierta.

Y ciertamente, la voz ronca y pausada del buen sirviente pudo ser escuchada muy clara y transparente por Alan Dawson, y eso lo dejó aún más tranquilo.

--Disculpe usted joven Sam, pero el señor Dawson me ordenó ayer que los paseos que usted tiene por la pradera en caballo ya no se harían más, me prohibió ensillar el caballo. El joven me ha de perdonar, pero sólo cumplo las órdenes de mi patrón el señor Dawson.

--¡Qué órdenes del señor Dawson con mil demonios! __Refunfuñó Sam con voz grave y fuerte__.

--Nadie aquí puede prohibirme ir a cabalgar a la pradera. ¿Lo entendiste Mauro? No existe una fuerza humana que me prohíba darme ese placer. Así que ensilla el caballo, pero ya, porque si no lo haces lo haré yo y te vas a atener a las consecuencias. He dicho que voy a la pradera y voy a hacerlo por encima de todo.

Alan Dawson que seguía escuchándolo todo desde el saloncito, dejó el periódico sobre la mesita de centro y se puso de pie. Sus ojos grises, claros y transparentes brillaron de una manera intensa. Apagó su cigarrillo en el cenicero y después, muy despacio, metió las manos dentro de la chamarra de cuero color marrón que traía puesta, y con la boca muy sonriente, se dirigió hacia la caballeriza donde se imaginaba a Sam lleno de rabia e impotencia.

Y sí, cuando llegó ahí vio al joven zarandeando a Mauro con toda su fuerza.

--Sam... __Le habló Alan Peñalver con voz normal__.

El muchacho dio la vuelta y sus ojos brillaron aún más de enojo.

--¿Por qué me lo prohíbes? __Le preguntó en cuanto lo vio.__

Alan encendió un nuevo cigarrillo sin ninguna prisa y comenzó a caminar de nuevo hacia el pequeño saloncito y entró en él seguido por Sam.

--Siéntate Sam. __Le indicó serenamente__. Yo también voy a hacerlo, ayer cabalgué mucho y estoy un poco cansado.

--¡No te pregunté eso! __Replicó Sam pálido por la rabia que ardía en su corazón de joven consentido__.

La boca de Alan emitió una risita burlona.

--Mi Querido Samy, no estoy acostumbrado a que te preocupes por mi salud porque tú vives para tus propias satisfacciones, y sé que te importa muy poco cómo estamos y lo que hacemos los demás. Pero y bueno, las cosas son así y qué le vamos a hacer.

Y prosiguió diciendo...

--Aunque temo que mi querido Samy se convierta en un pobre cuervo, de esos que crías y te sacan los ojos.

--¿Pero por qué me hablas así? Nada de lo que me estás diciendo me interesa. ¿Lo entiendes? Ahora se trata de que quiero ir a montar y tú me lo prohíbes. ¿Con qué derecho haces eso?

Alan se puso de pie. Él era alto y fornido, poseía una gran elegancia, un porte que abrumaba al muchacho que lo contemplaba con ojos vidriosos por la ira, y Alan soltó una carcajada estridente.

--Escúchame muchacho... __Le dijo Alan, sin que Sam se diera cuenta de la pena que sentía por él__.

--Me preguntas con qué derecho te prohíbo ir a la pradera a cabalgar. En primer lugar, ese derecho me lo da la tutela que tengo sobre ti. Sabes muy bien que no soy tu padre, ¿verdad? Y no me explico todavía cómo demonios te enteraste de eso pero me tiene sin cuidado, no me importa. El caso es que lo sabes y eso me ayuda a quitarme un peso de encima... __Quedó pensativo un momento Alan y dijo:__

--Es curioso, cuando mi hermano murió lo vi tan desgraciado, tan infeliz, que no me costó ningún esfuerzo prometerle que cuidaría de ti. Es una pena que aún existan en el mundo personas tan locas como lo fue tu padre. Sabes muy bien que no era y nunca fue feliz. Una mujer que no conozco te trajo al mundo y yo te reconocí como mi sobrino porque eres el vivo retrato de mi hermano... Sin dudarlo te di mi protección, te nombré mi heredero, y aunque no me interesa para nada casarme, de cierta manera renuncié a la felicidad para que tú estuvieras bien.

¿Y todavía me preguntas con qué derecho te prohíbo subir a la pradera? Vamos Sam sé razonable, y no me incites a cometer un disparate del que tal vez pueda arrepentirme después.

El muchacho bajó la cabeza y apretaba muy fuerte los labios. Odiaba mucho a su tío Alan porque era un hombre de verdad, con un corazón muy grande y una gran fortuna que algún día sería suya, aunque faltaba mucho tiempo para eso. Porque Alan era joven, fuerte, muy culto e inteligente. Era un hombre que codiciaban muchas mujeres, y por esa razón también lo odiaba con toda su alma, porque era una persona que mucha gente quería por su bondad, por su nobleza y por su sencillez, y Sam no sabía valorar el gran cariño que sentía Alan por él.

--En segundo lugar Samy, te ordeno que no vuelvas a la pradera, porque esa pobre muchacha, esa chiquilla inocente e ingenua, no merece que la pises como si fuera una pobre florecita.

Hace años, cuando aún eras un niño y subías a la pradera con Mauro para jugar con la nieta de Don Cástulo, me gustaba mucho que lo hicieras. Es más, me sentía encantado porque creía que hacías una obra de caridad. ¡Pero ahora ya no! __Gritó Alan por primera vez un poco excitado__.

--Ahora tú ya eres un hombre y ella es una mujercita, y se murmura en el pueblo que es una muñeca brava, que tiene una belleza sencilla pero muy atractiva, y que es capaz de volver loco a cualquiera con esa hermosura y que carece de civilización. ¿Qué piensas de ella Sam, acaso te gusta y estás enamorado? ¿Piensas acaso hacerla tu esposa?

Sam alzó rápidamente su cabeza rubia, y sus ojos verdes totalmente inexpresivos miraron fijamente a Alan, viéndolo como si no entendiera bien lo que le preguntaba.

--¿Casarme yo con ella? __Preguntó casi entre dientes, como si Alan estuviera diciendo una barbaridad__.

Sam se acercó a su tío y le preguntó:

--¿Me dejarías casarme con ella? ¿Acaso no me lo prohibirías?

Alan levantó los hombros despreocupado e indiferente.

--Si estás enamorado de ella y yo tuviera la seguridad de que la harías feliz, ¿por qué iba a prohibírtelo?

Sam se quedó con la boca abierta incrédulo.

--¿En verdad estás realmente enamorado de ella? __Le preguntó Alan escudriñando la mirada y la actitud de Sam__.

--¿Tú la conoces?

--Sé que existe desde hace diecisiete años y la vi una o dos veces cuando era una niña, pero hace mucho tiempo de eso, y no me ha interesado conocerla ahora actualmente. Cuando tu estabas en el colegio e iba yo solo al pueblo, he escuchado hablar de ella, y se dice que vive como una salvaje, que anda descalza y en harapos. Cuando ve a la gente corre al jacal donde vive con su abuelo y no salen de ahí en todo el invierno. Y que ahí ellos dos, pasan las noches de tremendo invierno con mucha nieve acurrucados en un rincón, tapados con pura paja y mantas viejas... Se dicen tantas cosas de ellos, pero no me interesan. Pero supongo que tú sabrás toda la verdad sobre ellos... ¿o no?

Sam se puso tenso y tragó saliva. Porque sí, él sabía la verdad, toda la verdad.

Seguir leyendo
img Ver más comentarios en la APP
Recién lanzado: Capítulo 5 - ¡SERÁS MÍA!   01-23 14:59
img
MoboReader
Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY