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"¡Firma los papeles del divorcio y lárgate!". Leanna se casó para pagar una deuda, pero fue traicionada por su marido y rechazada por su familia política. Viendo que sus esfuerzos eran en vano, aceptó divorciarse y reclamó su mitad de las propiedades. Con la cartera repleta gracias al divorcio, Leanna disfrutó de su nueva libertad. Sin embargo, la amante de su ex la acosaba, pero Leanna logró lidiar con ella. Además, ella retomó sus identidades de hacker de primera, campeona de carreras, profesora de medicina y diseñadora de joyas de renombre. Entonces alguien descubrió su secreto. Matthew sonrió y le preguntó: "¿Me quieres como tu próximo marido?".
"¡Firma los papeles del divorcio y abandona la familia Griffiths de inmediato!".
Unas hojas aterrizaron abruptamente frente a Leanna Jackson. A primera vista, la firma en la parte inferior del documento era inconfundible: pertenecía a Joshua Griffiths. A juzgar por lo bien redactado que estaba el acuerdo de divorcio, parecía que su marido había esperado por ese momento durante mucho tiempo.
Los dedos de la mujer recorrieron los papeles, mientras levantaba la mirada para encontrarse con la expresión petulante de Sandra Griffiths, su cuñada.
"¿Dónde está Joshua? ¿Por qué no vino él personalmente a discutir esto conmigo?", preguntó Leanna.
Su interlocutora soltó una carcajada desdeñosa, como si la pregunta de su cuñada fuera absurda. "¿De verdad crees que mi hermano puede darse el lujo de perder el tiempo con alguien como tú?", dijo, recorriéndola con la mirada, de los pies a la cabeza.
A pesar de todo, la belleza de Leanna era innegable. De hecho, Sandra se había quedado deslumbrada por ella cuando se conocieron. Sin embargo, la joven siempre se había mantenido discreta. Su grueso fleco y sus enormes lentes de montura negra ocultaban gran parte de su pequeño rostro; a eso se sumaba que siempre se vestía con ropa informal, extremadamente holgada, que ocultaba su esbelta figura.
Por esas y otras razones, la hermana de Joshua consideraba a Leanna como una mujer superficial, cuyo mundo giraba alrededor de las tareas domésticas.
"Mi hermano está abrumado con el trabajo de la empresa, ¡así que no puede perder el tiempo contigo!", explotó Sandra.
"¿De verdad está ocupado con el trabajo o simplemente está pasando tiempo con Renee?", preguntó Leanna, con los labios fruncidos.
Tras decir eso, soltó una ligera carcajada y sintió que se había quitado un peso de encima; no obstante, una pizca de amargura brotó de su interior. Renee Hayes, la mujer a la que su esposo había amado por más de una década, había proyectado una sombra sobre los tres años que duró su endeble matrimonio.
Sin embargo, fue ella quien abandonó a Joshua en el altar, lo que casi ocasionó que la familia Griffiths se convirtiera en el hazmerreír de Cenwood.
Para cumplir una promesa hecha al abuelo de Joshua, Richard Griffiths, y para saldar una deuda de infancia con el hombre, Leanna intervino y se casó con él sin pensarlo dos veces. Y no solo eso, después de la boda, cambió sus elegantes vestidos por un delantal, esforzándose en convertirse en la esposa perfecta, a pesar de que su cónyuge siempre mantenía su distancia y nunca compartió cama con ella durante su relación.
"Si lo sabías, ¡debiste dejarlo ir desde hace mucho, en lugar de aferrarte a algo que no era tuyo! Renee se graduó de una prestigiosa academia de música en el extranjero, e inmediatamente fue reclutada por una popular orquesta sinfónica. Eso sin olvidar que viene de una muy buena familia y es muy educada. ¿Cómo podría alguien como tú, quien ni siquiera terminó la preparatoria, compararse con ella?", resopló Sandra con desdén.
Leanna había soportado palabras tan duras como esas durante los últimos tres años.
No obstante, desde que se casó con un miembro de la familia Griffiths, había cumplido diligentemente las obligaciones que tenía con sus suegros, además de que siempre apoyaba a su cuñada. Sandra tenía la costumbre de gastar excesivamente, así que a menudo se encontraba en problemas económicos; cada vez que eso pasaba, recurría a Leanna, para pedirle ayuda financiera.
Además, cuando su marido la maltrataba, los Griffiths se hacían de la vista gorda, temerosos de cualquier impacto negativo en ellos porque ese hombre era de una familia poderosa; sin la intervención de su cuñada, su situación podía haber sido verdaderamente terrible.
Sin embargo, allí estaba Sandra, divorciada y segura, tratando a su salvadora con desdén.
Leanna estaba examinando las condiciones del acuerdo de divorcio, cuando de repente lo cerró y lo deslizó sobre la mesa hacia su interlocutora. "Estoy dispuesta a divorciarme, pero exijo la mitad de los bienes de Joshua", declaró.
Sandra abrió los ojos de par en par por el asombro, antes de dar un manotazo en la mesa y pararse abruptamente de un salto. "¡Ni lo sueñes! Ni creas que tu humilde familia mejorara su posición social solo porque te casaste con un Griffiths. ¡Te irás como llegaste, absolutamente sin nada!".
Como respuesta, la agraviada se quitó el delantal y bajó el cierre de su ropa para andar en casa, revelando una elegante blusa acanalada y un pantalón de mezclilla; el atuendo acentuaba su figura. Acto seguido, se quitó los lentes y le dijo con calma a su cuñada: "No es a ti a quien le corresponde tomar esa decisión. Discutiré directamente este asunto con Joshua".
La otra se quedó momentáneamente sin palabras, sorprendida por la repentina transformación de Leanna: había pasado de la insignificante y patética mujer que creía conocer, a una fémina distante y calculadora.
Cuando Sandra recobró el sentido, su enemiga ya se dirigía a la puerta.
"¿A dónde crees que vas? ¡Vuelve aquí y firma estos papeles!", gritó la mujer, quien en un arranque de ira, agarró el documento y se lo arrojó a la cada vez más distante figura de su cuñada.
Los papeles revolotearon en el aire y estuvieron a punto de alcanzar a Leanna, pero esta los atrapó con un rápido movimiento. Luego, advirtió: "No me gusta el contacto físico, especialmente con mujeres".
Antes de que su atacante pudiera procesar esas palabras, Leanna se dio la vuelta y caminó de regreso hacia ella. A pesar de la apariencia tranquila de su cuñada, Sandra notó que se le acercaba con un aire amenazante, así que instintivamente retrocedió y chilló: "¿Qué crees que haces? ¡Estamos en la residencia de los Griffiths! Si me haces daño, te juro que te arrepentirás de...".
La mujer no logró terminar su amenaza, pues Leanna cerró la brecha entre ellas, la agarró del pelo y le apretó la cabeza contra el escritorio. Aunque Sandra luchó con todas sus fuerzas, un preciso golpe en el cuello la dejó paralizada.
Luego, con una mano, le abrió la boca a la fuerza; con la otra, arrugó el acuerdo de divorcio hasta convertirlo en una bola.
Sandra solo puedo ver con horror cómo la chica de la que se había burlado hace unos segundos le metía el papel a la boca.
"Ya que estás tan apegada a este acuerdo, ¡más vale que lo saborees!", declaró Leanna.
Como ya había terminado de lidiar con ella, soltó a su cuñada, quien se desplomó en el suelo. Acto seguido, Leanna salió con pasos rápidos y decididos de su hogar.
Apenas estuvo en el exterior, lo primero que hizo fue llamar a alguien. "Ayúdame a localizar a Joshua", indicó.
A las cuatro de la tarde, un Koenigsegg circulaba por la ciudad, abriéndose paso a través del tráfico con facilidad, gracias a las increíbles habilidades de su conductor.
"Ya lo encontré. Está en el Teatro de la Santidad. La ubicación ya está en tu GPS", dijo la voz, un poco ansiosa, a través de la conexión Bluetooth.
"Leanna, por favor no hagas nada precipitado. Joshua no vale la pena...", añadió.
"¿Precipitado? Ese no es mi estilo", repitió la aludida, frunciendo el ceño por lo molestas y entretenidas que encontraba esas palabras.
"No estoy tan segura de eso... Normalmente eres prudente, pero te perdimos totalmente cuando descubriste que Joshua era el hombre que te rescató cuando tenías diez años. Quiero decir, ¿por qué degradarte por alguien que no ve tu valor? Incluso ocultaste tu verdadera identidad y habilidades, solo por su bien. ¿Por qué?", replicó su amiga, Sloane Buckley, del otro lado de la línea.
"No, esto no tiene nade que ver con él. Tú eres consciente de las complejidades de mi familia", exclamó Leanna, interrumpiendo la diatriba de la otra.
Como sabía que Sloane simplemente estaba cuidándola, al instante siguiente agregó con suavidad: "No te preocupes. Simplemente le pediré el divorcio".
"¿Qué? ¡Ay, Dios!", jadeó su interlocutora.
Antes de que el grito de Sloane pudiera seguir perforando su oído, Leanna desconectó la llamada. Una sonrisa apareció en sus labios mientras pisaba el acelerador y maniobraba hábilmente, para esquivar un Bugatti que se interponía en su camino. Avanzó a máxima velocidad, con autoridad.
Mientras tanto, en el asiento trasero del Bugatti negro, un hombre hablaba en tono frío: "Sigue ese Koenigsegg. Y dile a Jasper que le bloquee el paso en la siguiente intersección".
"Señor, ¿hay algún problema con ese vehículo?", preguntó su asistente con voz temblorosa, mientras aceleraba.
"Tyrant, ha pasado mucho tiempo", murmuró para sí mismo el jefe, apenas moviendo los labios, recargándose sobre su asiento.
Se rumoreaba que Fernanda, recién vuelta con su familia, no era más que una violenta pueblerina. Pero Fernanda se limitaba a esbozar una sonrisa despreciativa. Otro rumor sugería que Cristian, normalmente racional, había perdido el juicio, locamente enamorado de Fernanda. Esto la frustró. Podía tolerar los cotilleos sobre sí misma, ¡pero calumniar a su amado era pasarse de la raya! Poco a poco, a medida que salían a la luz las múltiples identidades de Fernanda como célebre diseñadora, experta jugadora, reconocida pintora y exitosa magnate de los negocios, todos se daban cuenta de que eran ellos quienes habían sido engañados.
"Tú necesitas una novia y yo un novio. ¿Por qué no nos casamos?". Abandonados ambos en el altar, Elyse decidió casarse con el desconocido discapacitado del local de al lado. Compadecida de su estado, la chica prometió mimarlo una vez casados, pero no sabía que en realidad era un poderoso magnate. Jayden pensaba que Elyse se había casado con él solo por su dinero, por eso planeaba divorciarse cuando ya no le fuera útil. Sin embargo, tras convertirse en su marido, él se enfrentó a un nuevo dilema: "Ella sigue pidiéndome el divorcio, ¡pero yo no quiero! ¿Qué debo hacer?".
Janice, la heredera legítima olvidada hace tiempo, se abrió camino de vuelta a su familia, volcándose en ganarse sus corazones. Sin embargo, tuvo que renunciar a su propia identidad, sus credenciales académicas y sus obras creativas en favor de su hermana adoptiva. A cambio de sus sacrificios, no encontró calor, sino un mayor abandono. Decidida, Janice juró cortar todo vínculo emocional con ellos. Tras quitarse la máscara, ahora era conocida como maestra en artes marciales, experta médica y célebre diseñadora que sabe ocho idiomas. Con una nueva determinación, declaró: "A partir de hoy, nadie de esta familia se cruzará conmigo".
A veces el amor aparece de la manera más inesperada y en la forma de la persona menos pensada. Para Daniel, la vida a sus 40 años es una rutina entre sus tres hijos y su cargo de CEO de la empresa familiar. El fallecimiento de su esposa lo deja inmerso en la tristeza; creando, con el correr de los años, una coraza fría a su alrededor. Deanna tiene una vida normal, trabaja medio tiempo y estudia en la Universidad de Artes porque quiere lograr su sueño: cantar en la ópera. Solo le falta un año para terminar su carrera cuando su amigo Harry le pide ayuda desesperado. Una antigua regla familiar le impide casarse con su novia, la cual está embarazada. Para hacerlo, Daniel, su hermano, debe casarse primero. Para ayudarlo con su problema Daniel y Deanna acceden a fingir una relación y un matrimonio. Son tan opuestos que la atracción es inevitable. Él encuentra en ella la calidez que faltaba en su vida y Deanna el amor luego de una ruptura desastrosa. Finalmente, Daniel puede volver a tener una familia. Pero hay muchos intereses ocultos que buscan separarlos y alejarlos. El viaje es difícil, deben enfrentarse no solo a terceros que les complicaran las cosas, sino también a sus propios miedos e inseguridades. No es sencillo equilibrar 15 años de diferencia. Pero el corazón tiene razones que la misma razón nunca entenderá.
Se suponía que mi matrimonio con Mathias me haría la mujer más feliz del mundo. Aunque sabía que él no me amaba, pensé que se enamoraría de mí una vez que lo colmara de amor. Ya pasaron cinco años y Mathias me trataba como a una cualquiera. Para colmo, conoció a su verdadero amor y cortó todos los lazos conmigo por culpa de ella. Él la presentó a todo el mundo; algo que nunca hizo por mí. Su infidelidad me llevó a la depresión. Me sentía totalmente destrozada. Tristemente, incluso en mi lecho de muerte, mi supuesto marido nunca apareció. Cuando volví a abrir los ojos, sabía que el destino me había dado una segunda oportunidad. Yo todavía era la esposa de Mathias y pasamos dos meses antes de que conociera a su verdadero amor. En esta vida, me negué a que él volviera a lastimarme. Consciente del gran error de mi antigua yo, le pedí el divorcio. Mathias rompió los papeles del divorcio una y otra vez y al mismo tiempo me encerró. "¡Rylie, deja de hacer estupideces! ¡Hacerte la difícil no me funciona!". Para demostrarle que hablaba muy en serio, seguí adelante y solicité a la justicia. Finalmente entró en pánico. Abandonó a la "mujer de sus sueños" y se arrastró a mi lado. "Por favor, dame una segunda oportunidad, Rylie. Te prometo amarte con todo mi corazón. Serás la única mujer en mi corazón de ahora en adelante. No me dejes, ¿de acuerdo?". Una guerra estalló en mi mente. Por un lado, no quería que me hicieran daño otra vez. Pero, por otro lado, no quería dejar ir al hombre que amaba tanto. ¡¿Qué debo hacer?!
Lucia Meller es mi vida, me enseño amar, me enseñó a adorarla, me mostró el mundo de forma diferente, le di todo lo que la vida me ofrecía, y se ha ido; se llevó mi vida, mi amor, dejándome el corazón y el alma hecha pedazos. Ahora me duele respirar, me duele amar, me duele la vida. La quiero, jamás podré volver amar a alguien como la ame a ella; la quiero de vuelta, la quiero conmigo, a mi lado donde pertenece; pero por más que la busco no la encuentro, es como si la vida me la hubiera arrebatado y eso me duele, ella me enseñó que se puede matar a un hombre, aunque se conserve la vida, sin embargo, me canse, no puedo llorar por alguien que no me quiere amar y aunque duele, hoy después de casi dos años le digo adiós a mi sirena; después de todo soy Gabriel Ziegermman. Un año desde que me aparte de Gabriel y mi vida dio un giro de ciento ochenta grados, amar a ese hombre es lo mejor que me ha pasado en la vida, a él le debo el hecho que hoy esté viva y tener a mi lado a mi mayor tesoro, él me enseñó que lo que se desea con el alma se obtiene, pero también me enseñó que amar duele, que su amor duele, a él le debo el dolor más grande, porque dejo de amarme, no fui suficiente para él, me enseñó que su madre, su exnovia y su destino no están conmigo, y aun así lo quiero de vuelta, sé que sus prioridades cambiaron; yo solo pedía una verdad sin embargo él prefirió engañarme y dejarme.Lo quiero olvidar y lo quiero conmigo, aunque no se lo merezca, pero como hago si amar ese hombre es mi arte. Ahora estoy de vuelta y lo único que quiero es tenerlo a kilómetros de distancia, porque me enseñó que yo también tengo derecho a cambiar mis prioridades. Novela registrada N ISBN 978-958-49-7259-0 Está prohibida su adaptación o distribución sin autorización de su autor. Todos los derechos reservados all rights reserved