La omisión deliberada a las sabias palabras de un anciano, llevó a Irene, una joven pueblerina muy hermosa, decidida y poseedora de un espíritu aventurero y rebelde, tras un disgusto trivial con su hermana Luisa y su amiga Alejandra; a perderse en una selva semi – inhóspita ubicada en las afueras del pueblo "Pozo Azul", sitio paradisíaco hasta donde había viajado a pasar unos días de sano esparcimiento. En medio de la jungla vivió algunas leves vicisitudes y se sumergió en sueños reveladores que la mantuvieron en vilo durante tres días, cuando fue rescatada. Tras un castigo aleccionador impuesto por su madre, Irene sintió truncada su determinación obstinada de conquistar a Diego, su amor idílico, a quien ama en secreto desde hacía cierto tiempo. No se detiene ante nada ni nadie y logra su cometido que creía una quimera, hacerse novia de su gran amor. Luego de cierto tiempo, comprueba que el chico de sus sueños es un ser de carácter débil, inseguro y manipulable por su madre y su hermana, quienes hacen hasta lo inimaginable por romper una relación que, desde sus mezquinos puntos de vistas, no le conviene a su hijo; lo cual ocurre, tras la cobardía de un hombre que no supo valorar el amor verdadero. Tras aquel estrepitoso fracaso Irene no dejó de creer, como la romántica congénita y soñadora que era, en el amor y decidió fluir en una nueva etapa, conocer gente nueva; comenzó a aceptar citas y a salir con chicos. Fueron varios los intentos de encontrar el amor ideal, hasta que finalmente, en un momento fortuito conoció a Cristóbal, sintiéndose flechada desde ese instante por Cupido y, tal como era su personalidad perseverante, decidió conquistar a quien desde ese momento que pasaría a la historia, consideró finalmente su verdadero amor. Logró su cometido Irene, en complicidad con su mejor amiga, Lenny. Fue un amor como pocos, el cual se vislumbraba inmortal, perpetuo. Tras la trágica muerte de Lenny, Irene cae en una profunda depresión, siente que nada ni nadie le importa y que ella no le importa a nadie. Quedó sumergida en el vacío que propician los trastornos depresivos, perdió la noción del tiempo y de los sentimientos. Dejó de sentir y de soñar Irene, se alejó de todo, hasta de su gran amor a quien apartó de su lado de manera inconsciente, atrapada en el fango de la monumental incertidumbre sufrida. Cristóbal decide alejarse y dar por finalizado aquel idílico enlace que se presagiaba rumbo al altar. Ni la ciencia logró sacarla a flote del lodazal donde quedó sumergida por el duelo. No fue sino hasta que apareció su alter ego, quien le hizo ver la realidad de la vida; pero en ese entonces sintió que ya lo había perdido todo, es especial, a su gran amor. Irene finalmente se reencontró consigo misma y el perdón y el deseo de luchar por un sueño, pudo sacar a flote un amor que nunca dejó de existir. El amor pudo superarlo completamente todo. Cuando pensó que todo era feliz, ocurrió un extraño fenómeno. Aquel alter ego se apoderó de su alma por completo y la trasladó hacia otro cuerpo, en otra época y en otro amor.
Siento una gran curiosidad porque casi todas las noches, quizá por el cansancio de mi ajetreada rutina diaria y mis tantos problemas existenciales, sueños cosas extrañas, mejor dicho, escucho en mi subconsciente mientras duermo, voces misteriosas que me hablan. Precisamente anoche escuché lo siguiente; me da la impresión de que alguien que no sé de quién se trata, me quiere decir algo en una especie de acertijo romántico: "Hace poco vi la luna, nuestra más bella fortuna.
Que venturosos somos de poseer un gran y estimado tesoro invalorable, al cual todos podemos acceder, y sin excepción todos la podemos ver. Los invidentes acuden a ella y la observan aún más esplendida, inclusive observan también a las estrellas, y de ellas claman palabras en extremo bellas. ¿Cuántos poetas medievales dirigieron sus cántigas a ella, a nuestra adorable doncella, a la dama de las noches, a la eterna enamorada? Y ella no dice nada, solo se posa golosa a la eterna inspiración gloriosa que nos hace declamarle, que nos hace bendecirle y mil cosas decirle ante las damas que el romanticismo reclama.
¿Quién no ha declarado amor ante la luz hermosa de la luna? ¿Díganme cuantos poetas no han escrito mil versiones a esta dama que nuestros halagos reclama? Odas y declamaciones, palabras colmadas de pasiones nacen de ella, surgen de su luz colmada de hermosura, en su conticinio. Imagino, mi amor, tú y yo solos en la luna, como si fuese verdad, obviando la gravedad, tomados de nuestras manos y observando todo lo hermoso que ha de ser su contenido, que alborotaría nuestros sentidos. Nos sentaríamos frente a frente y, rozando nuestras frentes, surgirían las caricias, los besos espontáneos aparecieran. La sensualidad naciente llegara y definitivamente tu vestido despojara. Ya mi vestidura lejos permaneciera y las pieles bien candentes nos reclamaran más cercanía, y por ello tu carne se uniría a la mía en una entrega amorosa, la determinación más grandiosa. Esa sería mi fortuna, esa sería mi fantasía, el colmo de mi deseo. Mi amor, amarte allá en la luna"
Y estas otras especies de declaraciones que se repite insistentemente cada noche: "Admiro tu caminar, tu dulzura y tu encanto. Admiro el cabello que danza deseoso, y retoza sobre tus hombros blancos. Admiro el brillo triunfante de tus ojos preciosos. Admiro también tu boca que es embrujo soñador, y admiro, asimismo, tus labios de donde quiero que emerjan deseosas y soñadas, las bellas y también deseadas palabras, cubiertas todas de amor. Admiro tu piel tan tersa y delicada. Suave, limpia. Tan fina, tierna y perfumada. Admiro tus manos blancas, tal vez de seda, que invitan a un roce y a una caricia; a una admirable y tierna delicia que significa palpar tus dedos juguetones; tus dedos bellos de frenesí. Admiro hasta tu silencio poderoso y desafiante. Que grita y expresa un deseo añorado y por siempre esperado. Admiro tu manera de ser tan dócil, frágil y tierna. La forma de hacerme sentir, en extremo afortunado. Admiro que seas tan bella y elegante. Admiro tu cuerpo entero que es belleza insuperable. Tu adorable perfección y la deidad suprema. Admiro tu cuerpo tan bello colmado de la grandeza. Admiro por sobre todas las cosas, tu alma íntegra, tu alma entera; a la que admiraré por toda la eternidad. Admiro como nunca he admirado a tu amor y a mi amor como la única verdad perdurable."
"Que terrible desengaño ese que hoy recibí. Fue una insondable realidad la que a mí vida llegó, como llegan despiadados los aciagos momentos. Como se adosan tortuosos, como se aproximan agrestes, atroces e infames, todos estos tormentos. Sin dejar de soñar me acerqué a un camino. Me acerqué a lo que quise fuera mi destino. Sin dejar de querer me dibujé una esperanza con la nostalgia guiando ese camino, con la certeza puesta en ese destino. Y en ese camino recibí una ráfaga de desdén. Se vertió en mí, un desprecio, un desengaño. Lo sentí de tal tamaño, lo sentí de tal medida, que así destronó enseguida un amor de tantos años. Fue un temible desengaño el que se hizo presente. La decepción más grande que a mi vida llegara. No pude ya soportarlo, no pude hacer ya más nada. Solo me atreví a dejar que me aprisionara ese enorme desengaño que en mi alma se posara. Sentí su muy cruel talante de hacer sufrir. Sentí que de mi vida se apoderaba. Sentí que llegaban a mí unas malvadas; unas ruines cuitas que evadí por tantos años. Pero aun así, me destruyó el desengaño."
"Me desperté una mañana con la esperanza de sentir una mirada de seda, una mirada de encanto. Quise sentir junto a mí, una mirada grandiosa, una mirada que exprese y grite, que haga olvidar mi llanto. Son tus miradas de seda una oda a la hermosura. La apología elocuente que expresa mil sentimientos. Tus miradas brindan el consuelo que demuestra, que existe una magna dicha en la seda de tus ojos, en esos tus ojos tan lindos, colmados de la hermosura. Una mirada de seda es lo que necesito. Una mirada de seda es lo que me consuela, es todo lo que deseo, es todo lo que anhelo. Solo una mirada de seda que me regale la dicha de contemplar tu amor exquisito. Es por ello que esta mañana al mirar tus ojos descubro en ellos una mirada de seda. La tierna mirada de primavera. La mirada exquisita que regala todo a mi vista. Tu mirada de mil consuelos que me hace tan feliz. Ya puedo morir tranquilo, ya puedo morir airoso porque he visto una mirada de seda. Seré un hombre por siempre afortunado, un hombre por siempre engalanado con la mirada que enamora y que para siempre se queda.
"Mi realidad es venida desde un lejano pasado. Un pasado que cabalgué en monturas doradas. Un pasado que albergó el brillo de una primavera. El pasado que hoy añoro, en un presente sombrío, el mismo que se quedó en un sueño atrapado. Y es en ese sueño en el que me encuentro perdido. Atrapado entre sus redes, y en ese rostro que miro. Es mi sueño el que me entrega el amor y la ternura. El sueño en que la contemplo, el que me lleva a la locura, de estar perdido en un sueño, y ese sueño ya se ha ido. Ya mi vida se entristece, mi sueño se ha marchado. Se alejó llevándose mi vida por completo. El sueño me atormenta, pues con él el amor también se ha ido y me deja el alma sola, extraviada y temerosa. Ya no es un sueño perdido, hoy es un sueño atormentado. Estoy perdido en un sueño. No sé a dónde se ha marchado. Se extravió en el preludio de un tiempo eterno. Y en ese tiempo grandioso, no te miro en la distancia. Te siento lejos, no te diviso cerca de esta estancia. Me atormento y enloquezco; porque a mi sueño no has regresado. Estoy perdido en un sueño, perdido en el pasado glorioso. Estoy perdido en un sueño, en mi sueño estoy perdido. Y este sueño hoy ya me destroza la calma. Desgarra mis sentimientos y mi ternura. Infeliz porque en mi sueño ya te has ido."
Pero en realidad lo que me dejó aún más desconcertada fue esto que a continuación presentaré. Se trató, sin lugar a dudas, de un sufrimiento sentido por alguien que me gustaría saber, por supuesto, de quien se trata, aunque imagino que es alguien muy cercano a mí, o que está por llegar a mi vida. Aunque pensándolo bien, ha ocurrida varias veces que repica el teléfono y por más que pregunto quién habla, nadie contesta, pero se queda en la línea como esperando no sé qué cosa: "En el gran vacío que cubría aquella sala, se escuchó el repicar del teléfono. El ruido de inmediato invadió esa solitaria estancia, que a esa hora era testigo de un silencio extremo. Qué silencio tan pesado se sentía. Tras la bocina, el silencio se escuchaba despacio, alargado a las expresiones, combinado con un aliento escapado de una boca que, oculta, no decía nada. De inmediato, las palabras negadas se cobijaron con el sonido aturdidor que delataba la ausencia. El teléfono hizo silencio, ese silencio que expresaba la gloria. Estaba allí, la sentía. Era su respiración, ese modular sagrado que llegaba para quedarse. Lograba que en el silencio, se ocultaran mil voces, se albergaran las sonrisas, las caricias que llegaban en la oscuridad reinante. Deseaba el sonido ser escuchado, el silencio ser empapado con un superficial modo de delatar a una callada caricia.
Continuaba él, cubriendo con embelesos los poemas de su alma, ellos que día tras día expresaban el amor en todos sus modos de presentarse. El amor que le robaba los sonidos al silencio. En el silencio habitaba ella, su sueño, su vida. La acariciaba en el silencio, aún con unos besos recientes que sentía cabalgantes en su boca. Era la piel sentida entre sus dedos que enloquecían por seguir tocando. Era el arrullo del deseo de sentirla a su lado, lo que hacía que ese silencio escondido en el teléfono, le hiciera sentir feliz. Deseaba que el teléfono repicara nuevamente. La sentía allí, era la manera más sublime de sentirla a su lado. Necesitaba palparla en ese silencio que le propiciaba un encuentro con la felicidad. Los versos surgían del alma, de esa alma soñadora que descubría en un aroma perfecto, la suavidad de los pétalos de una rosa que una tarde se apoderó de ella. Una rosa enamorada que grita a un amor prohibido, el amor que era vivido, ese amor que aunque se negara, era un amor sentido. Las palabras llegaban solitarias, pero dejaban sus huellas.
Delataban el sufrimiento mezquino que se posesionaba de un espíritu y de un corazón para marchitarlos. Eran plasmadas las rimas que querían gritar en el silencio. El aire cargado de la noche no se dejaba respirar, era esa angustia de saberla allí, tan cerca y tan lejos, lo que procuraba ese dejo de locura. Él, escribía la vida de ella en los brazos de sus poemas, cuando el repique del teléfono gritaba desesperado que allí estaba su fragancia, su dulzura, su tersura de encanto. Allí estaba ese sonido en el silencio. Levantó la bocina del teléfono y escuchó lo que le ensordeció, ese silencio perfecto de sus labios de belleza. El silencio de unos ojos que suspiraban por detallar una mirada sincera. Era el silencio que gritaba un arrullo, que se posaba seguro en una vida a ella dedicada. Era el amor que en esa noche reclamaba un espacio. El que pedía con esos gritos callados, que dejaran que fuese sentido. Era el amor que llegaba en ese silencio extenso que se escuchaba tras el teléfono. El ritmo de la respiración cantaba melodías inmortales, despedían al firmamento, lo grandioso, lo estupendo. Era su boca la que se sentía tan cerca. Eran sus blancos dientes atrapados en un hilillo plateado, quienes mordisqueaban su traviesa lengua que ilusionada no decía nada.
Los ojos estaban en esa oscuridad, los podía ver posados sobre una virgen allí en la mesa. Sentía su silencio y la miraba, la sentía, la palpaba en la extensión de un conticinio que reclamaba la soledad para albergar a las almas que se aman.
El silencio crecía al igual que lo hacía el amor. El silencio desprendía del alma, esa suavidad perenne que se dejaba acariciar mientras llegaba con el teléfono. ¿Por qué no decía nada? Porque no eran necesarias las palabras, no se necesitaba decir absolutamente nada. Esas palabras estarían de más. Serían las palabras que sobraban en una vida, en un mundo, en un amor. El silencio lo decía todo, gritaba a los cuatro vientos que deseaba estar allí, que quería con sumo anhelo, ser sentido en la noche extensa, que le quitaba el encanto a un lucero. ¿Por qué no hablaba? Porque no necesitaba decir ya nada, ya que todo era dicho en un silencio que desbordaba una respiración en un te quiero. Estaba allí, la sentía, la tocaba, la amaba. Surcaba sus sentidos, ese silencio palpado en la noche delicada que se hacía sentir con fuerzas, en un universo que tenía dos dueños. Dos seres que se quedaban refugiados en un silencio bendito. La miraba en el presente que sentía que ya estaba, la deseaba en un recuerdo, en unos planes benditos. En el futuro que sería colmado. Dejó de sentirse el silencio para dar paso al titubear danzante del teléfono colgado. Él se quedó estático sintiéndola aún en esa deliciosa fragancia que llegó con el silencio, esa suavidad de pétalos de rosas. Llegó esa noche con el silencio, el grito de un amor que se siente."
Regreso a mi realidad. Es sábado, exactamente las seis de la mañana. Suena la alarma de mi celular y me despierto sobresaltada, quiero maldecirla por tanto ruido; pero recapacito y me levanto, concibo que sea lo más sensato. Ni para qué la maldigo, si no suena es bien sabido que habré de seguir durmiendo hasta el mediodía. Me quito el pijama, me envuelvo en una toalla de color blanco y paso al baño para tomar una breve ducha. Me paro frente el espejo, lo primero que veo es mi cabello enmarañado y un maquillaje marchito regado por mi rostro. Hago un gesto de desaprobación y mentalmente realizo una autocrítica: "Debí haberme limpiado el rostro y peinado antes de acostarme, así no estaría desaprobándome en este momento". Luego reparo en mi esbelta figura. Es un cuerpo armonioso, cabello largo de color castaño oscuro casi hasta la cintura. A pesar del maquillaje trasnochado, mi rostro sigue mostrando su toque angelical con ojos expresivos y labios gruesos.
¡Estoy enojada! Anoche me peleé con mi hermana Luisa y mi amiga Alejandra. Cuando uno dice que se ha peleado con alguien, eso prende una alarma, llama poderosísimamente la atención y la pregunta del millón es: ¿por qué? El espectador desea conocer la causa del conflicto, la cual debe ser de gran peso y tener un motivo coherente, de lo contrario, según su juicio; se corre el riesgo de ser calificado de mala persona o canalla, pudiendo incluso ser acusado de muchos defectos más. La mayoría de la gente anda por allí, tomándose la potestad de calificar los motivos por los cuales uno debe enojarse y por cuáles no. Frente a este espejo estoy recordando el asunto y siento mucho coraje, de hecho, mientras más lo pienso más me indigno, y si alguien me llegara a decir que estoy haciendo un drama por tonterías, segura estoy de que he de enfadarme aún mucho más.
Estoy de vacaciones, ya terminé el colegio y estoy esperando la fecha de grado que será en quince días. Ayer en la tarde llegamos a este pequeño pueblo de nombre "Pozo Azul", con la intención de quedarnos ocho días. Por la noche, después de haber reposado un rato, las tres nos organizamos, nos vestimos de forma especial, nos aplicamos maquillaje de fiesta y cepillamos nuestro cabello dejándolo muy lacio; estábamos animadas deseando tener una noche muy divertida. Compramos bebidas para compartir un rato y se nos unieron cuatro amigos del pueblo. La celebración apenas comenzaba, tomando en consideración que solo nos habíamos presentado. Fui al baño a retocarme el maquillaje, luego salí al balcón y volví a reunirme con el grupo. Llevaba una crema para la piel, la cual me había aplicado desde los hombros hasta las manos. Me quité el anillo de oro del dedo anular de mi mano izquierda, lo coloqué dentro de un vaso de vidrio en la barandilla del balcón, mientras se secaba la crema para volver a ponerlo en su lugar. Había muchos vasos y Alejandra necesitó uno, y precisamente se aproximó a tomar el vaso donde estaba mi anillo. Calculó mal y en vez de agarrar el vaso lo arrojó accidentalmente al vacío. Contemplé estupefacta cuando el vaso cayó sobre el pavimento y el césped, rompiéndose en consecuencia.
― ¡Qué falta de cuidado! Tiraste el vaso y allí estaba mi anillo ―le reclamé algo molesta.
―Solo a ti se te ocurre poner un anillo dentro de un vaso. Bajemos a buscarlo. ―vociferó.
Descendimos corriendo por las escaleras, la casa era de tres pisos. Alejandra fue la primera en llegar. El vaso estaba vuelto añicos sobre el pavimento y parte del césped. El lugar estaba totalmente oscuro, encendimos la linterna del celular, buscamos minuciosamente y no encontramos nada. Luego se apersonó Luisa a ayudarnos, pero fue en vano. El anillo desapareció como por arte de magia. Me enojé demasiado y ante sus argumentos de que solo se trataba de un simple anillo, tuve una discusión con ambas. Le di rienda suelta a mi espíritu impulsivo, tomé mi pequeño morral, lo organicé y les dije que al amanecer regresaría a casa, y aquí estoy; terminando de bañarme mientras ellas duermen.
Muchas cosas han cambiado en este tiempo que se ha vivido en absoluta paz y tranquilidad. De aquella época de encarnizada y atroz guerra, solo queda el amargo recuerdo del que nadie desea hablar. No imaginan que algo acontecido hace mucho tiempo, cambiará drásticamente la vida de todos; transformando la apacible vida que llevan en la peor de las pesadillas. Por lo que, legionarios y sumerios, tendrán que aliarse nuevamente, con la diferencia de que esta vez tendrán que luchar por su supervivencia. Los reyes de Sumer engendraron a una hermosa princesa, la cual, al igual que otra desconocida guerrera, lleva sangre celeste. Para las dos hermosas pero temibles guerreras, las reglas del género no existen (en la que la mujer es siempre a la que se debe proteger), puesto que sus manos son poderosas e implacables. Sin embargo, al conocer el amor, descubren que también pueden ser tiernas y llenas de amor... Ambas de belleza y actitudes contrastantes, serán determinantes para el curso de los acontecimientos. Al norte, Heracles y sus legionarios han sido advertidos sobre la presencia de extranjeros, los cuales han estado recolectando esclavos y realizando todo tipo de abusos contra los habitantes griegos; por lo que han decidido intervenir. No sospechan la increíble e inesperada sorpresa, que esta aventura les tiene reservada...
El mundo ya nunca más será el mismo desde que aparecieron estos seres. La tiranía debe terminar. Por ello...¡La guerra será más encarnizada y brutal! Atrás ha quedado el que antes fuera aquel "mágico Edén". Hoy... es desolación, donde solo queda el nostálgico recuerdo y ese terrible olor a muerte que aún persiste. Los seres humanos han experimentado en carne propia lo que es enfrentarse a aquellos seres de naturaleza celestial, los cuales han marchado hacia tierras griegas, donde tratarán de continuar sus abusos contra los habitantes de aquellas pacíficas regiones. No obstante, los inocentes griegos no se encuentran del todo desprotegidos, porque los poderosos cazadores van tras los pasos del tirano y sus huestes. La obstinada persecución por dar con los causantes de aquellos infames hechos no tiene fin, puesto que no descansarán hasta eliminarlos a todos o en su defecto, morir en el intento. La juventud e inexperiencia deberán ser compensadas con el temple y el valor que llevan en sus genes, puesto que ante este rival... ¡Retroceder no es una opción! No imaginan que, en medio de todo este conflicto, también les esperan el amor y la inevitable pasión que en el pasado enloqueció a sus padres. En la solitaria isla griega, la extraordinaria y hermosa guerrera continúa a la espera de sus legionarios para unirse en la persecución. La desazón la ha invadido. Ha transcurrido mucho tiempo desde aquel día en que sus compañeros marcharon, dejándola con su pequeño. La soledad y la angustia la están oprimiendo, a tal punto que debe tomar una decisión y debe ser "ya..." No imagina que muy pronto todo su mundo cambiará por completo. La soledad y la tediosa tranquilidad que ahora la agobia, será totalmente transformada, por lo que deberá estar preparada para luchar por su vida, por su hijo y..., también por el amor de su vida... Alfenón mantiene vivo el recuerdo de aquel amor imposible. Todos los días durante más de cinco años, siempre la recordó. También imagina con nostalgia a ese hijo que nunca llegó a conocer. Daría todo su reino por ver a su hijo y a ella, puesto que jamás dejó de amarla. No sospecha que muy pronto el destino le dará la oportunidad de poner a prueba todo lo que es capaz de entregar por ellos...
Casi un millar de seres celestes con poderes sobrenaturales se han levantado contra el Supremo. Han llegado con la intención de destruir el "mágico jardín". Los guardianes del Edén tratarán de impedirlo a costa de lo que sea. En medio de todo este conflicto se ven envueltos Alfenón, Almea y los líderes celestes. La sorprendente Gera demuestra que su impresionante belleza no es su única virtud; sino también, su extraordinaria habilidad para el combate y la nobleza de su corazón. En medio de esta historia llena de luchas y confabulaciones, los seres celestes y los humanos llegan a conocer la pasión y el amor desde otra perspectiva... Desde muy niño, cuando vi mi primera película de este género, me he preguntado cómo y dónde surgieron las fascinantes leyendas mitológicas. Estaba seguro de que debió existir un origen, un hecho transcendental, para que dichas historias se acrecentaran y se difundieran a través de los siglos convirtiéndose en fascinantes fábulas. Ahora surge esta inusual novela la cual se sale de los parámetros convencionales. Para relatarnos aquellos acontecimientos desde una perspectiva más real, aunque no menos deslumbrante y fantástica. No encontrará nada que le sugiera cambiar, de dogma o doctrina religiosa ni nada por el estilo. Al contrario, a través de esta fascinante historia, comprenderá que muchas de las teorías ya sean religiosas, mitológicas y/o históricas, tienen un fundamento auténtico inicial en la cual concuerdan todas. Estoy seguro de que al leer estas páginas obtendrá las respuestas a sus muchas dudas y teorías, que quizás hasta hoy solo le han parecido grandes fábulas.
Rodrigo descubrió algo sorprendente, lo que siempre había soñado y que nunca creyó que existiese. Era ya casi de noche, cuando se asomó a la ventana que daba a la calle y, sin tiempo a pensar siquiera, miró a la mujer más bella del mundo. Aquel ser maravilloso poseía un cuerpo perfecto, que parecía sacado de algún cuento de fantasía divina. Era casi irreal a no ser porque estaba allí, presa fácil de su glotona mirada. Rodrigo acarició con su mirada a ese monumento, a la belleza que se movía con gracia, haciendo unos ademanes transfundidos de coquetería, mientras emitía una suave voz que llegaba presurosa a sus oídos. Fue testigo fiel de aquel episodio colmado de amor, la noche de encantos que había descubierto en una primera mirada, a la armonía del amor que nace, al renacer de la esperanza, a la maravilla de sentirse vivo. El frío abrazó a Rodrigo, quien se durmió de inmediato colmado de la satisfacción que a él llegaba y que tenía cuerpo de mujer. Algo similar le sucedía a Zoraida, ella irremediablemente también se sentía atraída por aquel joven elegante y bien parecido, amén de preparado profesionalmente. Se trastornaba hasta con el pensamiento, ya que bien sabía que no era amor lo que sentía. Le gustaba mucho y, a no ser por un importante detalle, se diría que estaba enamorada de él. Era un detalle sagrado, era un detalle dantesco para Rodrigo y hasta ese momento también para ella; su corazón, su alma y su amor pertenecían a Roberto, a su novio; al hombre a quien amaba con el amor inocente de sus dieciocho años. Con un amor divino, delicioso y perseverante que producía el encanto de mirar hacia el futuro, donde una familia prometía el calor de un hogar en brazos del matrimonio. Rodrigo sabía que ese amor no era suyo, decidió abandonarlo todo. No sería capaz de tomar nada que no fuese suyo. Sentía que ese amor que creyó tener enteramente para él, no era suyo. Era hora de decidir, por lo que, arropado en un gran sacrificio de amor, dos días después de aquella plática consigo mismo, sin despedirse, se marchó de Buenaventura para nunca más volver. Un gran amor merece ese tipo de sacrificio, el sacrificio del amor. Después de aquel sacrificio, el amor le jugó una jugarreta a Rodrigo, tal vez por no haber sido capaz de luchar por él. El sentimiento más noble de todos le jugó una broma macabra. Lo atrapó en las redes del tiempo eterno en una especie de máquina de viaje hacia el pasado. En ella, lo envió a tres épocas distintas, donde el amor era sentido de formas inimaginables, para que de esa forma tan peculiar, contemplara en primera fila, como se entrega hasta la vida misma por el amor de una mujer.
Sinopsis: Amor inmortal ¿Recuerdas tus vidas pasadas? Lía y su familia viven momentos tormentosos. Su padre se ha encargado de hacerlos sufrir durante años, torturando y masacrándolos sin piedad alguna. Alexander D'Angelis aparece en sus vidas sin ningún tipo de intención en particular, él solo quiere vivir y disfrutar. Con su llegada a México jamás creyó enamorarse, pero Lía se apareció en su camino y le mostró otra parte de la vida que él pensaba, era solo una fantasía. Enamorarse de una chica tan hermosa como Lía era un sueño hecho realidad, pero las consecuencias serían lamentables, llevándolo a experimentar el trauma más deplorable de su existencia; obligándolo a huir del país que tanto anhelaba conocer. Sin fuerza, lastimado, humillado y con mucho rencor, se alejó de aquella mujer que él creía sería su primer amor, pero, al contrario, fue su peor error. Pasados algunos años el destino hizo de las suyas, haciendo una maravillosa jugada... Uniendo los caminos de dos personas, en esa ocasión no era Alexander, sino uno de sus "hermanos": Enrique, quien inevitablemente cayó rendido ante los encantos de Lía, y ella de forma forzada fue directo a los brazos de él, sin imaginar lo que la vida estaba por ofrecerle. Alexander, Enrique, Lukas, Selene y Valeri, cinco "hermanos" fuera de lo común, que no pueden dejar de meterse en problemas, llegaron a la vida de Lía y su pequeño hermano, Julián, para mostrarles la parte escondida del mundo y de la historia, donde, a través de sucesos inexplicables, descubrirán que nada es lo que parece, que la vida no es tan buena y que la muerte no es del todo mala. Que el bien es subjetivo y que el mal no tiene fin y tampoco culpables, que el amor suele ser engañoso, que no es del todo genuino.
Generoso, un anciano de 92 años de edad, es invitado a una gala en el teatro, obra que había estado esperando durante décadas. Pero surgieron contratiempos antes de la cita, una serie de fantasmas aparecen ante él; unos para torturarlo y otros para darle ánimos. Cuando por fin llega al teatro, comienza una obra cuyos pormenores exaltan los sentimientos del sufrido anciano. Sufre y es feliz, a la par que lo hacen los personajes en cada capítulo. En la obra teatral se recrea la vida de un niño desde su nacimiento, pasando por una infancia terrible, donde es esclavizado tras ser vendido por su padre junto a sus hermanos. Al terminar la etapa de su esclavitud se enamora, contrae nupcias y vive momentos felices. Tras la gravedad de su hijo decide transitar un camino equivocado que lo lleva a prisión, donde es encarcelado durante décadas. Su esposa, creyéndolo muerto, rehace su vida y se casa nuevamente. Al salir de prisión, ya viejo y al verse solo en el mundo, se entrega al alcohol y a otros vicios. Finalmente, al llegar al final de la obra, se devela que la misma nunca existió. El anciano, frente al gran ventanal de su habitación del hospital, había revivido cada episodio de su vida desde sus inicios. Todo aquello, previo a su muerte por cáncer.
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