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Galilea es una inocente y dulce chica que entra a trabajar en una importante empresa y se enamora del hombre más importante del lugar, El C.E.O., un atractivo e inescrupuloso hombre, que también se fija en ella, pero le oculta que tiene novia, con engaños, comienzan una relación en la que ella será la única perdedora. Él se arrepentirá, intentará recuperarla, pero quizás sea demasiado tarde.
Galilea.
Maquillo mis labios de rojo, el color hace un contraste estupendo con el suéter blanco de terciopelo que traigo, así como con mi cabello rubio y mi falda roja, relamo mis labios y me rocío un poco de perfume con olor a vainilla y miel.
-¡Qué coqueta! -dice Aurora, mi compañera, la acompaña la asistente del C.E.O. de la compañía, la miro de reojo, su jefe es el hombre que me tiene con las piernas débiles y el corazón acelerado.
Le sonrío y alzo los hombros con coquetería.
-Primero muerta que sencilla -comento.
Soy incapaz de confesar que me arreglo así por el jefe, me doy cuenta de cómo me mira, y él no me es indiferente.
Llevo solo una semana en la compañía, estoy haciendo mis pasantías, pero eso no quiere decir que sea ciega, tengo claro que mi objetivo no es conseguir pareja, pero nunca había tenido esa conexión física y animal con un hombre con tan solo vernos, la forma en la que me mira hace que mi cuerpo reaccione de formas provocadoras.
Nunca he estado con un hombre de forma íntima, nadie me lo creería a mis veintiún años, la verdad es que ningún hombre había provocado en mí lo que Damián Parker me causa: fuego en las entrañas y un deseo loco por apagarlo.
Es alto, moreno claro de ojos amarillos, usa un corte bajo, su cabello liso y oscuro cae sobre su frente haciéndolo ver sensual, su mirada es intensa y misteriosa, usa siempre trajes elegantes y huele a perfumes caros, sus zapatos siempre brillan, camina con elegancia, seguridad, cuando entra a un lugar su presencia se impone, no solo porque es el hombre más poderoso de la compañía, también porque es hermoso.
Su mandíbula cuadrada y su nariz perfilada, haciendo juego con sus ojos claros, le dan un rostro hermoso y varonil, su cuerpo trabajado, alto y musculoso me ponen la imaginación a una velocidad de mil por hora.
Salgo del baño de chicas y voy hasta mi escritorio frente a la oficina del gerente de recursos humanos, que es mi jefe mientras hago las pasantías.
Qué puedo decir de cómo conocí a Damián Parker.
*Una semana antes*
La primera vez que crucé miradas con Damián Parker ni siquiera sabía quién era, llegué muy temprano y nerviosa porque era mi primer día, entré al elevador, y él ya estaba allí, no lo noté por los nervios que tenía, no apreté el botón del piso al que iría, escuché una carcajada suave detrás de mí, cuando volteé su mirada color ámbar me golpeó fuerte, lo sentí en el estómago.
-Buenos días -susurré impactada por la masculinidad y belleza del hombre detrás de mí.
-Buenos días, debes de ser nueva, puede pulsar el número del piso al que vas -dijo con tono de voz grave y muy serio, aunque sus ojos ocultaban un rastro de diversión.
-Ah, cierto, sí, soy nueva.
-¿Aprendiz?
-Sí, así es.
-¿Con quién trabajarás?
-Con el señor Rondón -respondí sin mirarlo.
-Ah, ya, con Alfonso. Suerte, y bienvenida -dijo.
Cuando el elevador llegó al piso diez, que era a dónde me dirigía, salí deseándole buenos días, sin mirarlo. Mi corazón estaba acelerado, y no podía creer que por esa sola interacción me pusiera así.
Me presenté con mi nuevo jefe, quien me explicó todas las tareas que debía hacer, y me ubicó en mi escritorio.
-Bienvenida, Galilea. Espero que te guste nuestro ambiente laboral -dijo el señor, de unos sesenta años, mayor, pero se veía fuerte, regordete y de lentes sin montura, vestía traje y olía a caoba y pino, un señor muy bello y pulcro que debió ser un galán en su juventud.
-Gracias, señor Rondón. Le aseguro que estoy más que agradecida por la oportunidad.
Sonrió con gesto tierno y regresó a su oficina.
Me presentó con Aurora, la asistente de la jefa de personal, quien compartía espacio conmigo, sonrió tensa al verme, se acercó, se aclaró la garganta.
-Así que serás la asistente del señor Rondón, él es el gerente de recursos humanos.
-Así es.
Se cruzó de brazos y me miró de arriba abajo.
-¿Conoces a alguien aquí?
-No, a nadie.
-Qué raro que te pusieran con él, llevo tres años aquí y no me han puesto con él, trabajo con Teresa, la jefa.
-Solo soy aprendiz -aclaré -, después de seis meses, me iré.
Sonrió satisfecha, suspiró.
-Te contaré los detalles que tienes que saber. Lo primero que tienes que tener claro es que el C.E.O. es un hombre joven y muy guapo, muchas chicas llegan encandiladas y se pasan de ofrecidas con él, no cometas ese error.
Asentí con seriedad, pues mi intención no era esa, yo iba a completar mis pasantías para poder graduarme como licenciada en administración, no tenía novio, y no andaba buscando.
Pero cuando se acercó a la oficina el hombre que había visto en el ascensor, me quedé mirándolo de forma fija, Aurora se volvió a ver hacia dónde yo miraba y no me importó, volví a ver al hombre.
El hombre y yo no perdimos contacto visual.
-Buenos días, Damián -dijo Aurora, se pasó una mano por su cabello rojo, largo y brillante, y le sonrió con amabilidad, era una mujer guapa, y de rasgos finos, pero con una mirada fría.
-Buenos días, Aurora.
-Galilea, él es el señor Parker, el C.E.O. de la compañía -dijo mirándome y señalándolo.
Abrí mucho los ojos, vaya que si era guapo como dijo ella, nunca pensé que sería un hombre así, asentí.
-Mucho gusto, señor.
-Encantado de volver a verte, me alegra que consiguieras llegar a la oficina -dijo con un dejo de burla, Aurora me miró y se puso seria.
Sonreí, y el hombre se sonrió conmigo, no apartó la mirada de mis ojos, tragué grueso, era como si no importara que Aurora estuviera allí, solo estábamos los dos.
-¿La conoces? -preguntó.
-No, la encontré esta mañana en el ascensor, no iba a llegar nunca -dijo, se echó a reír.
Aurora endureció la expresión.
El hombre señaló la oficina del señor Alfonso y entró después de dar un ligero toque a la puerta.
Cuando regresé la mirada a Aurora, me veía con una mirada de reproche y los brazos cruzados.
-Debías anunciarlo, preguntarle que se le ofrecía, para eso estás aquí.
-Oh, lo siento, claro, ya me acostumbraré -respondí inocente.
Ese día no vi cuando el adonis salió de la oficina de mi jefe, se tardó mucho y me fui con Aurora a sacar unos documentos del archivo.
No quería mala sangre entre Aurora y yo, ya que después de todo, sería mi guía principal durante las pasantías, así que le busqué café, la elogié y la hice sentir cómoda conmigo.
Al final del día ya la tenía ganada, hablamos sobre su gato, despotricamos sobre su ex que la dejó por su mejor amiga, y reímos de los chismes que escuchamos en los pasillos.
Me sentí aliviada.
Jugó con mi cabello antes de irnos.
-Deberías vestir un poco más clásica y recatada, así pondrás distancia con los hombres que ya sabes como son: confianzudos, son como aves de rapiña sobre carne.
-Entiendo, lo haré -dije.
Vestía jeans, un top blanco y un cárdigan verde pequeño, entendía que debía optar por prendas que cubrieran más mi cuerpo.
Ese día mi cerebro no procesó mucho, solo pensaba en ese hombre alto y hermoso que me miró con intensidad como si buscara descubrir algo en mi rostro.
Cada día me lo cruzaba en el ascensor, a veces me saludaba, a veces no, pero siempre me dedicaba un repaso de pies a cabeza mientras mostraba una mueca torcida en la comisura de los labios.
Cada mañana me arreglaba para ir a la oficina pensando en verme lo más bella posible por él.
Él siempre olía a pecado, a deseo.
Mis piernas siempre temblaban cuando estaba frente a él.
Mi pulso se alteraba en su presencia.
Él lo notó y fue mi perdición.
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