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Loriel, la joven princesa del reino Bellerose, es desterrada de su propio hogar por su padre. Al salir de sus tierras, el destino la cruzaría con 2 hombres bastante iguales y diferentes a la vez. Phillip y Louis son dos hermanos gemelos que disputan el reino de Lancaster, enemigo del reino Bellerose. Phillip, por un lado, es un hombre bastante especial, serio, justo, pero tiene el corazón lastimado por haber amado a la mujer incorrecta. Por otro lado, Louis es un hombre altanero, déspota, violento e inmaduro. Ambos hermanos, totalmente distintos, pero disputarán una larga guerra no solo por un reino, sino por el amor de la desterrada y especial princesa.
POV Loriel
Escuchaba el hermoso vals que tocaba la orquesta compuesta por los mejores músicos de nuestro reino. Al parecer, todos estaban disfrutando de la fiesta de gala que ofrecía mi padre en honor al matrimonio de mi hermana con Williams, príncipe del reino Lastier y...
-Mi amigo... -susurro triste al apoyar mis brazos sobre el marco de mi ventana, a través de la cual veía un poco de lo que estaba sucediendo en el salón del palacio.
-Lo que daría por poder estar ahí -añado al levantarme y empezar a bailar al ritmo de la canción-. Con un lindo vestido..., zapatos bonitos, arreglada y... -pienso y suspiro- lo que daría por ver a Williams con su nueva corona. Hace mucho que no viene a verme -recalco al dejar de bailar y volver a mi ventana.
Tenía tantas ganas de abandonar mi habitación e ir al baile, hablar con él y preguntarle cómo le había ido en el reino Lancaster, con el cual manteníamos una guerra. Quería preguntarle cómo era más allá de nuestro reino y si el nuevo rey de Lancaster era así de cruel como decían las personas que trabajaban en palacio o si solo eran rumores. Tenía tantas preguntas para Williams, pero no le había podido hacer ninguna, a pesar de que ya habían pasado 2 meses de su regreso. Imagino que lo de la boda con mi hermana lo mantuvo muy ocupado.
-Quiero verlo -susurro nuevamente al ver el salón de palacio por mi ventana.
De repente, no sé cómo, me encuentro parada frente a mi puerta y tratando de abrirla.
-Con llave -exhalo cansada al sentarme en el piso-. Aunque es lo mejor; si alguien me encuentra husmeando en el salón, mi padre se molestaría y decepcionaría más de mí y ya no puedo hacer eso. Suficiente con tener una hija débil, fea y... bastarda -susurro con total normalidad, después de la infinidad de veces que había escuchado eso de él, de Clarence, su nueva esposa y reina; y de Lawrence, su hija..., mi hermana; y también lo había escuchado de algunos trabajadores de palacio, pero trataba de restarles importancia, aunque a veces se volvía muy difícil.
Sigo pensando en el bailo y de pronto siento cómo alguien empuja la puerta, me aparto de ella y entra una de las mucamas de palacio.
-¿Pasó algo?
-Sí, toma -responde al tirarme un vestido y pasar una cubeta de agua.
-¿Qué es esto? -pregunto muy emocionada.
-¿Que no lo ves? -contesta de mala gana- El rey dio la orden de que te asearas, te pusieras ese vestido y que bajaras al baile.
-¡¿Qué?! ¡Eso no es verdad! ¡No lo puedo creer! -doy brincos por mi habitación muy emcoionada, mientras giro con mi vestido en manos-. Muchas gracias, muchas, muchas gracias -agrego al abrazar a la mucama.
-¡Apártate! -responde molesta al empujarme- ¿No ves que estás asquerosa?
-Ou... sí, lo siento mucho; discúlpame por favor.
-No entiendo cómo el rey te tiene aquí todavía, si no eres nada de él -señala con dureza-. En fin, cosa de ricos -termina y sale de la habitación-. Me avisas cuando hayas terminado para que la persona encargada de arreglarte entre -señala; y vuelve a echar llave.
Emocionada, vuelvo a mirar mi vestido y me apresuro en bañarme.
Lo hago súper rápido y en menos de lo que creo, ya tengo el vestido puesto. No tenía espejo, pero el vestido estaba hermoso y sentía que me hacía ver, al menos un poquito, como mi hermana o sus amigas, quienes eran verdaderamente hermosas. Aunque la más bella, definitivamente, era Lawrence, así que entendía el por qué Williams se había enamorado perdidamente de ella.
-Ya estoy lista -informo; y la puerta se abre nuevamente y, para mi sorpresa, ingresa una de las amigas de Lawrence-. ¿Tú me arreglarás? -pregunto contenta; y ella asiente.
-Así es Loriel. Yo seré la encargada de que seas la mujer más hermosa del baile -señala; y yo sonrío.
Sabía que eso era totalmente imposible; que no podía aspirar a ello de ninguna manera.
-¡Claro que sí! ¡Y yo me encargaré de ello! -exclama la hermana de mi amiga.
-Perdón, creí que solo lo había pensado; no que lo estaba diciendo.
-Tranquila, cariño. Ahora siéntate, porque te convertiré en la sensación del baile -afirma muy segura; y eso me emociona mucho. Ella era muy bella, así que podía confiar en que me arreglara.
-¿Mi papá te pidió esto? -pregunto tímida.
-Tu papá pidió que bajaras al baile, pero fue Lawrence quien me pidió que me encargara de tu arreglo personalmente.
-¿En serio?
-Sí, Loriel. A pesar de que no pertenezcas a esta familia, Lawrence te ama y se preocupa por ti -concluye; y eso me hace sentir feliz.
Luego, solo confío en ella y espero ansiosa al resultado.
-Quiero verme -pido después de haber terminado.
-No he traído espejo, pero confía en mí. No podrías reconocerte ahora mismo.
-¡Muchas gracias! -exclamo feliz al abrazarla, pero sé que la he incomodado-. Lo lamento mucho -preciso apenada al apartarme.
-No te preocupes. Y ahora, ponte estos zapatos -precisa al enseñarme unos que no sabía de dónde había sacado.
-¿No crees que son muy altos?
-Para nada. Además, son los que se usa para el baile.
-Bien, en ese caso, me los pondré, pero podría ser en la puerta del salón. No podré bajar las escaleras con estos.
-Está bien, vamos -precisa sonriente; y yo le correspondo.
Ambas salimos de mi alejada habitación y vamos rumbo al salón. La música se escuchaba cada vez más fuerte; era absolutamente hermosa, yo viviría escuchándola todo el día.
-Bien, Loriel, yo te dejo aquí. Olvidé algo en la habitación de Lawrence.
-Puedo esperarte; no te preocupes.
-No, no, tranquila. Yo voy a demorar. Ve y disfruta del baile. Sé que será una noche que no olvidarás jamás.
-Muchas gracias, Oliva -respondo gentil y quería abrazarla, pero no quería incomodarla nuevamente.
-No pierdas más tiempo, ve. Nos vemos en un rato.
-Está bien -contesto; y ella se va.
Después de eso, me acerco a la puerta interna del salón. Estaba cerrada y no me dejaba ver nada aún, pero podía escucharlo todo; ya quería entrar; sin embargo, me sentía muy nerviosa.
Por un momento, quise retroceder y regresar a mi habitación que, aunque oscura, era mi lugar seguro; sin embargo, la enorme necesidad de ver a Williams nuevamente, me animó a tocar la puerta para que los guardias la abrieran.
Veo como se abren y estos me miran muy asombrados; sus bocas muy abiertas lo decían todo. Eso me hizo sentir muchísimo más nerviosa. Al parecer, el trabajo de Oliva conmigo fue más que excelente.
Con el corazón latiéndome a mil, por fin me decido a entrar. Los zapatos que me había dado Olivia estaban matándome con cada paso, pero yo tenía que dar mi mejor esfuerzo. Quería demostrarle a mi padre que era una buena hija, una dama..., y no avergonzarlo más.
"Por favor, por favor, no te caigas. Tú puedes, Loriel. Estar en un baile siempre ha sido tu sueño, no lo arruines ahora", me suplico a mí misma en cada paso que doy; sin embargo, no me percaté de unos escalones y sucedió lo que menos quería: tropezarme y llamar la atención de todos en el baile por mi torpeza.
Quería llorar. Mi padre me había dado otra oportunidad y, nuevamente, lo había arruinado.
"No, no llores, Loriel", me pido.
Aunque tuviese ganas de llorar por la vergüenza, no podía permitírmelo, sería mucho peor.
Veo a mi alrededor y veo a todos viéndome atónitos. De pronto, mi mirada va a mi padre y él mantiene un gesto muy duro, pero también de asombro.
Todo el salón está en completo silencio, hasta que de pronto, estallan en risas, pero se callan rápidamente cuando mi padre se pone de pie y viene hacia mí.
-Padre, yo...
No termino de hablar cuando inesperadamente tomó mi brazo con fuerza y me puso de pie.
-Papá, yo
-¡Yo no soy tu padre! ¡Ya me cansé de ser tu padre! -grita muy fuerte delante de todos-. ¡No eres más que una vergüenza para el reino!
-Papá, yo... lo siento mucho.
-¡SILENCIO! -exclama al haberme callado con una bofetada y así devolverme al piso con su fuerza.
-Papá, yo
-¿Acaso no has entendido? -añade mucho más molesto cuando veo que ha vuelto a alzar su mano para abofetearme; sin embargo, Clarence se interpone.
-Arthur, aquí no por favor. Seremos la comidilla de todo el reino. Un rey no puede comportarse así.
-Clarence...
-Por favor, Arthur. No en público. Te lo suplico; seremos la vergüenza de...
-Está bien, está bien... Pero ya suéltame -ordena; y la mujer se aleja-. AHORA TÚ -se dirige a mí-, levántate y ve a tu habitación.
-Papá, por favor, perdóname
-No me dirijas la palabra. No soy tu padre. Si te tengo aquí es solo por lástima y una promesa.
-Papá por favor...
-Ya deja de molestar a mi padre -interviene Lawrence de repente-, ve a tu sucio agujero a recibir tu castigo; y te puedes quedar con mi vestido, que no sé cómo lo obtuviste; seguro lo robaste de mi pieza de algún modo, pero ya no importa. Total, no te queda para nada y... mucho menos con lo que te hayas hecho en la cara. La verdad, no entiendo que estaremos pagando como familia con alguien como tú.
-Yo no robé este vestido. A mí me lo dieron; lo juro. Me dijeron que papá había dado la orden de que bajara al baile; yo no robé nada; lo puedo jurar.
-¿Acaso estás llamando mentirosa a mi hija?
-Padre, no, no es eso...
-¡Deja de decirme padre! Estoy cansado de todo esto. No solo de mantener a una mentirosa y ladrona, sino una vergüenza en general. No hay promesa que valga la pena cumplir si este es el martirio que debo pasar. ¡GUARDIAS! SÁQUENLA DE AQUÍ -ordena; y muchos de ellos vienen a mí para sacarme del salón y llevarme a mi habitación-. ¡NO! CREO QUE NO ME ENTENDIERON. ¡SÁQUENLA DE AQUÍ! ¡FUERA DE PALACIO! ¡FUERA DEL REINO! ¡NO LA QUIERO EN ESTAS TIERRAS! -concluye; y todos alrededor se quedan en completo silencio.
-Arthur, ¿no estarás siendo muy duro con la decisión?
-No, Clarence.
-Arthur, pero Loriel... ella -llora de manera repentina- No tiene a nadie allá afuera, ¿cómo va a vivir? Solo castígala con rudeza, sé que eso será escarmiento suficiente. Por favor, no la destierres de este reino.
-Mi querida, Clarence. Sé de tu noble corazón, pero es una orden del rey. No querrás contradecirla, ¿cierto?
-No, claro que no, mi amor.
-Entonces, ya oyeron. ¡Sáquenla de aquí! -repite la orden; y sus hombres me empiezan a conducir a la salida.
-¡No! ¡No por favor! ¡Lo suplico! ¡Padre!
-¡NO SOY TU PADRE! ¡JAMÁS LO FUI Y JAMÁS LO SERÉ!
-¡Por favor, SU MAJESTAD! ¡SE LO SUPLICO!
-¡TERMINEN DE SACARLA DE AQUÍ!
-Por favor, por favor, no -pido entre lágrimas cuando empiezo a forcejear con los guardias y logro liberarme.
Después de todo, tantos años de trabajo duro me hicieron una mujer fuerte de algún modo.
-Por favor, padre, te lo suplico, no me saques de aquí -pido a sus pies-. Puedo hacer más trabajo duro todas las horas del día, puedo ir al campo, evitaré cruzarme contigo o Clarence o Lawrence; ni siquiera pensaré en volver a bajar a un baile. Por favor, este ha sido mi hogar desde siempre. Te lo pido por la memoria de mi madre.
-No menciones a esa mujer -ordena con rabia y mucho dolor.
No sabía lo que había pasado entre ellos para que papá la odiara, pero sabía del inmenso amor que le tenía; yo había sido testigo de ello en mis primeros años y, aunque él lo quisiera negar con su odio e ira cada vez que alguien le hablaba de ella, aún sentía que la quería, sino no mantendría el collar que llevaba consigo siempre.
Recuerdo que mi madre se lo dio en uno de sus cumpleaños y, desde entonces, no había día que no lo usara. Nadie sabía de ese regalo, solo él, mi madre y... yo.
-Por favor...
-Te di muchas oportunidades, no te daré una más. ¡Sáquenla de aquí
-Entonces, por favor, permíteme llevarme mis recuerdos -solicito suplicante con lágrimas en los ojos al haber aceptado su decisión-. Solo quiero llevarme mis recuerdos.
-Papá, no lo permitas -interviene Lawrence-. Seguro está tramando algo...
-Por favor, su majestad -pido con el corazón hecho pedazos. Jamás en mi vida imaginé que sería tratada así en el lugar que consideraba mi hogar.
-Que alguien vaya a su habitación, saque sus cosas y se las entregue fuera de palacio.
-Gracias..., muchas gracias -respondo entre lágrimas y luego, solo me sacan del lugar.
Salimos de palacio y todas las personas del reino se detienen a ver la forma en la que soy desterrada. Uno de los guardias rompe mi vestido por la espalda y me empuja al suelo.
-El rey ya se había demorado en echarla -señala uno de los hombres con asco y me escupe.
No entendía por qué era tratada así; había de haber una razón, pero no sabía cuál era; no obstante, me gustaría averiguarla; sin embargo, fuera de palacio, eso sería casi imposible.
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