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Valentina llevaba una vida profesional estable como gerente de marketing en una empresa tranquila, con rutinas previsibles y cero dramas... hasta que todo cambia. El nuevo CEO de la compañía no es un desconocido: es Nicolás, su exnovio de la universidad, el hombre al que dejó años atrás para perseguir sus sueños profesionales en otro país. Ahora, Nicolás vuelve más exitoso, carismático y poderoso que nunca... pero también con una clara misión: poner a prueba a Valentina, demostrar que ya no la necesita... ¿o tal vez todo lo contrario? Entre reuniones tensas, miradas que arden y recuerdos del pasado que no terminan de morir, ambos deberán enfrentar lo que aún queda entre ellos. Porque en los negocios puede haber reglas... pero en el amor, todo se vale.
El reloj marcaba las 8:57 a.m. cuando Valentina entró en el ascensor del edificio de Torres & Alba, con su café en mano, como cada lunes. Llevaba seis años trabajando allí, y podía recorrer cada rincón con los ojos cerrados. Todo era predecible, familiar. El mismo saludo del guardia de seguridad, la misma recepcionista con cara de pocos amigos, los mismos chismes de oficina que iban y venían entre pasillos.
Todo igual.
Hasta hoy.
-Dicen que es joven, ambicioso... y que viene de Nueva York -comentaban dos asistentes de ventas detrás de ella, susurrando pero lo suficientemente alto como para que todos oyeran.
Valentina frunció levemente el ceño, sin voltear. Había rumores desde hacía días sobre el nuevo CEO, pero nadie sabía su nombre. La junta lo había mantenido en secreto. Según decían, llegaba para "oxigenar" la empresa. Otra forma elegante de decir: vienen cambios. Y a Valentina no le gustaban los cambios imprevistos.
El ascensor subía. Piso 7. Piso 8. Piso 9.
Las puertas se abrieron.
Todos salieron.
Menos ella.
Una figura masculina, alta, de traje oscuro perfectamente ajustado, entró justo antes de que se cerraran las puertas.
Ella no lo miró al principio. Estaba absorta en su agenda mental, repasando lo que diría en la reunión de esa mañana. Solo cuando el silencio se volvió incómodo, alzó la vista.
Y entonces, el tiempo dejó de correr.
-Hola, Valentina -dijo él.
Su voz había cambiado. Más grave, más firme. Pero había algo en la forma en que dijo su nombre... que la devolvió años atrás.
Flashback - Ocho años antes, Universidad de Buenos Aires
-¿Así que esto es en serio? -preguntó Nicolás, con los brazos cruzados, apoyado contra la mesa del pequeño departamento que compartían en Almagro. El aire olía a café frío y decisiones difíciles.
Valentina asintió, con la carta de aceptación en la mano. Una beca completa para estudiar su máster en París. Era su sueño. El que había perseguido desde antes de conocerlo.
-Me avisaron hace una semana -dijo ella, casi en un susurro-. Quería encontrar el momento para contártelo... pero no hay forma suave de decir esto.
Nicolás rió sin humor.
-¿Y cuándo pensabas decírmelo? ¿En Ezeiza? ¿Antes de abordar?
-No seas injusto.
-No. No, Valentina. No soy injusto. Injusto es que después de todo lo que construimos, después de todo lo que planeamos, vengas con esto como si fuera una oportunidad mágica caída del cielo. ¿Y nosotros qué? ¿Qué pasa con nosotros?
-Nosotros no podemos ser más importantes que mi vida. No que mi carrera. No que lo que soñé desde que era chica. No me pidas que me quede para vivir la vida que vos querés.
Nicolás la miró largo, los ojos encendidos. Tristeza, rabia, orgullo. Todo mezclado en una mirada.
-No te voy a pedir que te quedes. Pero sabés que si te vas, esto se termina.
Ella bajó la mirada. Sabía que tenía razón. Pero también sabía que no podía -ni quería- detenerse. No ahora.
-Lo sé -dijo finalmente, con voz quebrada-. Y aún así... me voy.
Fin del flashback
-Nicolás... -susurró ella, de vuelta en el presente, en ese ascensor que ahora parecía un ataúd de recuerdos.
Él sonrió, y por un momento, parecía el mismo chico que le cocinaba pasta a las tres de la mañana después de estudiar, el que le escribía poemas malos en servilletas de bar. Pero su sonrisa era distinta ahora. Más medida. Más peligrosa.
-Qué chico es el mundo, ¿no? -dijo-. Vos seguís igual. Bueno... casi igual.
Valentina se obligó a recomponerse. Parpadeó. Dio un sorbo a su café ya tibio.
-No puedo decir lo mismo de vos -respondió, sin cederle terreno-. Así que... ¿sos el nuevo CEO?
-Parece que sí. Irónico, ¿no? Después de todo, terminé regresando. Aunque esta vez, para quedarme en la cima.
Las puertas del ascensor se abrieron en el piso 14. Él dio un paso afuera, pero se detuvo, mirándola por sobre el hombro.
-Nos vemos en la reunión de las 9, Valentina. No llegues tarde.
Ella se quedó quieta, con el corazón latiendo fuerte. El ascensor volvió a cerrarse. Respiró hondo.
El pasado había regresado.
Y esta vez, no era un recuerdo.
Era su jefe.
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