En la ceremonia de aniversario de su empresa, su hijo me acusó públicamente de ser una mala mujer que intentaba robarle a su padre. Cuando me acerqué al niño, Jaden me empujó al piso para protegerlo. Me golpeé la cabeza y, mientras la vida de nuestro pequeño no nacido se extinguía, él se alejó sin mirar atrás. Nunca me visitó en el hospital. Me dejó sola para llorar la pérdida de nuestro bebé. Fue entonces cuando me di cuenta de que el hombre al que amaba se había ido para siempre y que nuestros cinco años de matrimonio habían sido una mentira.
Su amante intentó terminar lo que el destino había comenzado, empujándome por un acantilado al mar. Pero sobreviví. Mientras el mundo lloraba la muerte de Elana Thomas, yo subí a un avión con destino a Zúrich, lista para empezar de nuevo.
Capítulo 1 Ilusiones destrozadas
La vida secreta de su esposo entró en su oficina en su primer día como jefa de residentes: un niño de cuatro años, que tenía los ojos oscuros de su padre y una rara alergia hereditaria que ella conocía demasiado bien. Su madre, Hayden Cleveland, tenía una imagen impecable, desde su bolso de diseñador hasta su expresión serena, aunque preocupada.
Mientras Elana anotaba los antecedentes del niño, una inquietante alarma resonaba cada vez más fuerte en su cabeza con cada detalle familiar.
"¿Y la información del padre?", preguntó la susodicha, estabilizando su voz mientras señalaba el formulario de admisión.
Hayden tomó el bolígrafo y sus uñas bien cuidadas resonaron contra el plástico. Escribió un nombre, luego empujó el portapapeles hacia el otro lado del escritorio. Elana bajó la vista hacia la hoja.
Jaden Thomas. El mundo se tambaleó bajo sus pies. Tenía que ser una coincidencia, simplemente, tenía que serlo.
La otra mujer la observó, con un destello de algo indescifrable en la mirada (¿Diversión? ¿Piedad?) "Su padre lo adora", dijo, con una voz tan empalagosa que a Elana se le erizó la piel. "Pero siempre está ocupado trabajando, viajando constantemente. Ojalá pudiera darle a mi hijo un hogar completo, ¿sabes?".
La insinuación la golpeó como un dardo envenenado, dirigido directamente al corazón de Elana. Antes de que pudiera responder, el celular de Hayden vibró. Ella respondió, bajando la voz hasta convertirla en un murmullo íntimo.
"Hola, cariño. Sí, ya casi terminamos".
La voz al otro lado era débil, distorsionada por el celular, pero Elana la habría reconocido en cualquier lugar: era Jaden.
Una oleada de náuseas la invadió. Sus dedos entumecidos se apresuraron a escribirle un mensaje a su esposo: "¿Qué haces?".
Su respuesta llegó casi de inmediato: "Estoy atrapado en una reunión de un proyecto enorme, cariño. Nuestra cena se podría retrasar. Te lo compensaré, lo prometo. Te amo".
El celular en la mano de Hayden volvió a vibrar. Sonrió, un pequeño gesto cómplice y satisfecho, luego colgó. "Ya viene a buscarnos", anunció con entusiasmo.
Elana sentía como si se moviera dentro del agua. Terminó la consulta de forma automática, utilizando su profesionalismo como un frágil escudo para protegerse del colapso de su mundo. Recetó los medicamentos necesarios, le dio instrucciones a la mujer y los vio irse.
Desde la ventana de su oficina, lo vio todo. El familiar auto de Jaden se detuvo junto a la acera. Lo vio salir, no con la postura cansada de un hombre que sale de una reunión estresante, sino con la sonrisa relajada de alguien que vuelve a casa. Levantó a Leo en brazos con facilidad y besó a Hayden, un contacto breve y cariñoso en la mejilla. Parecían una familia. Una familia perfecta y feliz.
Una joven enfermera que clasificaba archivos a su lado suspiró con nostalgia. "Guau. Míralos. Ese tipo es un esposo y un papá fantástico".
El inocente comentario fue el golpe final y demoledor. ¿Una familia? Entonces, ¿qué era ella?
Su mente revivió los cinco años de matrimonio. Todos esos "viajes de negocios semanales fijos". Las "emergencias nocturnas en la oficina". La vez que ella se retorcía por los cólicos estomacales y no podía localizarlo, porque supuestamente estaba en un vuelo. Él había estado con ellos. Todo este tiempo, había estado con ellos.
Recordó su aniversario meses atrás. "Creo que estoy lista", le había susurrado en la cama. "Tengamos un bebé". Él se había quedado en silencio, acariciándole el cabello con la mano. "Todavía no, Elana", había dicho con delicadeza. "La empresa está en una etapa crítica. Dame solo un año más". Por supuesto, ella le había creído.
Recordó la facultad de medicina, donde él había sido su rival más feroz y su admirador más ferviente. Le había llevado sopa durante los agotadores turnos de veinticuatro horas, se había quedado a su lado cuando ella había colapsado por el cansancio y le había pedido matrimonio en el silencio austero y estéril del cuarto de guardia, prometiéndole que no podía imaginar una vida sin ella. Todo había parecido tan real.
Su celular sonó, interrumpiendo sus recuerdos. Era él. Su nombre brillaba en la pantalla, símbolo de un amor que ahora era una mentira monstruosa.
Respondió con la mano temblorosa.
"Hola, ¿qué tal tu primer día en el nuevo trabajo?". Su voz era cálida, el mismo tono cariñoso que siempre había utilizado con ella.
En el fondo, lo oyó claramente. La voz de Leo gritando "¡Papá!", seguida de la suave risa de Hayden.
"Estoy cenando con el equipo del proyecto", dijo con suavidad. "Hay un poco de ruido. Te extraño".
"¡Papá!", gritó el niño de nuevo, esta vez más cerca.
El tono de Jaden cambió, dejando entrever un ligero pánico. "Es solo... es el hijo de uno de mis colegas". Colgó de repente.
A través de la ventana, lo vio cargar al niño y besarle la frente, con una expresión de absoluta devoción paternal. Era una mirada que no había visto antes. Una mirada que nunca había sido para ella.
Su corazón no solo se rompió, sino que se convirtió en piedra. No llamó a su mejor amiga, tampoco a un abogado, sino que buscó el contacto del director de una prestigiosa beca de investigación médica en Zúrich. Era un programa de seis meses de duración totalmente intensivo que había pospuesto para quedarse con Jaden.
Su voz era inquietantemente tranquila cuando el director respondió. "Me gustaría aceptar el puesto", dijo. "Puedo irme de inmediato".