Ariana es una joven y exitosa profesional que ha dejado de lado todo por su trabajo. A partir de un intenso encuentro casual, empieza a replantearse su vida sentimental y descubrirá que puede conjugarlo todo mientras aprende que puede amar y sentir de distintas formas.
Parece que el hartazgo nos llega a todos. No importa lo mucho que disfrutes lo que haces, siempre hay un momento en que necesitas "algo más".
Resulta que, como muchos de ustedes entenderán, el éxito profesional suele sacrificar el desarrollo interpersonal. Por más que tengas citas y amigos, de pronto se siente una ausencia, una carencia en el cuerpo.
Así me sentía yo. Después de intentar madurar, sin éxito, una u otra relación, estaba cansada de intentarlo. Solo quería un acostón con alguien que no me llamara a la semana siguiente para invitarme a salir.
Sexo en su más pura expresión, eso era lo que necesitaba y mientras más tardaba en conseguirlo, más caliente me sentía.
Un día de esos, mientras estaba en un concierto, la música me llegó muy profundo, no al corazón ni a la cabeza. A mis entrañas. Sentía que cada nota acariciaba mi entrepierna y me sabía cada vez más húmeda. Rodeada de extraños, solo podía presionar mis piernas entre sí para jugar con mi excitación. Me revolvía inquieta en mi butaca y notaba cómo las personas a mi lado, ambos hombres, me miraban de reojo. Quizá no lo disimulaba tan bien como quería.
Y el concierto terminó. Pero yo no.
Salí de la sala aún extasiada y estaba por pedir un auto para ir a casa, cuando un tipo salió de la nada, me empujó haciéndome caer al suelo y me arrebató el teléfono y mi bolso antes de echar a correr. De inmediato grité pidiendo ayuda esperando que algunos de los que pasaban pudieran detener al ladrón, pero nadie hizo nada, bueno, solo una persona. Me escuchó gritar y se encontraba justo en el camino del ladrón, este, confiado en que igual que los demás no haría nada, siguió corriendo hacia él, pero sin dudar lo empujó haciendo que perdiera el equilibrio y cayera tirando mis cosas al suelo. Asustado, el ladrón se levantó rápidamente y salió corriendo hacia el lado opuesto. Yo me había levantado mientras tanto y corrí hacia el lugar en el que ese tipo había caído y en donde el sujeto que me había ayudado ya levantaba mis cosas.
-Muchas gracias -le dije- pensé que nadie me ayudaría.
-¿Está usted bien? -me preguntó -¿No se hizo daño?
-No, estoy bien, solo un pequeño golpe.
Otras personas se acercaron para ver lo que pasaba, sí, claro, pero antes nadie más fue capaz de ayudar. En fin, supongo que es difícil tomar un riesgo por alguien que no conoces.
-Aquí tiene -me dijo entregándome mi bolso y mi teléfono -al parecer no pudo llevarse nada, aunque parece que el teléfono se llevó un buen golpe...
Tomé mis cosas y revisé mi celular, quizá por el golpe al caer o no sé por qué, pero no encendía.
-Demonios, bueno, de los males el menor. Le agradezco mucho señor...
-Enrique, Enrique Fuentes para servirle. ¿Está segura de que no se lastimó?
-No, estoy bien, le agradezco nuevamente. Creo que mejor me voy antes de que se haga más tarde. Gracias de verdad.
-Por nada, que pase una buena noche.
Nos dimos la mano y me fui. No podía pedir un auto si mi teléfono no reaccionaba, así que tendría que caminar a la avenida para tomar un taxi. Sí, me parecía lo más estúpido del mundo después de haber sido víctima de un asalto, pero no tenía opción. Llevaba ya algunos minutos esperando, cuando un auto se paró enfrente de mí.
Genial, pensé, algún idiota queriendo hacerse el interesante. No estaba de humor para comentarios obscenos, así que me alejé un poco del auto, pero el conductor abrió su puerta y bajó. Estaba a punto de echar a correr cuando lo vi. Era el mismo hombre que me había ayudado antes.
-Perdone, no quise asustarla, pensé que tal vez querría que la acercara a algún lugar. No parece muy seguro aquí.
-Mmm ya, me imagino que ofreces aventones a todas las personas que encuentras por aquí, ¿no?
-Ja, ja, ja. No, aunque nunca había visto a una mujer tan guapa como usted por aquí, la verdad.
Me le quedé viendo, parecía cerca de los cuarenta, llevaba camisa y pantalones negros; algunas canas resaltaban de su cabellera en la oscuridad de la noche y cuando volteó a verme pude distinguir sus ojos claros. De pronto esa sensación de éxtasis regresó a mí, quizá podría salir algo de eso.
-Podrías hablarme de tú, ya me has salvado una vez hoy. ¿Y hacia dónde vas? -Le pregunté.
-Debo atravesar la ciudad, pero puedo acercarte a donde quieras.
Lo medité por un momento, el tipo me había ayudado antes, seguro había salido del concierto, era guapo y parecía educado, tenía un buen auto. En fin. En unos segundos decidí que no parecía una mala persona y quizá podría hacer algo divertido por una vez.
-Está bien. Gracias.
Caminó hasta el otro lado del coche y me abrió la puerta. Al subirme, dejé mi falda lo más arriba posible y mientras él rodeaba el auto para subir, desabroché un botón de mi camisa.
-Bien, ¿hacia dónde? -preguntó.
-Voy hacia la Condesa, así que cualquier lugar que te quede cerca, está bien.
Encendió el auto y comenzó el trayecto. Notó de inmediato mis piernas y yo crucé una sobre otra para que quedaran aún más descubiertas.
-¿Puedo poner mi bolso atrás? -pregunté en una luz roja.
-Claro, adelante.
Me estiré para dejarla en el suelo atrás y pegué un poco mis senos sobre su brazo.
-Listo, gracias.
-¿Quieres escuchar algo de música? -Me preguntó.
-Sí, lo que tú quieras.
Esperaba que no fuera una de esas personas que amaban la música que estaba de moda porque entonces me bajaría en la primera esquina. Pero no, lo encendió y estaba en una estación que tocaba música de concierto, como la que acababa de escuchar en vivo y que aún resonaba en mi entrepierna.
En otra luz roja aproveché para sentarme de lado hacia él, dejando una de mis piernas sobre el asiento y dejándole ver toda mi ropa interior. Estaba muy excitada.
-Y dime, ¿estabas en el concierto?
-Si -dijo sin evitar dirigir su mirada hacia mi entrepierna y comencé a subir y bajar mi mano sobre mi pierna aprovechando su atención.
-Lindo, ¿no? -Le dije coqueta y me volteó a ver muy serio.
-Mucho.
-¿Cuál fue tu pieza favorita? -pregunté solo por hacer más plática, sin perderme la intensidad de su mirada.
Mientras me respondía continué sobándome las piernas cada vez más intensamente, sobre todo cuando notaba su mirada en ellas. Después, descaradamente me acaricié los senos sobre la blusa jugando con la orilla que separaba mi piel de la tela, la abría un poco como aireándome por el calor que sentía para que él lo notara y luego la regresaba a su lugar. Cada vez que nos detenía una luz roja él me miraba. Y entonces lo hizo, puso su mano sobre su miembro que ya dejaba ver una erección.
-Puedo ayudarte con eso -le dije. De inicio pareció sorprendido y quiso saber a qué me refería. -¿Me dejarías masturbarte? -No respondió.
Me acerqué a él y puse mi mano sobre su pantalón y lo sentí, completamente duro. Siguió callado, pero no retiró mi mano, teníamos la luz en verde y él no avanzaba.
-Debes conducir -le dije y se dio cuenta de la luz en el semáforo. Entonces avanzamos, tanto él llevando el coche, como yo con mis manos.
Me las arreglé para desabotonar su pantalón y meter mi mano por debajo de su ropa, me adueñé de su miembro erecto y lo masturbaba mientras me tocaba yo sola con la otra mano. Pero yo quería más.
Una nueva luz roja nos detuvo y aproveché tomar su mano de la palanca y la llevé hasta mi entrepierna. Qué suerte que fuera un coche automático. Empecé a acariciarme con su mano hasta que él empezó a hacerlo por su cuenta. Aunque aún sobre la ropa. En algún momento y adivinando lo que yo deseaba, metió su mano por el borde de mi ropa interior para meter sus dedos en mi vagina, entrando y saliendo.
Gemí con ganas.
Nos detuvimos nuevamente y una camioneta se paró a mi lado. El conductor volteó a verme y notó la mano del conductor masturbándome, me excité aún más y me descubrí un seno para él. Sonrió y me hizo una seña que sugería sexo oral. También sonreí.
Avanzamos y seguimos un camino diferente al de la camioneta así que volví mi atención al miembro viril que retorcía mi mano izquierda, tenía un buen tamaño y debo decir que también un buen aspecto, circuncidado y sin mucho vello en la zona. Sentí la necesidad de meterlo en mi boca.
Sin pensarlo mucho detuve la mano que entraba y salía de mi vagina y la saqué de mi ropa, él pareció extrañado, pero lo ignoré. Me moví en mi asiento para estirarme sobre él y lo metí entero en mi boca.
Ahora él gimió.
Comencé a jugar con mi lengua recorriendo su punta, chupando y lamiendo una y otra vez. Noté un giro brusco en el auto, pero seguí en lo mío metiendo y sacándolo de mi boca.
Detuvo el auto.
Solo notaba la oscuridad alrededor así que imaginé que había encontrado un buen lugar para estacionarse. Me detuvo un momento para echar su asiento hasta atrás e hizo lo mismo con el mío, junto con mi respaldo. Una vez ahí bajo su pantalón dejando completamente libre su erección. Yo lo veía a los ojos desde abajo así que, cuando estuvo listo, tomó mi cabeza entre sus manos y me acercó a él nuevamente. Obediente volví a meterlo en mi boca una y otra vez mientras me masturbaba a mí misma. Como estábamos más atrás mi cuerpo estaba prácticamente sobre mi asiento y noté que levantaba mi falda. Metió su mano por debajo de mi ropa y acarició mis nalgas. Con un dedo recorrió la línea que las separa hasta llegar a mi vagina en dónde su largo y fuerte dedo empezó a joderme una y otra vez.
Estaba tan excitada que alzaba mi trasero para que llegara más y más adentro mientras yo lo lamía.
Me gustaba tanto lo que estaba sucediendo en mi vagina que me detuve a disfrutarlo y me olvidé del oral que le estaba dando.
Entonces, sentí un tirón en mi cabeza. Había tomado mi cabello con una fuerza que dolía, sacó la otra mano de mí, empuñó su miembro y lo metió en mi boca, hasta mi garganta.
¡Yo no lo podía creer! Estaba tan sorprendida como excitada, de mis ojos empezaron a brotar lágrimas y empezaba a sentir el reflejo del vómito de tan profundo que estaba en mí, cuando de pronto lo sacó. Fue tan solo un momento, lo suficiente para permitirme exhalar y tomar aire antes de volver a empujarme su miembro hasta el fondo. Se detuvo nuevamente y ahora empezó a empujar y sacar de mí toda su dureza una y otra vez, me sujetaba tan fuerte que no podía hacer nada. Estaba auténtica y sencillamente jodiendo mi boca. Volví a masturbarme sola. Cuando hubo encontrado un ritmo, siguió presionando mi cabeza con una sola, pero firme mano y de nuevo entró por debajo de mi ropa hacia mis nalgas. Llegó a mi vagina, pero ahora su largo dedo distribuía mi humedad por toda la línea que separa mis nalgas hasta llevarla a mi trasero.
Lo hizo una y otra vez hasta que estaba lo suficientemente lubricado como para empezar a masajearlo. Sentir su dedo tratando de entrar por esa zona me hizo correrme. Gemí de placer con mi boca llena de él, pero no se detuvo. Seguía jodiendo mi boca y empezó a hacerlo también con mi trasero. Cuando por fin tuvo su dedo entero dentro de mí lo movía de tal forma que me retorcía de placer, soltó mi cabeza, y salió de mi boca. Echó su respaldo más atrás y me jaló hacia él, me dio un condón que sacó de quién sabe dónde y se lo puse de inmediato, me acomodó de cuclillas sobre él y me penetró por completo. Me corrí de nuevo al instante. Mis paredes vaginales se contraían de placer sobre su dureza. Se enderezó un poco y estábamos casi frente a frente, mis senos estaban a la altura de su rostro así que me abrí la blusa por completo y desabroché mi brasier para dejarlos al descubierto, noté su sonrisa justo antes de acercar su boca y empezar a besarlos, chuparlos y morderlos.
Yo era toda placer y no quería que terminara nunca.
Seguía empujándome arriba y recibiéndome con fuertes embestidas mientras movía su dedo dentro de mi trasero y me mordía los pezones cada vez con más fuerza. Yo gemía y sentía cómo se iba apoderando de mí un temblor en todo el cuerpo, él también gemía con mi pezón entre sus dientes, estábamos cerca.
-¿Estás lista? -Pregunto y negué con la cabeza incapaz de responder, pero lo cierto es que estaba a punto.
Y entonces, una ola de placer me bañó de pies a cabeza. Un último movimiento en mi trasero, una última embestida y un mordisco más fuerte fue lo último que sentí. Él estalló dentro de mí al tiempo que sacó su dedo de mi trasero y liberó mi pezón de su opresión. Todo al mismo tiempo. Y me corrí una y otra vez junto con él. Sentí un orgasmo tras otro mientras él seguía vaciándose en el condón. Fueron segundos, un par de minutos, pero yo sentí que pasaron horas y horas de intenso placer.
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