¿Qué harías si tuvieras que ser herida sin saber el motivo? - Angélica, eres una perra. ¡No vas a ir a ninguna parte! -Los ojos del hombre brillaron y la agarró. La vida era perfecta para Angélica. Ella era tranquila y nunca hizo la vida imposible a nadie. Toda su vida dio un vuelco cuando conoció a un encantador demonio llamado César una noche. Unas horas después, su padre murió sin despedirse. Después de que ella se mudara a una nueva ciudad y fuera a una nueva escuela, tuvo un nuevo comienzo. Pensó que finalmente estaba libre de su agresor, pero estaba equivocada. El diablo la siguió y la volvió a atrapar. A pesar de las inquietantes pesadillas de esa horrible noche, se convenció a sí misma perdonarlo. Sin embargo, este continuó maltratándola y finalmente decidió cortar todos los lazos con él antes de dejarla ir. Sin embargo, se arrepintió. Con un destello vicioso, él preguntó: - Angélica, ¿de verdad crees que puedes escapar de mí? ¡Te atraparé aunque te vayas hasta los confines de la tierra!
Punto de vista de Angélica:
"¿Quién diablos eres tú? ¡Suéltame!".
Mis gritos de horror estaban, de alguna manera, entrelazados con su respiración pesada.
"Oye, ¿qué te pasa? ¿Te duele?".
Tras esas palabras, y con mi espalda apoyada contra el asiento trasero del auto, él levantó mi falda corta, y luego, presionó mucho más su pesado cuerpo contra el mío. Entonces, con su fuerte mano, sostuvo las mías por encima de mi cabeza. Y mientras yo trataba de liberarme de su agarre, me tocó los muslos con rudeza.
Al instante, comenzaron a rodar las lágrimas calientes por mis mejillas y mi cabeza no dejaba de palpitar. Su toque me hacía sentir enferma y todo mi cuerpo temblaba sin cesar. Al ver que no respondí a su pregunta, ejerció más fuerza y me desabrochó la camisa con rudeza.
"Por favor, ya déjame ir. ¡No me hagas esto!", imploré.
"¡Cállate! Simplemente, sé una buena chica. Ahora, contéstame, ¿te gusta?", replicó él.
"Por favor, suéltame, tan solo quiero irme a casa".
"¿Irte a casa? ¡Ja, ja! Ni siquiera pienses en eso. ¡No te irás a ninguna parte!", al pronunciar esas palabras, aquel chico perverso me dedicó una sonrisa maliciosa y luego comenzó a lamer mis pezones.
"¡Basta! Deja de hacer eso. Si no me dejas ir en este momento, yo voy a... ¡Aaah!".
En medio de mi reclamo, tuve que hacer una pausa y grité a todo pulmón, puesto que él acababa de morderme muy fuerte el pezón.
"Si no me detengo, ¿qué es lo que harás? Dime, quiero escucharlo. Pero será mejor que hables más alto", mientras él hablaba en tono burlón, pellizcó mi pezón, lo cual envió un dolor indescriptible directamente a mi cerebro.
"¡Eres un imbécil! ¡Te denunciaré!", exclamé, con todas mis fuerzas.
Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, su rostro satírico se oscureció por completo. Luego, me abofeteó en la cara con su enorme mano.
De inmediato, comencé a sentirme muy mareada y no estaba completamente consciente de lo que sucedía a mí alrededor.
Debido a ello, luché todo lo que pude por abrir los ojos. "¡Maldición!", murmuré, molesta. Una vez más, había tenido ese mismo sueño. Durante los últimos cuatro años, esa horrible pesadilla me había perseguido cada noche.
En ese instante, mi despertador comenzó a sonar, por lo que extendí la mano hacia la mesita de noche para silenciarlo. Después, bostezando perezosamente, hice todo lo que pude por abrir los ojos y miré la hora, así, me di cuenta de que casi se me hacía tarde para ir a la universidad..
Por eso me levanté de la cama de prisa y me dirigí directamente al baño para asearme. Al terminar de hacerlo, me puse mi uniforme y me fui a la universidad rápidamente.
Un momento después, y con una brillante sonrisa en mis labios, entré de manera veloz al edificio de clases. Una vez allí, cuando vi que el pasillo todavía estaba lleno de estudiantes, miré mi reloj de pulsera. Resultó que, aunque me había despertado tarde, logré llegar a tiempo, dado que aún quedaban unos quince minutos antes de que comenzara mi primera clase. Por lo tanto, suspirando de alivio, me dirigí hacia mi aula.
"¡Ay, Dios mío! ¡Él es muy apuesto! ¡Nuestros ojos se encontraron hace un momento y pude sentir una descarga eléctrica en todo mi cuerpo!".
"¡Sí, es cierto! Y, en realidad, se ve muy travieso cuando sonríe. Él es totalmente mi tipo. ¡Dios mío! Es un bombón alto y cremoso. ¡Podría comérmelo entero!".
"¡Yuuujuu! ¡Estoy extremadamente emocionada! Es el chico más guapo que he visto en toda mi vida. ¡Necesito conseguir su número de teléfono de inmediato!".
"Hace un momento, pasé junto a él cuando estaba en el vestíbulo. ¡Por Dios! Es como un dios griego, o algo así. Su aura por poco me asfixia. ¡Lo quiero para mí!".
Mientras avanzaba hacia mi salón de clases, escuché a algunas chicas un tanto extasiadas hablando acerca de un chico. Y a juzgar por su conversación, pude notar que se trataba de un estudiante nuevo. Yo simplemente sonreí con desprecio y aceleré el paso.
"Yo lo acabo de ver en la oficina del administrador. Creo que estaba allí para terminar el papeleo con su documentación. Lo importante, es que pude ver su nombre en el archivo. Se llama César. Ah, me encanta su nombre. ¡Es tan hermoso como él!".
"¿César?", repetí de inmediato. Ese nombre envió una onda de conmoción a mi cerebro, nada más con escucharlo. Pese a que mi sueño había estado plagado de pesadillas acerca de aquel horrible incidente, gradualmente se estaba quedando enterrado en la parte más profunda de mi memoria y me sentía a punto de sanar. Sin embargo, aquel nombre de repente logró reavivar todos los malos recuerdos. Debido a ello, me detuve involuntariamente en seco.
"Sí, su nombre es César Hernández", dijo la chica, completamente segura, mientras se volteaba para mirarme.
"Cé... Cé... César... Hernández", repetí el nombre tartamudeando. Al instante, mi frente comenzó a sudar, y mi cuerpo, a temblar.
Aquel nombre me hizo recordar mi terrible pasado.
Escena retrospectiva:
Esa ciudad tan concurrida no era donde solía vivir con mis padres cuatro años atrás. Cuando era tan solo una adolescente en mi antiguo vecindario, experimenté algo por lo que nadie merecía pasar. Ese fue el peor día de toda mi vida.
Comenzó siendo un día completamente normal para mí. Al salir de la escuela, caminé por el callejón solitario por el que solía pasar en el camino de regreso a casa. Pero, sin que yo lo supiera, me estaban siguiendo. Mientras tarareaba tranquilamente una canción, de repente, alguien me cubrió los ojos y la boca. Luego, me llevaron a rastras a un auto. En aquel momento, yo era más joven y muy inocente, así que no sabía absolutamente nada de sexo. Sin embargo, lo que sí sabía era que estaba mal que alguien me arrastrara a su auto.
Y cuando sus enormes manos me quitaron la ropa interior con brusquedad, sentí una humillación sin precedentes. Mis ojos instantáneamente se llenaron de lágrimas y comencé a rogarle, y a luchar con él. No obstante, en lugar de escuchar mis súplicas, siguió tocando mi cuerpo en los lugares más privados. Su toque era digno de vergüenza, por lo que seguí gritando a todo pulmón.
Poco tiempo después, una mujer de limpieza que pasaba casualmente por allí escuchó mis gritos de ayuda, así que ella se detuvo de inmediato para salvarme.
Unos días después de ese terrible incidente, tuve que ir a la corte para enfrentar al chico que había intentado violarme. Su nombre era César Hernández. Después de algunas sesiones de la corte, el juez finalmente lo declaró culpable de intento de violación e iba a pasar un tiempo en una prisión de menores.
Cuando la policía lo esposó y se lo llevó del estrado, él tan solo me dedicó una sonrisa maliciosa. Al verlo, me quedé paralizada en mi asiento y por poco rompo en llanto.
Tras ello, caí en una depresión realmente grave, por lo que en un intento por asegurarme el comienzo de una nueva vida, mi madre me llevó a vivir a la ciudad en la que estábamos desde hacía cuatro años.
La reubicación, en realidad, me ayudó mucho. Y, luego de ser transferida a una nueva escuela, estudié mucho, y me convertí en la mejor de mi clase. Pero ninguno de mis nuevos compañeros sabía absolutamente nada de mi terrible pasado.
Fin de la escena retrospectiva.
Debido a que él había sido enviado a la cárcel cuatro años atrás, yo pensaba que nuestros caminos nunca se volverían a cruzar. Jamás me imaginé que él volvería a aparecer años después, por tal razón, no sabía cómo procesar la noticia. Mi rostro palideció por completo y mis piernas temblaron. También, la mochila que sostenía en la mano, se cayó al piso.
De repente, en ese momento, sonó la campana de la clase. Por ende, los estudiantes que estaban a mí alrededor y en el pasillo instantáneamente comenzaron a correr hacia sus diferentes salones de clases. Mientras yo seguía inmovilizada en medio de las escaleras, mi mente se llenó de una maraña de emociones y horribles recuerdos.
"¡Ahhh!".
Alguien me golpeó en el hombro cuando subía corriendo las escaleras, lo que me hizo caer hacia adelante. Sin embargo, antes de estrellarme boca abajo en las escaleras de cemento y sufrir un dolor inconmensurable, un par de zapatillas blancas aparecieron frente a mí. Entonces, caí en un cálido abrazo.
El olor de aquella persona me resultó muy familiar.
Luego, la imagen pasó por mi mente y, al instante, mi cuerpo se puso totalmente rígido. La sangre en mis venas también parecía haber dejado de fluir.
"Angélica, ¡tenía mucho tiempo sin verte!".
Incluso sin abrir los ojos, supe de quién se trataba. Sí, era él... ¡César Hernández!
En ese momento, la voz en mi cabeza gritó locamente: '¡Ay, Dios mío! Es él, es el violador. ¡Él está aquí de nuevo!'.
Tan solo habían pasado unos años y se suponía que él debía estar cumpliendo su condena en la prisión de menores. Pero, él estaba allí frente a mí, así que no pude evitar preguntarme por qué fue liberado tan pronto.
Por ello, reflexioné profundamente: '¿Qué demonios está haciendo él en esta ciudad y en esta universidad? ¿Será simplemente una coincidencia que haya venido aquí? ¿Acaso contrató a alguien para que me vigilara mientras estaba en prisión y luego creó un plan? ¿Estará aquí para atormentarme después de lo que me hizo?'.
En mi cabeza, sabía muy bien que debía liberarme de su agarre y pedir ayuda, pero tenía tanto miedo que era incapaz de luchar o gritar.
"Oye, no nos hemos visto durante los últimos cuatro años. ¿Desde cuándo eres tan proactiva?".
Tras esas palabras, me ayudó a ponerme de pie y luego me miró. Y, al levantar la cabeza lentamente, vi el rostro familiar que atormentaba mi sueño todas las noches. Aunque, se veía muy diferente a como era cuatro años atrás. Pues, su rostro estaba más perfilado, como el de una perfecta escultura griega. Sus ojos azules parecían tan claros y brillantes como el mar.
Sus labios estaban perfectamente formados y había una leve sonrisa en las comisuras de estos. Sin embargo, su mirada estaba íntegramente llena de odio.
"Hola, César. Soy Clara", de repente, una chica se le acercó y se le presentó.
"Hola", respondió él, con frialdad, y sin apartar los ojos de mí.
Al escucharlo, la chica se sonrojó instantáneamente y se tapó la boca, luego, se fue corriendo con una expresión de incredulidad en su rostro.
En ese punto, yo me estaba mordiendo los labios con fuerza, tanta, que la sangre me entró en la boca y la probé.
Pensaba que la venganza era, probablemente, la razón de su reaparición. Tal parecía que él quería tomar represalias contra mí por haberlo enviado a prisión. Con eso en mente, las lágrimas calientes comenzaron a rodar por mis mejillas y todo mi cuerpo tembló incontrolablemente. Estaba plenamente consciente de que estaba condenada.
"Oye, estudiante número uno, vuelve a la realidad. Vamos a llegar tarde a clase. ¿Quieres que te lleve en brazos hasta allí dentro?".
Con una sonrisa malvada en sus labios, César tomó mi mochila y la puso en mis brazos. Luego, extendió la mano y estaba a punto de poner su brazo sobre mí.
No obstante, pese al miedo que sentía, me las arreglé para reunir valor, lo empujé con todas mis fuerzas y corrí a mi salón de clases.
Una vez allí...
Él entró de inmediato, el maestro lo acompañó hasta la tarima y le pidió que se presentara. Se veía muy guapo y tranquilo con su uniforme blanco de estudiante. Después de ajustarse bien la corbata, se aclaró la garganta, y dijo con voz agradable: "¡Hola a todos! Mi nombre es César Hernández. Soy un viejo amigo de Angélica".
Al instante, todas las chicas de mi clase se quedaron sin aliento después de que él hiciera tal revelación. Todas las miradas estaban fijas sobre mí, y luego cambiaron su atención a César.
"¡Angélica! ¿Realmente lo conoces? ¿Fueron compañeros de clase en la escuela secundaria? ¿O solían ser vecinos? ¡Escuché que César proviene de una familia muy adinerada! Él es muy apuesto. Por favor, dime qué tipo de persona es", me susurró rápidamente Adriana, la animada chica que se encontraba sentada a mi lado.
"¿Angélica? ¡Mírame!", exclamó ella, llamándome por mi nombre de nuevo mientras chasqueaba los dedos después de que yo no respondiera a su pregunta.
"Bueno, en realidad, yo no sé nada acerca de él", le respondí fríamente, sin voltearme a mirarla.
En lugar de eso, mi mirada llena de odio estaba fija en César, mientras caminaba por la tarima. Mientras tanto, él todavía tenía la sonrisa malvada en las comisuras de sus labios y, mirándome directamente, murmuró de manera silenciosa: "Puta".
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