Carlos es escritor y periodista reconocido en los medios y las midias. Hace unos años, conoció a Alejandra, con quien vivió un romance. Pero el pasado regresa para pasarle factura y cae en una red de medias verdades que lo llevará a tomar una decisión fatal.
Siento mi cuerpo caer al vacío y sé que tal vez, al caer ese golpe duela menos que está realidad que hoy me empuja, literalmente, a acabar de una vez por todas con esta oscuridad.
Soy de esas personas que desde muy pequeño tuvo miedo a la muerte; quizás por todas aquellas conversaciones de grandes en las que me concentraba mientras jugaba con mi carrito cerca de mamá y mi tío José.
–Sí, José, aunque digas que la muerte no es mala, si lo es. ¿Acaso no sabes que si eres malo, irás al infierno?
–Por Dios María, en pleno siglo XX, vas a estar creyendo en eso. Yo no creo en un cielo y en un infierno porque para mí, en esta vida, vives todo lo bueno y lo malo.
–¡Qué testarudo te has vuelto!. Desde que eres escritor y te la pasas leyendo esas pendejadas, ahora no crees en nada.
–Prefiero creer en mí mismo. Eso es algo que nunca entenderás y que no pienso discutirte. Tu verdad, no es mi verdad.
Yo los escuchaba intentando entender a que se referían. Por primera vez, creo encontrarle sentido a sus palabras.
A veces la muerte, puede salvarte de ti mismo. Eso lo creo hoy, en este instante en que como decía King, refiriéndose a que los monstruos y fantasmas existen y a veces ganan.
Ese monstruo que habitaba en mí y que soterré, es hoy el mismo que se apiada y me pide que lo destruya, aunque su destrucción implica la mía.
Es por eso, que durante mi adolescencia producto de mi aspecto físico y poca suerte con las chicas y confiando en las palabras de mi madre, decidí irme a estudiar como seminarista.
A mamá, le fascinó la idea. Ella venía de recibir desde pequeña creencias en la religión católica. Yo quería complacerla y de una manera huir de aquella realidad. Ser el gordito, alto, de anteojos y cabello liso, peinado de lado, me hacían ser el centro de atracción del resto de mis compañeros para sus burlas. No era un Nerd, era peor que eso, era un chico X, como muchas veces escuchaba murmuran entre las chicas.
No ser muy apuesto e inteligente, es un pecado. Para librarme de ello, al terminar mi bachillerato, decidí irme a la escuela de seminaristas, y ser Padre en una iglesia del barrio. Así no sería difícil, mostrar las razones de mis miedos como hombre al ser rechazado por las mujeres. Eso creí.
Durante dos años, intenté convencerme de que era mi camino. A ratos en mi habitación escribía en alguno de mis cuadernos de Teología, sobre cosas que me hacían reflexionar sobre la vida y la muerte. De ellas, surgiría mi más famoso poema "ataviado de sombras"
Todas las mañanas, debíamos orar y leer la biblia. Más que una tarea, este ritual se había convertido en un castigo. Porque su no lo hacíamos, no tendríamos desayuno o cena.
Una tarde, estábamos reunidos en la sala de estudios, con el profesor de Filosofía y recuerdo que mencionó sobre la muerte. Yo no solía ser muy participativo. Pero esta vez, la pregunta iba directa a mí.
–Dígame Alvarado, ¿Qué opinión merece para usted la muerte?
En mi mente se mezclaron aquellas dos ideas del discurso entre mi madre y mi tio José:
–La muerte existe, si creemos en nosotros y no en Dios–respondí mientras mi corazón lanzaba patadas como un asno en mi pecho.
–¡Excelente respuesta!–dijo aplaudiendo.
Me avergonzó sentirme como centro de atracción.
–La muerte, como lo dice la biblia en Juan 3:36 "el que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios", por ello, cuando el ego humano, nos hace pensar que somos poderosos como Dios, esto nos lleva a la muerte.
Al salir de la clase, el profesor, me sujeto por el hombro.
–¿Podemos hablar un momento Alvarado?
–Sí profe– contesté, mientras pensaba que ahora querría entablar una conversación profundamente filosófica conmigo sobre la muerte.
Caminamos hasta una de las salas donde sólo entraban los curas.
No había nadie más, sólo el y yo.
–¡Siéntese Alvarado!
Yo me senté obedeciendo las palabras del profesor. Él se paró frente a mí.
–Eres uno de los mejores de la clase. Tienes mucho futuro como sacerdote–dijo, colocando sus manos sobre mis hombros.
–De ahora en adelante, serás mi discípulo y me ayudarás en la clase–continuo diciendo– todas las tardes, nos reuniremos en este cubículo para conversar sobre los temas que explicaré durante la semana.
Esa tarde regresé a mi habitación, algo feliz por las palabras del profesor. Así que me puse a leer la biblia con mayor entusiasmo e interés que antes.
Mis compañeros se dieron cuenta de mi rápida evolución durante las clases de Teología y Religión. Ese conocimiento me brindaba seguridad y confianza en las clases. Pronto fui notado por los otros profesores, quienes aplaudían mi devoción y seriedad en mi vocación sacerdotal, hasta ese entonces.
No niego el placer y la vanidad que me invadió al sentirme tomado en cuenta; pasar de ser un X a ser un Y. Estaba sintiendo la emoción del éxito y el poder.
Mas, todo tiene un precio en la vida y con el tiempo descubrí cual sería el mío.
Con el tiempo, algo comenzó a cambiar, el profesor me hacía ir dos veces a su cubículo y una tarde, se paró frente a mí, como siempre, colocó sus manos sobre mis hombros, pero acercó su pelvis a mi rostro. Llevaba puesta la sotana.
–Esto que vas a hacer hoy, será una prueba de que podemos confiar plenamente en ti, y eso permitirá que entres en un círculo cerrado de conocimiento, que nadie más maneja.
Levantó su sotana, bajo su cremallera y me mostró su falo. Yo lo miré a los ojos, él hizo una cruz sobre mí cabeza y asintió dándome la orden:
–Bebe de este cáliz, la sangre de Cristo será derramada en ti como una bendición.
Así ocurrió todo; durante las tardes siguientes, además de leer y discutir algunos versículos, él me mostraba su masculinidad pidiéndome que tomara el cáliz y bebiera el vino de su sexo.
Así aprendí el valor de algunas cosas y el poder de la manipulación.
Durante los recesos permanecía en mi habitación, masturbándome para sentir que seguía siendo hombre, a pesar de que nunca había estado con ninguna chica y mi primera "relación sexual" había sido con un hombre.
La semana siguiente los roles se intercambiaron. Según el padre, me tocaba sentir el placer; bajó mi cremallera y comenzó a hacerme sexo oral, aunque fue raro para mí, verlo a mis pies, sentí como mi pene se iba llenando de sangre y se ponía duro. Estaba excitada, pensé que me dejaría llegar en su boca, se levantó, luego subió su sotana, bajo sus pantalones y me dejó que lo penetrara una y otra vez.
A pesar de que nunca había sido sexualmente activo, fui experimentado cosas sexuales muy raras. Como cuando tomó el crucifijo de la pared y comenzó a introducirlo por mi trasero. Fue realmente un dolor inexplicable y algo tan perverso que decidí, al día siguiente pedir mi baja.
Las amenazas y coacción fueron muy graves; me amenazaron con decir que había robado algunas piezas de oro, o que me acusarían de abusador sexual. Y no podía hacer nada, porque yo mismo había caído en ese juego.
Una tarde en la habitación, entró, uno de los monaguillos y me ofreció chupar mi sexo, y accedí, pues es uno de los placeres más grandes que se tiene como hombre. No imaginé que Jesús, era la carta bajo la manga de la sotana del Padre Evaristo. Jesús se había convertido en la víctima del supuesto estrupo y estaba dispuesto a servir de testigo principal en aquella acusación.
Debía pensarlo bien, ya había cumplido mis dieciocho años, por lo que iría directo a la cárcel y es mucho lo que se cuenta sobre esos casos de violación. Hablé con el padre Evaristo y bajo secreto de confesión juré que nada de lo ocurrido se sabría jamás.
Esa mañana durante la reunión dominical en la iglesia, tomé mi comunión. Fui hasta mi cuarto, recogí mis cosas y esperé que el Padre, me diese mi carta de baja.
Salí con mi maleta de aquel "bendito" lugar. Tomé un bus desde el internado hasta la casa de mi madre. Luego de una hora de trayecto, llegué a casa. Mi madre, no estuvo muy agradada con mi regreso, pero había cosas que no podía contarle. Me dio un abrazo, y me hizo una cruz con sus manos para bendecirme. Ese gatillo mental vino a mi mente nuevamente.
Desde ese entonces, nunca más me persigné. Me juré a mí mismo, que nunca hablaría de ello, ese era mi gran secreto, lo fue por casi veintidós años; hasta este momento que decido contarlo porque ya nada peor podría pasarme.
Kira Hamilton, es una hermosa adolescente cuyo prototipo no encaja con el resto de sus compañeros. Su padre, Boris Hamilton es un prestigioso CEO, quien se ha encargado de la crianza de su hija, luego que Alexa, su esposa, muriera durante el parto. Para protegerla de la maldad de sus orígenes, el preocupado padre decide inscribirla en un internado donde estará alejada de la manada, pero un revés de la vida, lo obliga a regresar a ese lugar del que tanto huyo. Kira se verá rodeada de jóvenes, que al igual que ella tienen algo especial. Allí conocerá a Kurt, el alfa de la manada "Clair de lune" quien se apasionará por su luna humana. Descubrir la verdad y amar, serán los retos que la hermosa chica deberá vencer. ¿Lo logrará sin salir herida?
Ser el Sigma de la manada siempre ha sido la parte más complicada de la vida de Edwar, el más fuerte de los Lycántropos. Decidido a vivir en soledad, apartado del resto de la manada, esa noche sale al bosque a dar un paseo, sin imaginar lo que el destino le tiene deparado. Los gritos aterradores de una mujer, ponen en alerta al Alpha solitario, cuyo instinto lo impulsa a defenderla, enfrentarse a ellos y rescatarla de las garras e intenciones perversas de sus depredadores. Ahora que Selena ha sido rescatada, se siente en deuda con aquel héroe inesperado, envueltos en la magia de la luna llena, ambos se entregan al placer y la lujuria. Tan inesperadamente como llegó a su vida, Edwar desaparece sin dejar rastro. Ante aquella afrenta, Selena siente el deseo intenso de vengarse del alpha solitario. Una jugada del destino los llevará a reencontrarse nuevamente en circunstancias difíciles para ambos, ella está a punto de casarse con su hermano Bodolf, llevando en su vientre el fruto de aquella noche de pasión. ¿Podrá Edwar abandonar sus principios y enfrentar a su propio hermano por el amor de Selena? ¿Será ella, capaz de perdonar su abandono y entregarse al verdadero amor?
Anna, una joven soñadora y romántica, anhela casarse con el apuesto príncipe Rodrigo y convertirse en la futura reina. Sin embargo, su destino da un giro inesperado cuando una difícil situación con la Reina Emma II, madre de Rodrigo, le arrebata la oportunidad de casarse con el amor de su vida. En un giro sorprendente de los acontecimientos, la reina Emma II decide que sea Elisa, la hermana menor de Anna, la elegida para casarse con el príncipe Rodrigo. El matrimonio se lleva a cabo con una gran celebración; pero la felicidad de la pareja se ve truncada cuando la joven sufre un terrible accidente mientras monta a caballo. Es entonces cuando la lealtad y el amor fraternal de Anna se ponen a prueba. Obligada a cuidar de su hermana herida, Anna se enfrenta a una encrucijada emocional entre sus sentimientos por el príncipe Rodrigo y su deber de proteger y apoyar a su hermana Elisa en su recuperación. A medida que Anna se sumerge en esta compleja situación, se ve obligada a confrontar sus propias emociones y deseos, al tiempo que lucha por mantener la lealtad hacia su familia y sus propios valores. ¿Será capaz Anna de encontrar el equilibrio entre el amor, la lealtad y la responsabilidad, o sucumbirá a las fuerzas de un amor prohibido?
Marla es una chica extrovertida, espontánea y muy independiente, siempre consigue lo que desea, y aunque para ella eso suele ser una virtud, para otros es un defecto dada su obstinada actitud por hacer que las cosas ocurran. Por petición de su madre, debe viajar a Calabria donde viven sus abuelos maternos para resolver un asunto legal con Jerónimo Caligari, un poderoso CEO de la industria ferroviaria quien se empeña en desalojar a sus abuelos de sus propias tierras para concretar su nuevo proyecto. En ese viaje conoce a un hombre, Abel Coppola, cuya sola presencia la perturba de manera inexplicable. Marla siente una atracción que la quema desde adentro, como si estuviese en el propio Hades. Al descubrir que Abel es el sacerdote de una iglesia en Tropea, debe decidir si huir de ese deseo o dejarse caer en la tentación... ¿Podrá Marla, vencer sus sentimientos y seguir su camino junto a un hombre que odia y con el cual debe casarse para salvar a su familia?
La vida obligó a Brooke, aquella mañana, a dejar abandonada a su hija recién nacida frente a la lujosa mansión; su situación financiera no le permitía cuidarla. Era mejor que estuviera con su padre, el multimillonario Esteban Robinson, era su deber cuidarla y hacerse cargo de ella. "Esto será sólo por un tiempo" una promesa que Brooke espera cumplirle a su pequeña Hope. Años más tarde, Brooke regresa para vengarse de la familia Robinson y recuperar a su hija. ¿Logrará vengarse de Esteban, el hombre que tanto amó? ¿Podrá recuperar el cariño de su propia hija? Una decisión equivocada, una promesa y una venganza son los hilos que tejerán esta historia.
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Los rumores decían que Lucas se había casado con una mujer poco atractiva y sin antecedentes. En los tres años que estuvieron juntos, se mantuvo frío y distante con Belinda, que aguantó en silencio. Su amor por él la obligó a sacrificar su autoestima y sus sueños. Cuando el primer amor de Lucas reapareció, Belinda se dio cuenta de que su matrimonio era una farsa desde el principio, una estratagema para salvar la vida de otra mujer. Entonces firmó los papeles del divorcio y se marchó. Tres años después, Belinda regresó convertida en un prodigio de la cirugía y una maestra del piano. Perdido en el arrepentimiento, Lucas la persiguió bajo la lluvia y la abrazó con fuerza: "Eres mía, Belinda".
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