(Obra con contenido sexual) Leonel y Ester siempre soñaron con tener un hijo, ambos eran de avanzada edad, pero Dios los recompensó con el regalo de ser padres de una niña. Guadalupe creció para ser una hermosa joven llena de cualidades, a pesar de su discapacidad visual. Es independiente y siempre monta a caballo con su mejor amigo Sunbeam, él se vuelve parte de ella y eso le da libertad. Atilio es un hombre de ciudad, mujeriego y rico que se ve obligado a vivir en el campo. Siempre tuvo todo lo que siempre quiso, hasta que se enamoró de la joven que cambiará su vida.
Guadalupe es una mujer joven fuerte, y su discapacidad visual nunca la defraudó, siempre fue lo más independiente posible dentro de sus posibilidades. Nunca quiso casarse, pues siempre soñó con entregar su vida a Dios, a pesar de que sus padres, por su avanzada edad, quieren que tenga una familia y la protección de un esposo.
Atilio siempre fue un coqueto incorregible, vivió de cama en cama hasta que se vio obligado a vivir recluido en una finca. Tan pronto como vio a Guadalupe, quedó encantado por su belleza y fuerza para enfrentar la vida... su deseo de poseer a esta mujer lo hará tomar acciones crueles para poder casarse con ella. Verse completamente enamorado se niega a sí mismo ya ella a asumir ese sentimiento y esto les hará sufrir mucho.
Puebla-Mx, 1909.
Ester
Por tantos años soñando con la bendición de ser padres, a los 49 años, Dios me dio el don de engendrar y darle a Leonel su hijo varón, pero los designios de Dios solo él los puede explicar. Tuve una niña hermosa, sufrí mucho con el parto porque mi cuerpo ya no tenía la misma fuerza que una niña, finalmente vino al mundo trayendo esperanza para que nuestra familia siguiera existiendo.
Tan hermosos y blancos, esos hermosos ojos verdes pronto ganaron el corazón del padre quien, aun frustrado por haber nacido mujer, se aferró a esa dulce bebé con todo su corazón.
Elegimos el nombre Guadalupe en honor a nuestra santísima virgen por haber nacido en su día, con el paso de los meses nos dimos cuenta que no nos seguía con la mirada. Era difícil aceptar que esos ojos de ángel no tenían luz y que nuestro pequeño milagro no podía ver como todos los demás niños del pueblo.
Lloré durante meses pidiéndole a Dios un milagro, hasta que me di cuenta que solo ella era una bendición y el regalo más grande que nuestro padre celestial podía darnos en esta vida.
Siempre hemos sido humildes, mi esposo vendía la leche de las pocas vacas que tenemos, el maíz en la ciudad, unos huevos de la finca, y así llevamos nuestra vida humilde pero feliz. Tan pronto como nuestra princesita cumplió 10 años, su padrino Saulo y nuestro vecino más viejo de la finca le obsequiaron un hermoso potro al que ella misma decidió llamar Rayo de sol.
Pronto, los dos entablaron un fuerte lazo de amistad, Leonel le enseñó al animal a llevar a nuestra hija a la finca del padrino e incluso a la ciudad, le bastaba con oler dos olores diferentes para saber exactamente a dónde debía ir, el alcanfor : finca de los Ferrera e romero: ciudad y la llevó directamente a la feria donde su padre vendía especias.
– ¿Papá Dónde estás? – preguntó Guadalupe, palpando los muebles.
– ¡Vamos hija, puedes venir, tienes que confiar y aprender a ser independiente! - Dijo Leonel esperándola con los brazos abiertos.
Guadalupe siempre ha sido intrépida a pesar de su condición y nunca accedió a esconderse del mundo y dejar de jugar con otros niños. Saulo, nuestro vecino y padrino de Lupe, tuvo dos hijos: Luiza que tenía casi la edad de Guadalupe y Gabriel que era cinco años mayor que ambos.
Aunque nuestras condiciones nunca fueron las mejores, Guadalupe siempre fue consentida por todos, tal vez sintieron compasión por su condición y trataron de compensarla de alguna manera dándole muchos regalos. Siempre estaba bien arreglada, nunca escatimé esfuerzos para que se viera bien. Estábamos sentados afuera de la casa escuchando a los animales nocturnos.
– ¿Pienso a veces en por qué Dios me hizo así? – preguntó con expresión triste y era la primera vez que la escuchaba cuestionar su estado.
– Porque eres especial, te eligió para darnos fuerza y enseñarnos muchas cosas de la vida. – le respondí.
– Me gustaría saber de él, si realmente piensa que soy tan fuerte como dices que soy.
- ¡Eres la persona más fuerte que he conocido en esta vida! Le acaricié la mano y ella sonrió.
Pasaron los años y mi princesita se convirtió en una hermosa mujer, ya completando sus 17 años de vida.
Tenía un cuerpo hermoso como las mujeres de mi familia, cabello largo, lacio y muy negro, senos llenos y cintura pequeña. Dondequiera que íbamos, siempre llamaba la atención de los chicos de su edad y hasta los mayores se perdían en sus encantos femeninos.
Estábamos todos sentados a la mesa, habíamos hecho un almuerzo especial y nuestros compadres estaban como siempre a nuestro lado celebrando esa fecha tan especial.
– Mi hijo no se cansa de alabar la belleza de Guadalupe todo el tiempo y tiene razón, nuestra esmeraldita cada día es más hermosa. – dijo Saulo con una sonrisa, mostrando lo mucho que le gustaría una unión entre nuestros hijos.
– Sí, papi, la verdad es que ella es la niña más hermosa de toda la región, como no hay otra. – Gabriel respondió.
– Aun siendo tan joven, ya ha despedido a tantos pretendientes, que hasta me preocupa si alguna vez aceptará unirse a alguien. – Ester dijo eso y luego se arrepintió, no quería presionar a Lupe para que se decidiera por un pretendiente de esa manera.
La joven mostró irritación, ese asunto ya estaba más que resuelto para ella a pesar de que su madre y su padre intentaron cambiar su decisión.
– Sabes que no me quiero casar, y lo hemos hablado tantas veces que pensé que mi decisión ya estaba clara. – Guadalupe aceleró la respiración, hablar de ese tema siempre la enfadaba mucho.
– Tu madre y yo ya somos viejos, tienes que pensar en tu futuro después de todo ¿quién te protegerá cuando ya no estemos? ¡Cuiden este rancho que es viejo, pero aún da su sustento! – dice Leonel, tratando de hacer recapacitar a su hija.
– Papá, podemos hablar de esto en otro momento, ahora solo quiero celebrar por un año más de vida. – Guadalupe desviado.
– Hijo, ¿por qué no le das tu regalo? – Preguntó Saulo tocando el brazo de su hijo.
– ¿Puedo tomar tu mano? Gabriel se volvió hacia ella.
– Sí. – respondió tímidamente Guadalupe.
Gabriel colocó un hermoso anillo en su dedo, la joven no podía imaginar lo que significaba tal pieza. Llevó su mano a sus labios y la besó, todos en la sala se miraron y a pesar de saber la opinión de la chica sobre el matrimonio y el compromiso, ese acuerdo había sido hecho entre sus padres, Gabriel siempre la amó y era un joven trabajador y luego quien ademas de el podria ser el marido ideal para ella?
- ¡Es un anillo hermoso, hija y tiene el color de tus ojos! – dice Esther, encontrando maravillosa esa pieza.
Era una esmeralda modesta y pequeña, pero simbolizaba lo que él siempre había sentido por ella desde que era pequeño y nunca se había preocupado por ocultarlo.
– Muchas gracias Gabriel y padrino. Lamento que Luíza y mi madrina no hayan venido y espero que se mejore de su malestar.
– Sí Guadalupe y le diré que esperes lo mejor.
– Ahora tenemos que irnos porque todavía tenemos mucho que hacer en la granja hoy. – dice Saulo mientras se levanta de su silla.
– ¿Por qué no llevas a Gabriel a la salida, hija? – Sugirió Saulo a su hija.
– Claro papi, ¿vamos Gabriel?
Incluso la propia Guadalupe sintió cuánto todos forzaban una relación entre ella y Gabriel, pero era tan común que ni siquiera se lo tomaba a pecho o se enojaba.
Le tomó la mano con delicadeza y la colocó sobre su brazo, ella sabía caminar sola por la finca y desde pequeña.
– ¿Te puedo llevar un día de estos por la tarde a cabalgar cerca de la cascada? - Dice esperando escuchar un sí.
– Está bien, pero ¿podemos llevar a Luiza también? Es que hay algo de lo que tengo que hablar con ella, algo de mujeres y hace unos días que no viene a verme... – Guadalupe extrañaba a su amiga, estaba pasando por unas fases y cambios femeninos que quería para compartir con ella.
Gabriel planeó una cita más romántica e íntima, pero aun así sería agradable estar con ella en un paseo al aire libre.
- Lo entiendo y te invitaré a ir con nosotros. - Dice tomando la mano de la chica y llevándosela a la boca.
Besó su mano, sintiendo el aroma y el calor de su piel.
Después de despedirse, sigue a su padre de regreso a la granja, mientras padre e hijo regresan a casa...
– ¿Crees que ella aceptará el matrimonio algún día con Gabriel? – preguntó Saúl tirando de las riendas del caballo.
– De verdad papá (suspiro) No lo creo. Y lo único que me consuela es que Guadalupe nunca será de nadie en este mundo.
– No puedes rendirte, sé fuerte y lucha por el amor que sientes por ella. – Saulo no sabía qué decirle a su hijo, pero sabía el gran amor que siempre le tuvo a esa joven.
...
Unos días después, la hacienda Riveiro, que se ubica entre la pequeña propiedad de Leonel y la hacienda Ferreira, luego de importantes reparaciones en su estructura, sería habitada nuevamente nada menos que por Atílio Ribeiro, el único heredero del comandante fallecido a los pocos meses. atrás.
Atilio fue uno de esos hombres adelantados a su tiempo, gastó fortunas en salidas nocturnas, mujeres de vida y fiestas en la ciudad. Hasta que sufrió una lesión pulmonar y fue enviado por orden de los médicos a un lugar donde pudiera respirar aire limpio y alejarse de la vida desenfrenada que llevaba. Descargó el equipaje junto con la fiel empleada de su padre, doña Amelia, llegaron al condado y se instalaron en aquella enorme mansión.
Pronto la noticia de los nuevos pobladores se extendió por toda la comarca y despertó la curiosidad de muchos sobre las intenciones de aquel nuevo y joven hacendado.
– ¡Un verdadero fin del mundo, literalmente donde Judas perdió sus botas! ¡Ni siquiera hay un casino en la ciudad! - Dice bajando del auto y mirando esa gran propiedad.
Entraron a la casa y Atilio se quitó el sombrero y lo tiró en el sofá de la sala.
- No hables así hijo, tu padre nació en este país y aquí adquirió toda la riqueza que hoy es tuya, gracias a esas tierras que hoy maldices. – respondió Amelia, encontrando ese lugar muy hermoso y tranquilo.
– Amelia si no fuera por ti que me cuidas como una madre, (sonríe) ah y tus dulces de calabaza ¿qué sería de mí? - Abraza a esa señora con muchas marcas del tiempo.
– Es culpa tuya por tener que pasar una buena temporada aquí y tratar de descansar, porque el médico dijo que si está lesionado ahí, puede empeorar si no descansas bien. - Dice devolviéndolo a la realidad.
Atilio se acercó a la ventana, estaba pensando en lo aburrido que sería estar tantos meses en esa finca solo mirando caballos y cerdos.
Hasta que vio algo que le llenó los ojos, a lo lejos Guadalupe cabalgando en su rayo de sol sonriendo mientras el viento alborotaba su larga cabellera negra, pasaron frente a la gran mansión y el joven incluso salió por la puerta para ver mejor a todos. ese pase de belleza, allí trabajaban unos peones y trató de averiguar más.
– Dime, ¿cómo se llama esta joya preciosa? – Preguntó Atilio sin cerrar la boca en total fascinación.
– Esta es Guadalupe, señor, es la hija del viejo Leonel. Tienen un rancho, a unos metros de aquí hay una chica humilde, pero muy amable. – respondió Sebastião, uno de los peones más antiguos y leales.
– ¡Nunca imaginé que aquí en este fin del mundo encontraría una belleza de niña como esta, aquí hay una distracción para traer de vuelta al viejo y desvergonzado Atilio! - Seguía sonriendo cuando vio a lo lejos el polvo de la cabalgata del caballo, llevándose su regalo de allí.
– Pero hay algo en ella que tú no sabes... - Sebastião quiso contarle de inmediato su realidad, pero el jefe estaba demasiado encantado para querer escuchar.
– Deja de trolear, ya sé lo que me vas a decir... que eres una doncella de una familia puritana y religiosa. Nada que una buena dote no haga que los ojos de tus padres se llenen, al fin y al cabo ¿quién en este mundo no tiene precio? - Dice dando unos pasos.
– De hecho, Guadalupe y su familia han rechazado muchos candidatos para esposo, ella no quiere casarse y aceptan su decisión y no la cuestionan.
– Eso es lo que vamos a ver, ¿cómo te llamas otra vez?
– Sebastião.
– Sebastião, quiero que vayas mañana en mi nombre y la invites a ella y a su familia a cenar aquí. ¡Di que espero conocerlos! Quizás le haga una buena oferta al anciano por su hija...
– Ya podía pensar en revolcarme en la cama con ella, era demasiado joven y hermosa para estar invicta en este fin del mundo... ya era hora de que alguien como yo disfrutara de todos sus encantos femeninos.
Sebastião sabía que a su jefe le irían muy mal sus intenciones, estaba acostumbrado a las mujeres de la ciudad y sufriría un duro golpe al darse cuenta de que ya no estaba en el mismo terreno.
Al día siguiente, Leonel recibió a Sebastião en su casa y con él la invitación de Atilio, estaba dando maíz a las gallinas cuando Sebastião se acercó.
– No sé si lo sabes, pero la casa del antiguo Comandante ha sido ocupada nuevamente por mi pequeño jefe. – dice Sebastião, quitándose el sombrero, como es costumbre allí, por respeto.
– He oído rumores sobre él y su horrible temperamento. - Contesta Leonel en medio de murmullos.
– Atilio, te invitó a ti y a tu familia a cenar a la casa grande.
– Dígale a este hombre que apreciamos su invitación, pero tendremos que rechazarla. Escuché cómo trata a todos en esa granja por encima del bien y del mal. No tengo ningún interés en conocerlo.
– No todos los rumores son ciertos, es un hombre duro sí, pero no es tan cruel como dicen. – Sebastião trató de convencerlo, pero Leonel no cedía.
Solo di que agradezco la invitación, pero déjalo cenar solo.
Sebastião volvió a ponerse el sombrero en la cabeza y volvió a montar a caballo con esa respuesta de que al patrón no le gustaría nada.
– Preparo mi piel para el estado de ánimo 'casero".
– Lamentablemente, Leonel dijo que no podrá aceptar su invitación, señor. - Dice tragando saliva y esperando el regaño.
– ¿Así que cree que he estado haciendo el honor de invitar a alguien? Así es... Puedo encontrar otras formas de acercarme a su hija. – Atilio estaba tomando un sorbo de whisky y encontró ese desafío aún más emocionante.
– Señor, si le puedo dar un consejo, deje en paz a Guadalupe....
– Guarda tus consejos para quien te los pida Sebastião, me gusta tu trabajo aquí en la finca, pero no necesito tus conjeturas...
"La princesa viene aquí a caballo casi todos los días a la misma hora, la voy a sorprender en el camino. ¡Y sé que le encantará mucho!" Atilio pensó y sonrió.
Al día siguiente Guadalupe se disponía a viajar en Rayo de sol, como hacía casi todos los días, para visitar a su padre en el pueblo.
– ¡A veces me impresiona tu belleza, hija! – dice Ester mirando a su hija desde la puerta del dormitorio.
- Di eso porque me quieres mucho mamá.
– Por favor ten cuidado, sabes que aunque confío en Dios temo por estas salidas tuyas solas. Ahora es una mujer y hermosa...
– No temas por mí mamá (sonríe) cuando el viento me da en la cara llego a sentir que nada me falta en esta vida, ¡ni siquiera ver! Descanse en paz y nada malo me pasará.
– Muy bien, ve con Dios entonces.
La joven salía a caballo, llevándole la comida a su padre que se pasaba todo el día vendiéndola allí. Todo era normal, el viento le revolvía el pelo como le gustaba tanto sentirlo, hasta que escuchó el sonido de un caballo cada vez más cerca.
Sentí que se me aceleraba el corazón, todos por estos lares me conocen y de inmediato denuncian su presencia para no asustarme sabiendo mi discapacidad, pero esta persona guardó silencio hasta que se acercó, demasiado cerca...
– ¿Podrías hacerme el honor de hablar contigo un momento? – dice Atilio, sorprendiéndola en medio del camino.
Guadalupe se tensó de miedo ante esa voz gruesa y desconocida, sabía por el sonido de los pasos del caballo que la estaba siguiendo. Él no respondió, solo golpeó suavemente las riendas del caballo para que fuera más rápido.
– ¿No te enseñaron que dejar a alguien hablando solo es descortés? La negativa de tu padre a mi invitación es suficiente, así que pensaré que es un atributo de tu familia, ¿verdad? - La miró de pies a cabeza, no le importaba lo que pudiera pensar la joven, estaba en su naturaleza actuar así.
Atilio se cruzó con su caballo en el camino de la muchacha e hizo que Rayo de Sol se detuviera bruscamente con ella por primera vez en medio del camino.
– Por favor... ¡vamos, Sunbeam! - Gritó en susurros.
Guadalupe trató de hacer caminar al caballo, pero Atilio siempre se interponía en su camino y lo detenía.
– Cálmate morenita, ¿por qué intentas huir? Solo quiero hablar un momento, mi nombre es Atilio y me mudé aquí hace unos días. – Extendió su mano al lado de ella, pero la joven ni siquiera miró por razones obvias.
– Déjame salir, jovencito, necesito llevarle esto a mi padre en el pueblo.
– Guadalupe, ¿va todo bien? – Gabriel vio el movimiento sospechoso de los dos y luego se acercó, dándole a su rival una mirada furiosa.
Apareció como una divina providencia montado en su caballo y sostuvo las riendas del caballo de ella tranquilizándolos a ambos.
– ¿Gabriel? ¿Eres tu?
– Sí, soy yo... Te llevaré a la ciudad. ¡Y tú, déjala en paz, no sé quién eres y ya no me gustas! - Dice preparándose para llevársela.
Poco a poco, ella se calmó.
– No hice mucho, ella estaba asustada por nada. ¡Parece que nunca has visto gente! – Responde sonriendo para irritar aún más al chico mientras se llevaba a Guadalupe.
Atilio no entendió esa gran confusión por un simple acercamiento con esa joven, regresó a su casa y estaba pensando para sí mismo.
¡Tantos defensores, padres tímidos, temerosos, celosos y me encanta un buen desafío!
Cerca de ahí...
– ¿Sabes quién es ese tal Atilio? – pregunta Guadalupe curiosa sobre ese hombre que se le acercó.
– Dicen que es el nuevo dueño de las tierras del Comandante, no me gusta su forma de ser contigo. ¿Qué quería contigo?
– No sé cómo decir Gabriel, no le di oportunidad de decir mucho.
– Le voy a pedir a doña Ester que no permita estos paseos suyos, ¿dónde ha visto alguna vez a una doncella deambular sola? – Gabriel mostró los grandes celos y el miedo de perder a su amigo ante cualquier hombre que pudiera cruzarse en su camino.
– ¡Si haces esto nunca más te hablaré! – gritó Guadalupe.
– Quiero protegerte Lupe (respiración pesada) No quiero que ese tipo, ni nadie más te mire así nunca más.
– ¡Incluso si quieres, no puedes protegerme del mundo!
– Sólo quiero protegerte de él.
– Sé cómo defenderme. – Dice ella todavía molesta.
Los dos llegaron a la ciudad, tiempo después se fueron a su casa, pero Gabriel no se fue de allí hasta que le dio su mensaje a los padres de ella y, por supuesto, le contó sobre el acercamiento de su rival hacia ella.
– ¡Guadalupe ya se acostó, estaba cansada, pobrecita! – dice Esther, sentándose al lado de Gabriel.
- No quiero que dejen que ese hombre se le vuelva a acercar... - Dice aún furioso.
– ¿ Crees que quería algo más que hablar? Un día nos invitó a cenar a su casa, pero Leonel se negó.
– Y bien lo hizo (se levantó pensativo) ese hombre la miró de una forma, apuesto a que debe estar acostumbrado a deshonrar a las chicas de ciudad y piensa que Guadalupe es una de esas tontas.
– Siempre habrá hombres como él, pero nuestra Guadalupe sabe defenderse. Dios no le dio menos de lo que necesita para vivir, la amas tanto y como me gustaría que ella te correspondiera. – Esther se solidarizó con el sufrimiento de Gabriel, sería genial que fuera el esposo de su única hija.
– Doña Ester no es enviada en el corazón, pero creo que algún día me querrá por esposo.
– Me preocupa tu tío Leonel, ya está viejo y ahora está bebiendo como un pato y dando vueltas como si no tuviera familia.
Te prometo que le pediré a mi padre que hable con él. – Gabriel responde mientras se sienta a su lado y toma su mano.
– Te agradezco mucho hijo, significa mucho para mí tu cariño y preocupación por nuestra familia.
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