Charlotte heredó su puesto en la mafia italiana cuando tenía veinte años, ella es procedente del sur de Italia, específicamente en la región de Apulia, por medio de su padre cuando él falleció. Ella al ser la hija mayor debía encargarse de todo, negocios, fortuna y todo lo que conlleva llevar su gran apellido. Es una mujer fría y arrogante que no se deja pisotear por nada ni nadie. Decide radicarse en Nápoles, para manejar todo desde allí, ya que es una ciudad grande, también decide hacerse cargo de su hermana menor y manejar todos sus negocios. Cuando todo le resulta tal y como ella lo planea descubre una familia que llega a radicarse allí. Una organización criminal incluso más resistente que la de Charlotte al ser manejada por tres hombres fuertes y sumamente guapos. Ella debe demostrar de que está hecha y sobre todo debe mostrar que una mujer puede liderar el negocio quitando todos los estereotipos de ese mundo machista. Sin embargo, eso no es lo único que debe mostrar, también como ningún hombre puede atravesar su frío corazón. Sus principales armas, su inteligencia y belleza.
Charlotte
Miro la fecha del calendario y hoy es el día, hoy se cumplen quince años desde que ella murió y eso en cierto modo afecta totalmente mi día, me pongo mi habitual ropa blanca, esa que me hace sentir más segura. Desde que ella murió algo en mi murió con ella, algo no dejó que yo pudiera continuar. La verdad tengo el tiempo contado para poder hacer esta diligencia y volver a mis tareas. Mis negocios son lo más importante, eso es algo que no puedo descuidar porque hace parte de mi vida totalmente.
Hoy llevaré a Lía mi hermana menor a una de mis fábricas, es la primera vez que iría ya que está cumpliendo dieciocho años y eso directamente la involucra en mi mundo, ella todo este tiempo estuvo alejada de esto, muchas veces le insinué lo que hacíamos porque ella no tiene otra opción para su futuro. Por su bien y por el mío lo quise así, sin contar que mi padre lo pidió desde un principio, él con su prepotencia siempre pensó que nosotras dos no nos podríamos encargar del negocio de su familia, hoy más que nunca le dejó claro que estuvo muy equivocado por subestimarnos.
Bajo las escaleras de mi enorme mansión, recojo mi cabello largo en una coleta alta y aplico labial rojo, me gusta sentirme bella. Muevo mis piernas largas aleatoriamente caminando por el pasillo de este lugar hasta llegar a despacho, allí en la caja fuerte, hay una foto de mi madre, entre otras tantas cosas, sin embargo, ese es mi mayor tesoro. Una mujer alta con el cabello del mismo tono avellana como el mío, delgada y con sus ojos color verde debo reconocer que nos parecemos un montón, tal vez por eso mi padre muchas veces me habló con tanto odio, afortunadamente me parezco a ella y no a él. No puedo entender porque era tanto el odio que mi padre sentía por ella, lo que nunca le perdonaré es que nos quitó la oportunidad de sentirnos amadas y protegidas por una figura materna. Es claro que el amor no existe, él lo demostró con ella que tanto lo amaba, el amor es una basura.
Saco mi arma y la pongo en mi cintura en la parte baja de mi espalda, camino hasta la salida y de reojo veo a Julie, mi tía. Desde ese accidente quedó con un bastón porque su pierna derecha no le funciona, por eso vive frustrada y culpa conmigo y mi hermana, tal vez porque mi padre decidió salvarnos a nosotras y no a ella. Sigo caminando y escuchó como me llama, su voz carrasposa y áspera hace que me de escalofríos.
-Espero y no vayas a estar por ahí sin hacer nada productivo, por lo que vi nuestras ventas la última semana bajaron -ella habla sonando bastante presunciosa. Sonrió y me acerco. Anteriormente ella se encargaba de llevar las finanzas del lugar, pero desde que yo tome el poder en eso, dejé a Luciano, ella así no me sirve mucho.
-Te recuerdo que acá la que toma las decisiones soy yo, soy yo quien decide a donde vender y como vender. Así que te recomiendo que te mantengas metida en tus cosas. Tu ya no tienes ni voz ni voto en este lugar, agradece que sigues viviendo en esta casa -dije con arrogancia.
Me di media vuelta y alcanzó a escuchar como ella murmuraba, la verdad no tengo el tiempo para ponerme a discutir con ella, tenerla acá es más por un favor de mi papá y una promesa que le hice, para que yo pudiera quedar con todo. Debo ir por mi hermana, ella no vivía cerca a mi, al menos eso era hasta ayer, hoy todo cambiará.
Salgo y me subo en una de mis camionetas blindadas, con mi nuevo chofer Fabrizio, lleva muy poco tiempo aquí. Él está aún a prueba, no tiene idea a que me dedico y piensa que soy una empresaria muy reconocida. No me interesa decirle a nadie a que me dedico, porque es claro que la mayoría de las personas de esta ciudad y del país quieren mi cabeza, quieren atraparme para poder ser quienes tengan el control de la sociedad.
Las personas de este lugar me tienen respeto, saben que soy quien mejora la economía del lugar y si se comportan bien, no van a tener consecuencias por sus actos. Aparte, que tengo trabajando a muchos conmigo.
Miro a Fabrizio, un hombre muy atractivo, con barba y sus ojos color azul que tienen un enigma, muchas veces siento que algo oculta, solo estoy esperando las investigaciones por parte de Nicol, ella es mi mano derecha y fue quien me ayudo a conseguirlo, luego de que a mi anterior chofer lo asesinaran en una entrega de mercancía.
Llegó hasta la casa donde mi hermana se está quedando, allí me está esperando en la puerta, al entrar entregó una caja con un pequeño dije, el de mi madre. Lía es muy rebelde para su edad, aunque debo decir que me obedece en su totalidad.
-Ella lo dejo para ti, hoy por fin te voy a presentar el lugar donde está. -Ella me sonríe agradeciendo silenciosamente-. Espero y esto te sirva para darte cuenta que debes confiar en mí.
-No deberías tratarme como una niña pequeña, soy una carga para ti, así como lo fui para mí padre. -Mordí el interior de mi mejilla, ese hombre me da tortícolis aún después de muerto.
-¿Quién te dijo eso? mira si las cosas fueran así como las estás diciendo, sencillamente no te hubiera incluido en mi vida a estas alturas. Debes madurar de una sola vez. Te voy a poner a trabajar conmigo, con tal de que te olvides de que tu pasado fue tan malo. Date cuenta que ahora tienes todo lo que muchas personas desean, aprovéchalas. -Toque su hombro, ella me mira y me sonríe de forma tímida-. Debes sacar la misma fuerza que tengo yo, o sino no va a ser fácil para ti sobrevivir a todo lo que llegué más adelante.
-Está bien hermana, trabajaré contigo y haré lo que me pides. Solo espero que no sea lo mismo que ese señor que decía ser nuestro papá.
-Yo tampoco lo quise, si soy lo que soy ahora. Fue para que tu y yo tuviéramos un futuro mejor, siempre cada paso que daba, lo daba pensando en las dos. No te logras imaginar lo feliz que fui cuando por fin él dejó de respirar. -Ella abre sus ojos y palidece-. Tranquila, yo no lo asesiné. El karma tarde que temprano llega, a todos nos llega la hora. Es más, pocas ganas tengo de hablar de él, lo único bueno que quiero que conservamos de él, es su dinero y su apellido que nos sirve para que podamos avanzar. -Nos fuimos en el carro, abriendo la ventana para que el aire fresco pegará en mi.
Fabrizio manejaba en silencio, de vez en cuando nos observaba por el retrovisor, sin embargo, mantenía su distancia. Eso es lo único que me importa, el único hombre que tolero en mi vida, es mi socio, nadie más. Llegamos y Fabrizio nos esperó en la parte de abajo de este lugar, con una mirada le pedí que mantuviera su distancia, subimos las escaleras ya que quedaba en la parte superior del cementerio. El ambiente frío y sutil que se sentía en el lugar, genera una sensación de confianza, una sensación de tranquilidad.
Nos ubicamos al frente y una sonrisa salió de mí. Algunos recuerdos llegaron a mi cabeza, mientras Lía observaba con gran entusiasmo el lugar, porque en cierto modo sentimos como si ella estuviera aquí viéndonos.
-¡Acá está mi mamá!, nuestra mamá. -Ella pasa su mano por aquel frío cemento-. Siempre vengo a pedirle consejos, ella me da paz, muchas veces siento que ella está conmigo cuando vengo a visitarla -comenté mientras con mi mano colocaba unas rosas blancas.
-No sabía que estaba aquí, hace años quería venir a verla... No pude despedirme de ella, ella murió cuando yo estaba durmiendo. Era muy pequeña. -Comienza a llorar, solo puedo hacer muecas por lo que veo-. Ella murió cuando yo aún no era muy consciente de lo que significaba la muerte, ahora me arrepiento tanto porque muchas veces no supe darle el cariño que se merecía, prefería jugar con muñecas que darle un abrazo.
-Lo importante es que veas donde está, puedes visitarla seguido. Quiero que veas que todo lo que esté a mi alcance te lo daré, como se supone ella debió hacerlo. -Limpia sus lágrimas y me mira-. Quiero que veas que yo puedo materializar cada sueño que tengas, no me importa qué tan difícil sea de conseguir todo lo haré, por ti.
Nos hicimos frente a su tumba, las letras en color dorado daban melancolía, la extraño demasiado. Lastimosamente no pude disfrutarla, no tuve la dicha de decir que mi mamá estuvo conmigo hasta que envejeció. Las malas decisiones de mi papá no solo acabaron con ella, sino que también conmigo al haberla perdido. Por eso no me voy a cansar de ser totalmente diferente a él, por más que esté trabajando en sus negocios y manejando su patrimonio, no me voy a cansar de repetir una y otra vez, que él y yo nunca tendremos tantas cosas en común.
-Gracias por traerme hasta aquí, esto nunca lo voy a olvidar. ¿Puedo visitarla más seguido? -Lía llama mi atención, mientras termina de colocar rosas allí.
-Claro, es también tu mamá. -Mire la tumba del lado y se la mostré-. Está es de nuestro papá, él quiso quedar de forma hipócrita a su lado. Tal vez pensó que esa era una forma de conseguir su perdón.
Ella toca de nuevo eso, acomoda unas cuantas flores y a pesar de lo que dice también le colocó a él, yo no podría tener compasión con él. Mientras ella hace eso, recibo una llamada de Luciano, mi mano derecha y socio. Me hago a un lado para poder atenderla.
-¿Sí? se breve, no tengo mucho tiempo -ordené.
-Charlotte, quemaron una de las fábricas que están ubicadas al sur. -Me alejo un poco de Lía, tocó mi frente buscando la forma de contenerme.
-¿De qué carajos hablas? -Subí mi tono de voz.
-Quemaron la que estaba preparada para transportar mercancía. -Maldecí, no puedo creer eso-. Teníamos el noventa por ciento de la mercancía lista para ser enviada. Acabo de recibir la información.
-Quiero que busques al culpable, iré tan pronto pueda. Llevaré a Lía a la fábrica grande, espero que cuando la dejé allí tú ya tengas el responsable en tus manos o te juro que tu serás quien asuma las consecuencias. -Colgué la llamada sin esperar su respuesta.
Agarré del brazo a mi hermana, necesitaba que saliéramos de allí lo más pronto posible.
-Debemos irnos ya -dije con mi tono de voz ofuscado.
-¡No! ¿Por qué debemos irnos? Hermana acabamos de llegar no es justo -ella recrimina donde la vuelta para llegar de nuevo a la tumba de mi mamá.
-Debemos irnos de este lugar, quiero que entiendas que no puedo simplemente tomarme todo el tiempo que yo quiera para hacer esto, debo manejar los negocios, debo manejar lo que nos da de comer a ti y a mi. Así que no me contradigas y haz lo que te pido de una buena vez -ordené.
-Está bien, tan solo déjame despedirme.
Solo una vez pasó esto mismo, alguien llegó y atentó contra una de las fábricas, ese mismo día, mi padre recibió cinco disparos en su pecho. Por eso, debo estar atenta ante cualquier movimiento raro, no puedo confiar en nada ni nadie. No tengo idea de que clase de personas hicieron esto, lo que sí es claro es que se va a arrepentir.
Bajamos las escaleras, luego de que ella se despidió de mi madre, antes de salir, ví que un carro se acercaba, las matrículas de este eran muy diferentes a las que se veían en la ciudad. Cuando las puertas de aquel vehículo se abrieron y de allí salieron tres hombres altos, todos con ojos color gris y cabello azabache, puse mi mano hacia atrás buscando mi revólver, debía estar segura, son personas que nunca había visto por este lugar y claramente podrían ser mis enemigos.
Cruzamos miradas, mientras tanto, ellos iban subiendo por el otro lado del cementerio. Mi mirada se conecto con la de uno de ellos, el cual transmitía por medio de ella frialdad. Cuando una sonrisa ladeada apareció en su rostro preferí continuar hacia adelante, sin mirar a nadie más. Por dentro estaba bastante ansiosa, con ganas de acabar con todo lo que estuviera frente a mí, jamás me había sentido tan expuesta a algo y eso de alguna forma me preocupa.
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