"Él. Arrogante. Gruñón. Presumido. Desvergonzado. Orgulloso. Posesivo. Idiota. Esas son algunas de las muchas cosas que Damon «la Furia» Woodgate es. Desde que lo vi supe que una palabra lo describiría muy bien aparte de todas las demás: problemas. Es misterioso, con un aire de superioridad que te dan ganas de matarlo. Es bipolar muy a menudo y creo que ni él se da cuenta de ello. La gente le teme, pero yo no. Solo tengo curiosidad de saber qué fue lo que le pasó para llegar a ser así como es. Nadie le habla, lo evitan y le esquivan la mirada cuando pasa, alejándose del lugar en el que él está. No creo que una persona cambie muy rápido de divertido a serio, en tan solo unos segundos. Pero él sí."
Agarro firmemente mis dos maletas antes de dirigirme a la puerta, mientras mis manos tiemblan por la emoción de verlos de nuevo. El frío de la noche no hace nada por calmar mi ansiedad. El nerviosismo simplemente se instala en mi sistema, impidiéndome pensar en otra cosa que no sean ellos.
El sonido del viento revoloteando las copas de los árboles suena junto con las ruedas del taxi detrás de mi tenso cuerpo emocionado, rodando con rapidez sobre el asfalto, alejándose con rapidez de mí para recoger a otro cliente.
Entonces, me quedo sola en la oscuridad, las estrellas y la luna, siendo esta casi la única fuente lumínica a mi alrededor. Las farolas no se encuentran encendidas y si no fuera por la luna y las pocas casas con vida de la cuadra, no podría ver el camino por donde mis pies pisan. Mis piernas se sacuden, impidiéndome caminar cómodamente, mientras me acerco cada vez más al edificio, los hechos que me trajeron aquí bombardeando una vez más mi mente, tal y como lo hicieron las últimas horas.
Hace cinco años que no veo a mis hermanos. El mayor motivo se simplifica a que ellos se cansaron de cumplir las estrictas reglas de mi padre ya a su muy temprana edad. Él tenía la manía de controlarlo todo y quería que todo estuviese a la perfección, cada cosa en su lugar y sin ningún defecto, por lo que los gemelos juntaron una cantidad de dinero suficiente durante años. Iban insistiendo a mi padre para dejarlos marchar, y al fin se fueron a otra ciudad para vivir con mi tía, quien desgraciadamente murió hace poco más de un año por un cáncer de pulmón. Por supuesto, ante el cariño hacia mis hermanos y la familia en general, en su herencia aclaró que el departamento les quedaría a ellos, aunque no tuvieran dieciocho. A pesar de las insistencias, no la veía tanto como yo quería. Apenas llegábamos a vernos unas horas cuando la visitábamos antes de volver en el jet privado de mi padre a casa. Por lo que, simplemente, mi tristeza no fue tan grande como la de mis hermanos al enterarme de que ella murió.
Aun así, nada me detuvo a llorar durante una semana entera. Luego, con mis hermanos de vez en cuando nos hablábamos por teléfono, pero no era lo mismo para ninguno. Me enviaban regalos que de seguro eran muy lindos y que, sin embargo, no abría. Los guardaba para algún día poder abrirlos con ellos. Típicos deseos de una niña: querer abrir obsequios estando en presencia de su familia. Los extrañaba tanto. No sé cómo es que pude sobrevivir tanto tiempo sin mis hermanos, sus llamadas eran mi sustento, mi alegría del día. Me prometían que iban a volver solo para verme, dándome esperanzas de tener de nuevo la familia que antes éramos, pero no lo hicieron. Cada cumpleaños que pasaba y ellos no estaban dejé de pensar y de creer que cumplirían esa promesa. Así que cada Navidad me la pasaba con una trabajadora que estaba en mi casa. Ella fue como una segunda madre para mí. Soportaba mis llantos, mis tristezas y mis caídas. ¿Cómo es que considero más de mi familia a una empleada que a mi propio padre y hermanos?
Mi padre es un empresario muy exitoso por gran parte de América, Europa y Asia, y a causa del trabajo excesivo, me permitió quedarme con ellos. Pagó un pasaje de avión en primera clase -por supuesto, sin afectarle nada a su cuenta bancaria-, con el mejor entretenimiento y comida que una chica podría pedir. Y al fin, aquí estoy. Y a pesar de saber que mi padre ni siquiera pensó por un segundo la idea de dejar a su hija viajar a otra ciudad, sola en un avión, estoy alegre por alejarme. De dejar finalmente todo atrás, con la esperanza de poder verdaderamente avanzar.
Otro de los motivos por los que me dejó venir, dejando de lado el hecho de que él apenas estaba en casa y prácticamente me cuidaba sola, fue porque tuvo la obligación laboral de ir a otro país durante más de un año para supervisar la construcción y todo lo que conlleva el trabajo de su nuevo hotel de lujo. Su trabajo carcome todo su tiempo y, no muy a menudo, lo veo en casa. Cuando él está, pocas veces nos dirigimos la palabra. Su cansancio es enorme, sus espantosas ojeras y ojos inyectados en sangre lo delatan. Hay veces que quisiera tener un padre como el de todos: que se preocupa mucho por mí, que pasa tiempo conmigo y me ayuda con mis problemas de adolescentes, dudas y esas cosas. Sin embargo, él no es así, ya no más.
Toco el pequeño timbre del piso de Sam y Tyler, y espero.
William, mi padre, casi nunca estaba en casa. Por lo que siempre me quedaba más sola que un burro en un desierto. Este viaje me alegró la vida tan miserable que tenía. Quería ver tanto a mis hermanos, los extrañaba demasiado. Ellos son gemelos y dos años mayor que yo, por lo tanto, siempre se sintieron con mucho poder sobre mí cuando era pequeña. En los juegos, había veces que me dejaban ganar, pero otras, cuando yo les ganaba por voluntad propia, decían que por ser los más grandes, ellos ganaban. Me obligaban a darles algún que otro premio por ser los vencedores. De acuerdo, no era tan malo, ya que también el premio lo tenía yo. Hacer unos batidos de chocolate con crema justo en la cima no era tan malo. Siempre terminaba tomándome uno con ellos. Tyler y Sam amaban, aman y siempre amarán mis batidos. Son sus favoritos, y mucho más cuando eran hechos por mis pequeñas y delicadas manos.
Si no recuerdo mal, este es su último año de instituto y el mío casi el último. Ellos repitieron el curso por... No tengo una clara idea de por qué, pero como sé con certeza que son muy holgazanes con respecto a la escuela y las tareas, tengo algunas ideas para justificar ese hecho.
La puerta se abre de repente, haciendo que salte un poco en mi lugar por la sorpresa. Sacándome de mi trance, en mi vista aparece Tyler solo en bóxer, refregándose los ojos con la mano que no sostiene la puerta de entrada.
-¿Natalie? -pregunta con un tono de duda. Su mirada se encuentra con la mía, feliz, dudosa y extrañada. Asiento con la cabeza sin poder creerme lo que tengo frente a mí y él sonríe antes de abrazarme con demasiada fuerza para mi gusto. Sus musculosos brazos me aprietan más de la cuenta contra su cuerpo -sorpresivamente- bien esculpido y definido.
-Hola, grandulón -digo como puedo, intentando recuperar el aire perdido-. Me estás sacando el aire, Ty... -él me suelta con rapidez al escuchar mi voz entrecortada. Nunca pensé que Tyler tendría tanta fuerza hasta el punto de llegar a asfixiarme.
-¿Qué haces aquí? ¿Estás sola? -mira hacia los lados y frunce el ceño-. ¿Por qué estás aquí?
-¿Podrías dejarme pasar? Me estoy muriendo de frío.
-Claro, pasa -se hace a un lado de la puerta y me lleva al ascensor. Lo bueno de este edificio es que son penthouse realmente hermosos y que no hay vecinos cercanos para molestarte con locuras sin sentido o quejas sobre música muy fuerte-. Déjame ayudarte -arrastrando una de mis gigantes maletas, se adentra al ascensor.
-Gracias -respondo, mientras él aprieta el botón del piso. Tyler siempre fue el bueno y sincero, al contrario que Sam, el cual es el impulsivo y problemático. Tyler siempre fue tranquilo, o al menos eso sabía yo, y Sam el loco que destruye todo. Aunque hay una cosa que sí tienen los dos: la arrogancia. Ellos saben que tienen un cuerpo de escultura y no dudan en demostrarlo.
Una vez en el piso, él abre la puerta con su llave y entramos. Es un lugar espacioso y luminoso. Con paredes blancas y muebles negros, todo nuevo. A mi izquierda se encuentra la sala de estar amueblada con un sillón gigante oscuro y una televisión impresionante. A mi derecha la cocina, con mesadas de mármol que, milagrosamente, están bien ordenadas y limpias. Frente a la puerta de entrada noto una larga escalera que da al entrepiso, el cual, si mal no recuerdo, antes no estaba.
Miro a mi hermano y sonrío con picardía, dejando mis pertenencias en el suelo.
-¿Está Sam por algún lado? -pregunto muy esperanzada. Recuerdo que desde pequeña me gustaba molestar más a Sam que a Ty, por el simple motivo de que es el que más se enfada de los dos. Por lo que, para mí, un buen momento es cuando revivo lo vivido con ellos. Sin embargo, no creo que duren mucho estos juegos infantiles porque en algún momento maduré desde que ellos se fueron. De todas formas, para no dejar todo el pasado entre nosotros olvidado, estoy empeñada en empezar como siempre lo hacía en aquellos momentos.
Tyler asiente un tanto confuso por la mirada que le doy.
-Genial. ¿Cuál es su habitación?
-Subiendo por las escaleras, a la izquierda -contesta, para luego quedarse callado y poner esa mirada pensativa que tanto conozco-. ¿Qué tramas, Natalie?
Sonrío.
-¿Está durmiendo? -él asiente levantando una ceja-. Entonces voy a despertarlo, como la buena hermana que soy.
Ty bufa con ironía y revolotea los ojos con diversión, sonriendo con cariño brillando en sus ojos al ver la inocencia fingida en mis facciones. Me rodea con sus brazos, apretándome contra su cuerpo medio desnudo, y besa la cima de mi cabeza.
-Bien, te acompaño -dice.
-Espera, primero tengo que ir a la cocina.
Mi repentino aviso lo sorprende, pero no me quedo a ver por completo su reacción. Camino hacia allí con pasos agigantados y rápidos, mientras Ty me sigue. Busco entre todos los cajones y muebles los artefactos que quiero y los voy dejando en la encimera sin siquiera prestarle atención a las miradas confusas pero divertidas de mi hermano. Recorre con los dedos la cacerola de metal y los grandes cucharones del mismo material como si nunca los hubiese visto en su vida. Cuando termino en la cocina corro rápidamente hacia el baño, esquivando en el camino mis maletas en el piso y lo que hay en la sala de estar lo más ágil que puedo, y agarro la pasta dental.
Con pasos lentos, vuelvo con mi hermano sin quitar mi perversa e inocente sonrisa.
-¿Qué es eso? -mira con extrañeza mi mano que encierra el potecito.
-Pasta de dientes -contesto-. ¿Me pasas un plato de plástico? -él asiente aún sin comprender de qué va todo esto, busca algo en un gabinete sobre la encimera de mármol oscura y me entrega mi pedido-. Gracias.
Coloco todo el contenido de la pasta de dientes en el miniplato, agarro la cacerola con cuidado para no dejarla caer, y así no causar un enorme ruido que despertará a Sam, y la cuchara, para luego subir en busca de mi dormilón hermano. Caminamos por el largo pasillo del entrepiso y nos detenemos en la puerta que tiene colgado un cartel que dice «PROHIBIDO EL PASO SI NO QUIERES INTOXICARTE».
Estoy más que segura de que eso se refirió a sus pedos.
Abrimos la puerta y entramos con sigilo. Para mi suerte, Sam se encuentra acostado bocarriba, dormido cual marmota, sin inmutarse de nuestra presencia. Tapando mi boca un segundo después de escuchar su gran ronquido, me esfuerzo por no reír. Con la mano derecha sostengo el plato repleto de pasta dental frente a la cara de Sam y con la izquierda la cacerola, le paso la cuchara a mi hermano y le hago señas para que me mire.
-Ty, a la cuenta de tres, tienes que tocar bien fuerte la cacerola.
¿Entiendes?
-Sí.
-Uno... -comienzo a contar, mirándolo e intentando no reírme-. Dos... ¡Tres!
El ruido del metal chocando contra otro metal resuena por todo el lugar, haciendo que Sam abra sus ojos y se incorpore. Su rostro de estrella contra el pastel de pasta de dientes ni bien se incorpora para ver lo que sucede.
Me uno a las carcajadas de Ty, que son más como aullidos de una foca atragantándose de la risa. Apenas puedo ver a mis hermanos en la oscuridad de la habitación. Las ligeras luces que la luz de la luna le da al cuarto, hacen lo mejor posible para que yo distinga los movimientos de Ty y Sam.
Sam saca con sus manos todo lo que tiene en la cara y gruñe maldiciones, parpadeando furiosamente contra la pasta de dientes en sus ojos.
-¿Por qué hicieron eso? ¡Joder!
-P... perdón, solo te quería despertar para saludarte -digo agarrándome el abdomen y tratando de que no me duela más de lo que ya lo hace.
-¿Natalie? ¿Qué haces aquí? -él enciende la lámpara de su mesa de noche y se limpia la cara con la toalla que Tyler le alcanza. Me siento en la cama enorme junto a Sam y luego, acostándome, coloco mis brazos debajo de mi cabeza.
-Papá tuvo que irse a trabajar a no sé dónde por un año para supervisar la construcción y toda esa mierda para su nuevo hotel -contesto aburrida-. Y como no me quería quedar sola, decidí venir a vivir con ustedes. ¿No es genial?
-Sí, salvo cuando eres malvada y tienes esas caras de loca maniática a la hora de imaginar un plan malvado para hacernos algo -se entromete Ty, haciendo puchero muy tierno.
-Bueno, soy así y soy su hermanita. Tienen que aguantar mis llantos, caprichos, planes y todo lo que viene conmigo.
-¿Y qué es todo lo que traes contigo? -Sam pregunta cautelosamente mientras frunce el ceño.
-Sabía que me olvidaba algo.
Mis piernas se apresuran en salir de la habitación para ir hacia la planta baja. Me encamino hacia mis pertenencias y abro el bolsito para perros en la que Burry está. Burry es mi perrita de dos meses y medio. Su pelaje suave hace cosquillas en mi piel cuando la saco de su cómodo bolso.
Dejo la bolsa lila sobre mis maletas y llevo a mi bebé en brazos a la habitación de Sam. Los dos me esperan sentados en la cama con los brazos cruzados. Una de las cosas más geniales de ser su hermana, es que puedo diferenciarlos con una facilidad increíble. Ambos tienen el pelo castaño oscuro, los ojos color verde azulado, mandíbula cuadrada y un cuerpo envidiable para los hombres, solo porque juegan al futbol americano desde los trece años. Los dos son muy buenos en eso y ellos me lo recuerdan todo el maldito tiempo. La principal diferencia es que Tyler tiene pequeñas motas doradas en sus ojos y Sam no. Aunque Ty es el bueno y responsable, mientras que Sam es el travieso e insoportable.
Ellos miran lo que tengo en brazos y abren mucho los ojos, teniendo una idea de lo que llevo. Muevo ligeramente mis brazos en donde una bola de pelos pequeña abre sus ojos y bosteza con fuerza. Feliz, se los dejo ver a los gemelos, pero al instante mis hermanos chillan como niñas asustadas y salen corriendo de la habitación. Sus pasos en las escaleras resuenan atropelladamente hasta que, de un segundo al otro, ya no escucho ni un ruido. Silencio.
Me asomo extrañada hacia el pasillo, y sin dudarlo bajo con tranquilidad las escaleras. Paro antes de bajar por completo me topo con los dos
estúpidos a los que llamo hermanos tirados en el suelo, retorciéndose y gimiendo de dolor.
-¡Pero serán idiotas estúpidos! -río y sujeto más contra mi pecho a Burry. Esta se acurruca y entierra su cara en el hueco de mi cuello como si no estuviese pasando nada digno de su atención.
-¡Cállate y tira esa cosa a la basura! -Sam apunta a mi bebé. Lo miro asustada y sin poder creerme lo que escucho.
-¿Qué? ¡No! Es muy linda y es mía -protesto.
-¡No la queremos aquí! -gritan simultáneamente.
-Pues, lárguense ustedes. Ella se queda conmigo -me pongo a la defensiva-. Es mi perra y, si bien el departamento les pertenece, tengo derecho a tener lo único que les pido. Nunca antes, mientras estuvieron fuera de casa, les pedí algo a excepción de que me visitaran -lo cual, efectivamente, no hicieron. Por lo que, creo que tenerme aquí con una pequeña e inofensiva bola de pulgas no es nada a comparación con todo lo que ellos me deben por no estar allí para mí cuando los necesité con desesperación.
-Es un pequeño monstro. ¿Cómo te puede gustar esa... cosa? - pregunta Tyler, fulminando con la mirada a mi perrita mientras se incorpora, dejando a su hermano aún en el suelo.
-Me encanta y es tierna. Aparte, es inofensiva. No es como si fuera a convertirse en Hulk o en algo peor -comento mirándolo fijamente y me quedo pensando en mis palabras-. Aunque eso sería genial ahora que lo pienso -lo escucho soltar un gruñido desde el fondo de su garganta lleno de frustración.
-Bien, quédatela. Pero déjala en tu cuarto y es mejor que no haga el más mínimo ruido. ¿Entiendes? -amenaza con voz ruda.
Le sonrío y saco la lengua. Sé que de suerte la aceptaron. Nunca fueron fanes de las mascotas que corretean por todos lados y dejan sus desechos por ahí. Ellos soportan más a los que se encuentran atrapados en peceras y que no hacen el menor daño a la casa.
-Sip, este «monstro» no los comerá. Apenas tiene dos meses, chicos. Tranquilícense -digo, tratando de calmarlos y, por suerte, sus semblantes se relajan un poco-. Bueno, ahora me voy a dormir porque el viaje me dejó muy cansada. Nos vemos -les doy besos en sus mejillas y subo a mi habitación con una de mis valijas y Burry en mis brazos, mientras que las otras más pesadas se las dejo a ellos para que me las suban.
Subo las escaleras hasta el entrepiso y busco con la mirada la puerta que no tiene los nombres de mis hermanos. Una al fondo llama mi atención y cuando abro la puerta me sorprendo al encontrar que todas las cosas que tenía en mi antigua habitación cuando este entrepiso no existía todavía, están aquí. Dejo caer de mis manos mis pertenencias y me tiro de espaldas en la cama junto a Burry.
Miro alrededor, notando que todo está prácticamente igual al cuarto que tenía. Una habitación común y sin rosa. Las paredes blancas contrastan con los muebles negros. A un costado de la habitación se encuentra un baño que desde mi lugar se ve espacioso. Por otro lado, la cama que antes tenía era pequeña y delicada, perfecta para una niña, ahora es extremadamente grande, con colchas blancas y suaves; la cabecera es, al igual que las mesitas de noche y el armario, de color negro. Repaso con la mirada aquellos juguetes y peluches de cuando era niña mientras pienso en guardar todo y esconderlo de la vista. A la derecha, algo nuevo destella ante mis ojos. Un tocador para maquillajes con espejo y un escritorio. Río ante eso porque, tengo que admitirlo, no soy amante de los polvos y esas cosas.
Levantándome, me agacho junto a mis pertenencias, al tanto en que veo a mi perrita corretear por el lugar olfateando todo lo que encuentra. Dejo unos diarios que encuentro en el baño y los coloco en una esquina para que ella haga sus necesidades ahí. Luego, busco mi pijama de franela color azul, ato mi pelo en un moño alto y me acuesto en la cama, dejando para mañana la labor de ordenar todo en su lugar. Me tapo con las colchas y me quedo dormida a los segundos.
Los viajes y los encuentros son tediosamente cansadores.
"Oliver Anderson, un millonario y apuesto joven de veinticinco años, está a punto de perder la presidencia de su empresa por no llevar una vida formal. Pero de repente su vida da un giro al pedirle a su secretaria, Alexandra Carlin, que sea su esposa durante seis meses. La historia narra el divertido matrimonio odio-amor entre Oliver Anderson y su secretaria cuando las cosas no salen como ellos esperaban."
"Hay hombres que no creen en el amor a primera vista..., por eso hay que pasar por delante unas cuantas veces más. Todos en Leighton Abogados coinciden en que Lea Velour sería la letrada más destacada del bufete si su jefe no insistiera en tratarla como una secretaria suplente. Pocos sospechan, en cambio, que bajo el moño tirante y sujeto gracias a litros de laca y disciplina se esconde algo más que un cerebro brillante: una mujer que, en vez de ansiar el respeto del sexy y divertido Jesse Miranda, está deseando que este se lo falte. Desgraciadamente, parece que su personalidad práctica y aspecto severo no sirven para captar la atención de un hombre como él, que ya la ha colocado en una casilla no muy aventajada: la de patito feo. Un toque de atención, un golpe de azar y la repentina curiosidad de Jesse hacia su contradictoria abogada adjunta desembocarán en un juego peligroso y excitante con unas reglas establecidas desde el principio: sin promesas de amor. Él acabará descubriendo el potencial de una mujer que todo lo que necesita es un motivo para convertirse en puro fuego, y ella a un hombre que puede que al final no sea el playboy descerebrado y accesible que parece, sino alguien con el corazón blindado y más que digno de un amor que podría no ser correspondido."
"Alexandra Carlin es una chica recién graduada en la universidad, sin éxito en el campo laboral. Un día es contratada por fin como secretaria del presidente de una revista de prestigio a nivel internacional, Oliver Anderson, un joven apuesto de veinticinco años. Oliver está a punto de perder la presidencia de la empresa por no tener una vida formal. De repente, sus vidas dan un giro cuando hace un contrato con Alex para ser su esposa durante seis meses. La historia narra el divertido matrimonio odio-amor entre Alex Carlin y su jefe, sobre todo cuando nada sale como ellos esperaban."
"En compañía de su padre y su hermano Héctor, Eric Barón sale a vacacionar un día a un bosque de Illinois. Jamás imaginó que ese viaje daría inicio a una aventura inimaginable cuando, por alguna causa incomprensible, un rayo de luz se introduce en su cuerpo mientras intentaba tocar una estrella que se reflejaba en las aguas de un río. Eric trató de cubrir sus ojos de la refulgente luz, pero antes de lograrlo ya había caído inconsciente. A partir de entonces logra transportarse junto con su hermano a un mundo distante: Fagho, y es ahí donde conocen a Arcon Ásteris (hijo del rey de un reino llamado Ándragos) y a Karime Theradam (su protectora). Sus vidas se entrelazan ineludiblemente cuando Eric intenta volver definitivamente a casa con su padre, cosa que solo puede llevar a cabo con la ayuda del cetro del rey, el cual, solo en sus manos, se convierte en el puente de unión entre ambos mundos. Los cuatro chicos comienzan a vivir una serie de emocionantes y escalofriantes aventuras cuando se enteran de que el grolyn (el cetro real) es nada más y nada menos que un “cetro mágico” que se puede reactivar en un lugar llamado Ashwöud. Entonces intentarán realizar esta increíble hazaña a pesar de los esfuerzos de Drakon (el más acérrimo enemigo del rey), que a toda costa intentará apoderarse del enigmático grolyn y, por alguna causa desconocida para todos, ahora también del propio Eric Barón."
"En Denver High se dice que, si pones tu nombre en el casillero 420, Cupido encontrará a tu pareja ideal. Y ahí es donde entra April Jones. Nadie parece notar a April. Su talento para observar a los demás a la vez que se mantiene en las sombras la convirtió en la persona ideal para aquel papel. Su doble identidad nunca se había visto amenazada hasta ahora, cuando el casillero recibe una nota en la que Darren McGavern pide una cita con Cupido. April sabe que debe proteger su secreto más que nunca, no solo porque podría ser de conocimiento en toda la institución y se volvería el centro de las miradas, sino también porque, como pudo descubrir, Darren odia a Cupido. Y de una cita con alguien que te odia solo pueden surgir problemas. "
"Lyra Coppens ha sido secuestrada por un hombre que pretende transformarla en una muñeca. Él desea hacer cambios en el cuerpo de su víctima para concursar en el Desfile Macabro, un repulsivo evento nacido en la deep web. En este, los «representantes» modifican los cuerpos de sus «modelos» para competir, en una retorcida pasarela, por una enorme suma de dinero. Lo que estos criminales no sospechan es que hay dos nuevos jugadores en escena. Sonnet Bleus, el mejor amigo de Lyra; quien está dispuesto a hacer lo que sea para rescatarla. Y Steiner Carsten, el agente especial de Ciudad Onírica que está a cargo de la investigación del Desfile Macabro. ¿Dónde se encuentra el límite entre la salvación y la perdición? Esta es una carrera contrarreloj."
El día de su aniversario de boda, la amante de Joshua drogó a Alicia, que acabó en la cama de un desconocido. En una noche, Alicia perdió su inocencia, mientras la amante de Joshua llevaba a su hijo en el vientre. Desconsolada y humillada, Alicia pidió el divorcio, pero Joshua lo consideró una rabieta más. Cuando finalmente se separaron, ella se convirtió en una artista de renombre, admirada por todos. Consumido por el remordimiento, Joshua se acercó a su puerta con la esperanza de reconciliarse, solo para encontrarla en brazos de un poderoso magnate. "Saluda a tu cuñada", dijo este.
Ariana Ortega había tomado una decisión valiente y solitaria: tener un hijo. A sus treinta y dos años, con una carrera en ascenso y sin intenciones de un compromiso amoroso, optó por un método no convencional: una agencia que le aseguraba privacidad y confidencialidad en todo el proceso. Aquel noviembre, una noche de lluvia la llevó a una habitación discreta de un bar, donde había sido acordado el encuentro. Su corazón latía con mezcla de emoción y nerviosismo, sin saber que el hombre al otro lado de la puerta cambiaría su vida para siempre. Daniel Montenegro, el imponente CEO de uno de los conglomerados empresariales más poderosos del país, había escapado momentáneamente de la abrumadora presión de su vida, buscando refugio en la discreción de un rincón alejado. Pero esa noche algo extraño ocurrió: alguien había manipulado sus bebidas, dejándolo en un estado de vulnerabilidad que él jamás permitiría. Con recuerdos vagos y confusos de lo sucedido, despierta a la mañana siguiente sin memoria de la mujer con la que compartió aquella íntima velada. La vida de ambos continúa por caminos separados, hasta que meses después, Ariana se ve en la necesidad de aceptar un puesto de secretaria para mantener su independencia económica. Y, para su sorpresa, su nuevo jefe no es otro que Daniel Montenegro, el CEO inaccesible, temido y respetado por todos. En el silencio de su oficina, mientras observa su rostro y su semblante, Ariana empieza a notar una inquietante coincidencia: su hijo, que llegará justo en Navidad, parece llevar en su rostro los mismos rasgos que su jefe. ¿Qué sucederá cuando la verdad comience a salir a la luz? ¿Podrá Ariana mantener su secreto mientras la cercanía con Daniel crece día a día? Y, cuando él descubra los recuerdos que esa noche le negó, ¿será capaz de perdonarse por el destino al que la sometió sin saberlo? Una historia de redención, amor y segundas oportunidades, donde el poder y la vulnerabilidad se entrelazan en la víspera de la Navidad.
Celia Kane proviene de una familia adinerada, pero perdió a su madre a una edad temprana. Desde entonces, ha vivido una vida difícil. Peor aún, su padre y su madrastra le tendieron una trampa para que ella se casara con Tyson Shaw en lugar de su media hermana. No dispuesta a aceptar su destino, Celia se escapó el día de la boda y, accidentalmente tuvo una aventura con un desconocido. Al día siguiente, ella se fue en secreto y, más tarde, su padre la encontró. Habiendo fracasado en escapar de su destino, se vio obligada a convertirse en la novia sustituta. Inesperadamente, su esposo la trató muy bien después de la boda. Celia también conoció poco a poco que él tenía muchos secretos. ¿Descubriría Celia que el hombre con el que se acostó era en realidad su marido? ¿Tyson sabría que Celia era solo una sustituta de su media hermana? ¿Cuándo iba a descubrir Celia que su anodino marido era en realidad un magnate misterioso? Descúbralos en este libro.
Como simple asistenta, enviar un mensaje al CEO en plena noche para solicitar películas pornográficas fue un movimiento audaz. Como era de esperar, Bethany no recibió ninguna película. Sin embargo, el CEO le respondió que, aunque no tenía películas para compartir, podía ofrecerle una demostración en directo. Tras una noche llena de pasión, Bethany estaba segura de que perdería su trabajo. Pero en lugar de eso, su jefe le propuso: "Cásate conmigo. Por favor, considéralo". "Sr. Bates, está bromeando, ¿verdad?".
Hace mucho tiempo, dos reinos convivían en paz. El reino de Salem y el reino de Mombana ... Todo marchó bien hasta el día en que falleció el rey de Mombana y un nuevo monarca asumió el mando, el Príncipe Cone, quien siempre tenía sed de más poder y más y más. Después de su coronación, atacó a Salem. El ataque fue tan inesperado que Salem nunca se preparó para él. Fueron tomados con la guardia baja. El rey y la reina fueron asesinados, el príncipe fue llevado a la esclavitud. La gente de Salem que sobrevivió a la guerra fue esclavizada, sus tierras les fueron arrebatadas. Sus mujeres fueron convertidas en esclavas sexuales. Lo perdieron todo. El mal aconteció en la tierra de Salem en forma de Prince Cone, y el príncipe de Salem, Lucien, en su esclavitud se llenó de tanta rabia y juró venganza. *** *** Diez años después, Lucien, de treinta años, y su gente asaltaron un golpe y escaparon de la esclavitud. Se escondieron y se recuperaron. Entrenaron día y noche bajo el liderazgo del intrépido y frío Lucien, quien fue impulsado con todo en él para recuperar su tierra y tomar la tierra de Mombana también. Les tomó cinco años antes de que tendieran una emboscada y atacaran a Mombana. Mataron al príncipe Cone y lo reclamaron todo. Mientras gritaban su victoria, los hombres de Lucien encontraron e inmovilizaron a la orgullosa princesa de Mombana, Danika, la hija del príncipe Cone. Mientras Lucien la miraba con los ojos más fríos que alguien pueda poseer, sintió la victoria por primera vez. Caminó hacia la princesa con el collar de esclavo que había fabricado durante diez años y con un movimiento rápido, la sujetó del cuello. Luego, inclinó su barbilla hacia arriba, mirando a los ojos más azules y el rostro más hermoso jamás creado, le dio una sonrisa fría. "Eres mi adquisición. Mi esclava. Mi esclava sexual. Mi propiedad. Te pagaré con creces todo lo que tú y tu padre me hicieron a mí y a mi gente", dijo él secamente. El odio puro, la frialdad y la victoria era la única emoción en su rostro.
Para pagar la deuda, desesperada y sin opciones, ella sustituyó a la novia y se casó con el hombre quien era conocido como un diablo al que todos temían y respetaban. Él le dio un mordisco a su dulzura y gradualmente se sometió a la lujuria adictiva. Antes de que se diera cuenta, ya era incapaz de liberarse de ella. El deseo desencadenó su historia, pero ¿cómo continuaría este amor condicional?