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Deane salió corriendo de su pueblo natal. Ella no deseaba seguir alli ni un minuto más de su vida. En el instante en que tuvo la oportunidad de huir, al gradurse, lo hizo. Se fue con la excusa de que quería explorar nuevos países y conocer el mundo. Sin embargo, todos sabían que huia del dolor, de la tristeza, de su pasado con el hombre al cual había jurado amar. Su novio de añales le fue infiel con su mejor amiga y producto de esto tuvieron un hijo y se casaron. Ahora ella es quien sufre. Se volcó en una relación con un hombre mayor que ella, uno abusivo y que le golpeaba. Nuevamente Deane huia, pero esta vez devuelta a su pueblo, en el refugio de su familia, todo con tal de salvar a su pequeño hijo. Aunque tuviera que volver a encontrarse con el hombre que le rompió el corazón.
Prólogo
Hace muchos años....
Deane está acostumbrada a sorprenderse bastante por las vueltas que da la vida.
A fin de cuentas, la vida misma, había sabido maltratarla de las peores maneras posibles
Si bien no pasó su adolescencia superando la pérdida de su primer amor y una infidelidad a destiempo, Deane sabía verdaderamente lo que era perder a quien con tanto amor le habías entregado el corazón.
Durante años imaginó todas las posibilidades en las que el amor de toda su infancia y adolescencia, le pedía perdón y le explicaba que las cosas habían sucedido de una manera alocada, pero que aún así después de tantos años seguía amándola como la primera vez.
Vaya mierda, pensó ella.
Nunca le había gustado sentirse la más débil de su casa, su hermana Maene, siempre se ha caracterizado por recalcar y tirarle a la cara las malas decisiones que había tomado: comenzando por haberse enamorado de su vecino Bratt Steward.
Deane conoció a Bratt cuando ambos estaban en el jardín de niños, nunca la prestó atención a este niño con el pelo revuelto oscuro como la noche y esos ojos azules tan intensos. Lo pasó por alto hasta muchos años después. Ahí fue cuando comenzaron a destaparse sus hormonas y fue entonces cuando se volvieron locas en una fiesta de cumpleaños. Allí se fijó nuevamente Bratt, él había cambiado había crecido, estaba más alto y fuerte, su cabello peinado hacia atrás, sus cejas tupidas y sus labios tan finos y a la vez tan jugosos de tono rosado, sus mejillas se tiñeron de rojo solamente al verlo.
Bratt definitivamente había cambiado y para bien, para mucho mejor. Todas las chicas se abalanzaron sobre el, buscaban la forma de sacarle conversación. Deane veía todo el movimiento a distancia, pero no se atrevía a ser una más del montón. Sus pies parecían tener vida propia y estar 100% de acuerdo con esa decisión así que se quedaron clavados al piso, aún cuando notó que él, entre tanta gente sólo tenía ojos para ella.
Se dio cuenta, ahí mismo supo que, estaría perdida e irremediablemente enamorada de Bratt Steward para toda la vida.
-Hola, Deane- es que hasta su nombre era un pecado en boca de ese hombre.
-Hola Bratt. ¿Como estás? - Ella traía puesta una falda Jean por encima de las rodillas con un top negro y tu cabello rizado suelto castaño oscuro le caía sobre la espalda.
Los ojos de Deane eran color Café, un color atractivo y singular en su familia: su hermana Lisa tenía los ojos Marrones y sus padres color miel oscuro, ella era la única que había sacado esa tonalidad. Sus cejas eran más finas de lo que le hubiese gustado tener, por eso, se las pintaba desde que tuvo conocimiento de cómo usar un delineador. Para cejas su hermana mayor, Maene, siempre decía que estaba haciendo demasiado drástica y melodramática.
- No se ven tan mal - le decía siempre.
- Precisamente ese tan es lo que me molesta. -Le gritaba ella, mientras le cerraba la puerta en la cara.
De las dos hermanas de la familia Molina, Deane sin lugar a duda era la de temperamento más complicado, se dejaba llevar por sus impulsos: Cuando quería algo, buscaba todas las maneras para conseguirlo, Igual cuando se enamoró por primera vez, se lanzó de lleno sin pensar ni dudar.
Deane era de esas personas que daban por sentado, que así como ellos se entregaban por completo, así mismo los demás los amaría y darían todo para estar con ellos. A partir de ahí empezaron sus fallas sobre la vida en general, ese no era el concepto que todos tenían y ella tuvo que aprenderlo de la manera más difícil: perdiendo a quién amaba.
Se repasó mentalmente sin que nadie se percatara de su inseguridad y su incertidumbre al tenerlo de frente. Por primera vez un chico le prestaba atención, justamente El chico del que todas las jóvenes hablaban, incluso su mejor amiga Paula. Todas comentaban lo mismo: el chico Steward se puso buenorro, está para comérselo.
Él le Sonrió, con una sonrisa tan segura y franca, que ella sintió que su corazón se frenaba en su pecho y su pulso se veía a simple vista en sus muñecas y su cuello.
El casi la hacía babear. Sus neuronas estaban en corto circuito.
Arrinconandose y gritando:¡El chico Steward nos está sonriendo!
-¿Quieres ir a tomar algo? - él no se anduvo por las ramas.
Desde ese momento ella dijo a todo que sí.
Se había enamorado de su seguridad y de la confianza que le brindaban sus ojos, había caído presa de sus sentimientos.
Un error que años después se prometió a sí misma jamás volver a cometer. No volvería a confiar en ningún hombre que viniera pintandole pajaritos en el aire y prometiéndole villas y castillos.
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