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Gisel, siempre había suspirado por aquel misterioso cliente. Un tiempo después, descubre qué es un ginecólogo. La invita a una sesión, pensando que los temblores de su cercanía: eran por alguna enfermedad. ¿Qué ocurrirá entre las sesiones?
Seduciendo a mi ginecólogo
-¿Cómo encontrarás a ese chico?
Ana, miraba divertida a su compañera. Estaba, tomando un nuevo pedido.
-¡Quiero más papas! -comentó un niño, Gisel llenó un poco más su reciente.
-¿Prefieres atender niños caprichosos toda tu vida? -quiso saber, tenía una de sus manos: posando su cadera.
-¡Oye! -protestó el niño desconocido.
-Muchas gracias por venir a Lesig.
Suspiró, en ese día habian ido muchos pequeños revoltosos junto con sus padres. Aquello, en parte le agotaba.
Pero no le quedaba otra.
Era eso, o vivir en la calle.
-¿Estas de nuevo pensando, en el motivo por el cuál trabajas aquí?
-Asi es, Ana.
Muchas veces Gisel, se quedaba observando nada en particular, con su mano apoyada en su mejilla derecha.
Otras veces, sus ojos quedaban perdidos, en él.
En aquel muchacho, pulcro.
De cabellos rojizos, y sus luceros azules.
Era tan hermoso...
Siempre se lo quedaba viendo,hasta En aquellos momentos , los cuales él no estaba junto se queda pensando en el, en cada instante , la imagen de ese muchacho apareció en su mente.
Se había acercado, pero se había alejado en el instante.
Pero algo le hizo detenerse, a que el muchacho le hablo:
-Hola ¿Me traes un café con tostadas? No me han atendido todavía.
Ella, entendió enseguida el motivo por el cual no lo habían atendido aun, giró su cabeza , un poco molesta con sus amigas. Las cuales la saludaron, con disimulo . Ana, le sacó la lengua. Incluso le mostró un cartel, que decía habla con el.
Ella, empezó a hacerle señales de que iban a morir. Deslizando sus dedos, debajo de su cuello hacia sus amigas.
-¿Estas bien?
-Si, solo es que me dió calor.
-¿Calor?, hoy es de los días mas fríos del año.
-Es que me está por venir.
Apenas afirmó eso, quiso meter la cabeza en algún pozo de tierra, y no sacarla nunca más de ahí.
Se dió un cachetazo mental, por la torpeza que había mencionado a continuación.
-Ah ya veo, en realidad soy ginecólogo. No te preocupes es normal.
-¡Ahora vengo por su pedido!
Lo peor, es que lo hice gritando.
-¿Qué pasa? -me preguntó Ana.
-Le dije que tenía calor, porque me vino, quiero morir. Lo único bueno de esto, ya sé su profesión.
-¿A qué se dedica? -me preguntó Melissa.
-Es ginecólogo.
-Oh, tendrás a alguien que te pueda dar buenos masajes.
-¡Ana!
-Bueno niña, ve a llevarle su pedido.
-¿Qué? No, me niego.
-Gi, tienes que ir. Pobre hombre, abandonado.
Suspiré, sabe donde me han metido esas criaturas, que yo llamaba "amigas".
Trabajaba aquí, hace exactamente 2 años. Ahora tenía, 22 años de edad. Al principio, le había costado mucho renunciar a su carrera, pero no la había quedado de otro. Tenía que pagar su alquiler, y no se pagaba solo viviendo del aire.
Cuándo le llevó el pedido, sus manos , nunca temblaban.
-¿Está bien?, yo la veo muy alterada en su estado. Espere... -murmuró, y sacó una libreta -le daré un turno, asi la atiendo en mi consultorio ¿Le parece?
-Yo...
-¿A las nueve y media o más temprano?
-Yo...
-Si quiere la anoto a las nueve.
-Si...
-Genial, nos vemos mañana.
Asintió, mientras se alejaba algo confusa.
-¿Te dió su número? -preguntó emocionada Ana.
-No...
-¿Te lo pidió?
-No, Melisa.
-Ya se -exclamó Ana -quiere llevarte a un restaurante, o a un motel.
-¿Qué? No.
-Vamos Gi, cuentanos.
-Me dió un turno -bufé.
-Pero eso es bueno "mana".
-¿Tu lo dices, Ana? -comentó Gisel.
-Si, finge estar enferma... Muy enferma.
-Melisa, pero...
-Asi tendrás más citas con él.
-Ana, es para el ginecólogo.
-¿Y? Aprovecha.
Suspiró, entendiendo forma ferviente, que no haría cambiar de opinión a sus amigas. El momento que ya estaba el pedido, se acercó a la mesa redonda, la cual está ubicada en el lado derecho junto a una ventana . las manos, aún le temblaban, y no era por alguna enfermedad extraña , el al parecer suponía.
Estaba muy nerviosa, por su presencia.
El hombre, la miro un poco de extrañado. Era una muchacha delgada, con un cabello extrañamente rebelde. Se notaba, el esmero por a,darlo hacia arriba , pero habían algunos mechones sueltos acariciando a su frente . él no pudo evitar , por algún motivo que el desconocía, mirar sus labios.
Sus labios, eran muy rosas, y estaban entreabiertos. En ese momento los estaba mordiendo, soltando los poco a poco hasta que quedaron un poco hinchado por la acción anterior.
Julian, por algún motivo que desconocía, cerro los ojos momentáneamente, intentando olvidarla.
Demasiados problemas tenía, para prestarle atención a alguien, qué no sé peinaba.
Miro con frustración, su teléfono. En ese día, tenía que ir a buscar a su pequeña hija de 4 años llamada Emma. Él se había divorciado hace 2 años, porque su esposa le había engañado. Lo peor , no había sido El engaño en sí, sino que vienes todos juntos desde que eran unos pequeños niños.
-Aqui tiene su pedido ¿Necesita algo más? -Gi, se mordía los labios con nerviosismo.
-No gracias, puedes retirarte.
-Con permiso, provecho.
Ella, no podía creer lo que había ocurrido. Se había sentido tan temblorosa, y por un momento no puedo apartar la vista de sus bonitos ojos. Se quedó suspirando, mientras limpiaba una y otra vez la barra. Podía apreciar , a pesar de la distancia , , sus brazos se contraían en músculos fuertes, cada vez que cortaba un trozo de su comida.
"¿Por qué era guapo hasta cuando comía?"
Lo único que sabía cómo era que se sentía muy atraída por el . estaba completamente ansiosa, por ir a ese turno, que le había invitado. Nunca en la vida , había esperado que nombre así , le hablara. Aunque seguramente, fuera porque pensaba que estaba enferma. Debía aprovechar eso, para poder conocerlo ñ, sea lo más difícil que pueda ser. Y Giss, no era una persona que se rinda. Y esa vez tampoco.
No le importaba , Ahora más que nunca intentaría seducirlo a , dé lugar.
Después de unas horas fingiendo amor frente a su jefe y de un pico después de decir "acepto", la noche pasó sin ningún otro contratiempo. Se marcharon en un Ford descapotable de los años sesenta y finalmente llegaron a la casa de Lionel. Tan pronto como pisaron el suelo, él la observó con aburrimiento y se giró para irse a dormir. No le gustaba estar rodeado de personas, a menos que fueran bailarinas en poca ropa. -¡Oye! -protestó Alexa, pero él no se giró para seguir avanzando-. Se supone que estamos casados -murmuró temblorosa. Finalmente, él se detuvo y Alexa se acercó a pasos firmes, rodeándolo. Lionel bajó la vista para fijarla en ella. Le resultó... ¿Bonita? Supuso que ese era un adjetivo acorde a esa mujer, aunque le parecía insoportable y aquello restaba la belleza que poseía. -¿Qué? ¿Quieres acostarte conmigo? -preguntó él. Ella levantó una ceja para negar, pero ya era tarde. Lionel la tomó entre sus brazos y la recostó sobre la pared. Una mano detrás de su cintura bajó hasta sus glúteos y los apretó. Alexa rodó los ojos para darle un empujón. -Al cabo que ni quería... puedo cogerme mujeres de verdad -se burló, pero no esperó recibir un cachetazo de la dama. Alexa observó sorprendida la mejilla roja de su ahora esposo. Su piel se volvió más pálida de lo normal y retrocedió un paso, luego otro. Lionel se limpió un hilo de sangre que caía en la comisura de sus labios y la observó furioso. Era raro verlo así. Corrió a su lado y la tomó del cuello con brusquedad. Poco a poco, Alexa pudo sentir que el oxígeno no pasaba por su garganta y que estaba quedándose sin aire. -P-por favor... -suplicó, pero Lionel siguió presionando hasta que la soltó arrojándola al suelo. Se limpió el saco, como si ella lo hubiera ensuciado, y se dio la vuelta. Alexa, perpleja por haber sido estrangulada por su esposo, se levantó. -¡Soy tu esposa! ¡Te guste o no! -gritó a todo pulmón. Lionel se giró, buscó algo en su bolsillo y dijo: -Bien. Ten, son diez mil dólares. El próximo mes te daré más, ahora vete. No me interesa tenerte en esta casa. -Somos marido y mujer. Merezco y debo estar aquí -susurró con la voz quebrada y los ojos llenos de sufrimiento. Él le lanzó una sonrisa ladina mientras avanzaba, pero ella, a pesar de temblar por ese hombre, no se dejó intimidar. -Entonces... -comentó mientras bajaba el cierre de su pantalón, sacando su enorme miembro frente a ella-... mételo en tu boca... -canturreó divertido. Lionel se rió de la desgracia de aquella mujer. Y ella lo sabía.
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