Bella viajaba a un pueblo de Montana, pensando en alejarse de su tormentosa realidad. Totalmente frustrada y recién divorciada, se aventura en una exquisita historia, dónde descubre sus más dulces fantasÃas. ¿Qué ocurre cuando alguien que menos te imaginas despierta eso en ti? ¿Ella podrá con los prejuicios?
La perfecta vida en New York se habÃa vuelto un maldito infierno, el cual se cansó de soportar. Bella Strand, de treinta años de edad, habÃa solicitado el divorcio por fin.
Su esposo Sam Haaland, era un funcionario de la nación, el cual le importaba más la opinión pública que su propia familia. Ella no podÃa mentir y decir que su matrimonio no habÃa sido bueno los primeros cinco años, pero todo se fue al infierno en cuestión de meses.
Ella intentó conservar su matrimonio cuando su hijo más pequeño llegó, pero no tenÃa caso que una sola persona lo intentara. Él solÃa viajar por negocios y se ausentaba en su casa por semanas, sin ningún tipo de culpa.
Ella tuvo que dejar su puesto para hacerse cargo de sus hijos, la idea de que estuvieran solos todo el dÃa no le gustaba para nada, y su vida se habÃa vuelto demasiado monótona. Tener niños de siete y cinco no era algo fácil.
El divorcio fue algo inevitable, aunque el hombre todavÃa no lo sabÃa.
En este momento no importaba el dinero, ni el departamento lujoso en donde vivÃan, ni cualquier cosa que él pudiera ofrecerle para mantenerla a su lado. Bella no era feliz, y ni siquiera recordaba la última vez que se habÃa sentido bien como mujer. Su vida sexual era una mierda, y la última vez que se habÃa acostado con Sam habÃa pasado más de año y medio.
¿No era algo lógico que deje de sentirse atractiva?
La idea de armar las maletas y largarse en el receso del colegio de sus hijos fue su mejor opción.
Cuando el avión despegó, ella pensó en que la situación cambiarÃa a partir de aquella decisión. No solo porque se irÃa por una larga temporada a Montana, sino porque necesitaba resolver su vida y pensar en qué harÃa cuando regresara.
La idea de lidiar con la furia de Sam al enterarse que habÃa pedido el divorcio era algo que querÃa postergar, pero Kira se encargó de acelerar el proceso, y lo sabrÃa pronto.
Kira y su esposo eran sus únicos amigos reales, los demás solo eran para mantener las apariencias. Se habÃa cansado de fingir amistad con las esposas de los socios de su marido, ahora todo se irÃa al demonio.
-Mami, ¿Cuándo volverá papá? -Bella mira a su hijo y traga saliva, ya no sabe qué excusa decirle.
-No lo sé, cariño. Está en el trabajo.
-¿Puedo llamarlo en cuanto lleguemos? -el niño hace una mueca de tristeza, lo cual le rompe el corazón.
-Claro. Lo haremos al aterrizar, lo prometo.
-¿Cuánto tiempo nos quedaremos en la casa de la tÃa Lu?
-El resto de las vacaciones -Oliver hace una mueca-. Sé que no te gusta la idea de estar lejos de la ciudad, pero verás que te gustará.
-Yo querÃa ver a mis amigos -se queja mientras evita su mirada
-Lo sé, pero estoy segura de que encontrarás amigos también allÃ.
El asunto de Sam no solo era por el matrimonio, sino por lo que hacÃa con sus hijos. Oliver lo extrañaba, antes solÃa pasar tiempo con él, en cambio Kei estaba acostumbrado a su ausencia. EntendÃa que su matrimonio fuera un rotundo fracaso, pero los niños siempre importaban mucho más.
-¡Es la tÃa Lu! -grita Kei cuando la ve a lo lejos
Montana no era un lugar frecuentado para ella, aunque su hermana viviera allà hace más de cinco años. HabÃan sido dos veces contadas cuando pudo viajar, y fue sin Sam. El hombre odiaba la naturaleza y ella apenas habÃa podido estar apenas tres dÃas.
Ambos niños corrieron hacia su tÃa. Bella intentó no romperse cuando abrazó a su hermana. HabÃa pasado tanto tiempo desde un abrazo sincero que ni siquiera se habÃa dado cuenta hasta ahora.
Todo se sentÃa diferente en Montana, desde la vibra en el aire, hasta la energÃa que tenÃan sus hijos. Ni siquiera los habÃa visto tan emocionados y sonrientes desde la última vez que fueron al parque de diversiones.
Derek, el futuro esposo de su hermana, la recibe con una sonrisa y un cálido abrazo. El hombre siempre se habÃa comportado amoroso con ella.
-¿Estás segura de que a Arthur no le importa? -pregunta Bella por lo bajo mientras caminan hacia la entrada principal
-No te preocupes, hermana. Él está feliz de recibirte. Lamento que nuestra casa ahora mismo esté en remodelación, pero estoy segura de que te sentirás cómoda aquÃ.
-Solo no quiero estorbar.
-¿Mis oÃdos escucharon bien?
Bella levanta la vista cuando escucha su voz. Un Arthur muy sonriente está frente a ella, extendiendo sus brazos para recibirla. A él lo habÃa conocido tiempo atrás, cuando el hombre viajó con Derek a la gran ciudad.
-Eres más que bienvenida a esta casa, mujer. Ten por seguro de que no estorbas, y le he dicho a los muchachos de que la casa estará mucho más alegre contigo y con los chicos. ¿O es que no te crees capaz de aguantar a este viejo?
-Oh, no. Señor Arthur, no diga eso -responde avergonzada-. Solo que los niños son ruidosos, no querÃa incomodarlo. No es por usted, de ninguna manera.
-Puedes tutearme, querida. Y te aseguro de que estaré bien. Sabes que no suelo escuchar mucho -él sonrÃe-. Encantado de tenerlos en mi casa el tiempo que deseen. Hace mucho tiempo que no hay niños por aquÃ, espero que mi hijo se apresure.
-Puede estar seguro de que algún dÃa llegará, Arthur. Quizás el año próximo -asegura Luiza
-Eso es lo que ella dice ahora -bromea el hombre mientras mira a Bella
Kei y Oliver parecÃan felices con la idea de quedarse allÃ, al menos por el momento. Arthur inventó una idea de que los superhéroes habÃan traÃdo dulces para ellos, aludiendo en que los habÃa conocido, y por supuesto, Kei estaba encantado.
-¿Es cierto que tienes caballos aqu� -pregunta Oliver con ilusión
-Muchos, ¿Sabes montar? -responde Arthur
-No, pero me gustarÃa. ¿Puedo hacerlo?
-Por supuesto que si, muchacho. Solo que alguien deberá estar a tu lado, pero mi hijo estará encantado. Le diré que te enseñe a montar en cuanto lo vea.
-¡MagnÃfico! Gracias, señor Arthur.
-Es su casa niños, pueden hacer lo que deseen -le responde con una sonrisa-. Bella, cariño. ¿Has conocido a mi hijo?
-No, no lo he visto aún. Hablan mucho sobre él. ¿Vive aqu�
-Oh, no. Él tiene una casa a unos kilómetros de aquÃ, no tan lejos. Su trabajo lo mantiene ocupado, pero estoy seguro de que lo conocerás pronto. Lo último que sabÃa era que estaba de viaje por la ciudad.
Derek mostraba la casa familiar con entusiasmo, él habÃa vivido allà la mayor parte de su vida, hasta que llegó Ludmila y ambos decidieron comprar una casa cerca de allÃ. Alexa se hizo presente, la única hermana que Derek tenÃa. Toda la familia estaba emocionada con los niños y su estadÃa, eso la dejaba mucho más tranquila.
Para ella la paz no duró demasiado cuando su celular se encendió. Vio varias llamadas perdidas de su ex esposo y también mensajes de voz que la tenÃan inquieta. Tuvo que disculparse con la familia para salir afuera y comenzar a caminar sin rumbo mientras escuchaba al padre de sus hijos.
-¿Dónde diablos estás? -pregunta con furia-. El encargado del edificio me informó que saliste con los niños y algunas maletas. Y lo único que espero es que no se te haya cruzado una estúpida idea por la cabeza -una pausa inquietante se escucha del otro lado-. Recibà la notificación de tu abogada. Espero que esta mierda del divorcio sea una broma, Bella. Dame tu ubicación.
Por supuesto, no le sorprendÃa que el imbécil del edificio le contara sobre su salida. Él podÃa irse por semanas, pero lo mantenÃan al tanto de los movimientos de la casa. Sam ni siquiera se dignaba a llamar para saber cómo se encontraban.
La llamada entrando solo provocó que sus hombros cayeran cansados, sabÃa todo lo que venÃa a continuación.
-No juegues conmigo, Bella -dice Sam desde el otro lado de la lÃnea- ¿Dónde diablos estás?
-Si prestaras un poco de atención, sabrÃas que es el casamiento de mi hermana mañana. Estoy en Montana, ¿Por qué te preocupa ahora?
-Porque te llevas a mis hijos de casa y mueves tu trasero de la ciudad sin siquiera avisarme.
-Tus hijos intentan comunicarse contigo desde hace dÃas, no me jodas con eso. Ni aunque tuviera intenciones de avisarte hubieras contestado la llamada. ¿Con qué derecho vienes a reclamar? ¡Hace semanas que no los llamas ni los ves!
-Estoy trabajando, demonios. Todo lo que hago es por ustedes, no puedes venir a decirme algo como esto, es absurdo.
-Como digas, Sam. ¿Terminaste?
-No, no lo hice. ¿Qué mierd* es esto del divorcio?
-¿Qué te sorprende? Hace más de un año que nos separamos, no pienso seguir aguantando ninguna mierda solo porque quieres jugar a la familia perfecta. Hace tiempo que no lo somos, ¿Por qué tengo que fingir que si?
-PodrÃamos haberlo solucionado en cuanto regresara a California.
-¿Cuándo? ¿Dentro de tres meses o el próximo año? -ella se rÃe sin gracia alguna-. Esto no tiene arreglo, tú lo sabes muy bien. Si aún continuaba a tu lado era porque tenÃa una mÃnima consideración, pero no recibo lo mismo de tu parte. ¿Y sabes que es lo que no te perdono? -gruñe contra el teléfono-. Que dejaste que tus hijos estuvieran preocupados por ti, que nos los llamaras o que no te preocuparas una mierda. Kei terminó su último dÃa de clases y te esperó en el jardÃn, ¿Tienes idea de cómo se sintió él?}
-Bien, lo entiendo. ¿De acuerdo? Hablaré con él, encontraré la manera de solucionarlo. Nuestro matrimonio no tiene que ver con esto.
-¿Nuestro matrimonio? -ella sonrÃe con ironÃa-. Eso es historia, Sam. Yo no quiero saber nada de ti desde hace tiempo, ya no tengo ganas de fingir. Y si tanto te cuesta tener un vÃnculo con tus hijos, entonces te quedas en Canadá y puedes irte al mismÃsimo infierno. El que ha perdido todo fuiste tú.
-¡Hablas como si solo yo tuviera la culpa!
Cortando la llamada y tras escuchar sus absurdas palabras, estaba cansada de lidiar con lo mismo de siempre. Esta vez no lloró, solo se lamentó por lo que tenÃan que pasar sus hijos ahora.
Metida en sus pensamientos, ella comenzó a mirar a su alrededor y se dio cuenta de lo que ocurrÃa. Se perdió en el medio del campo y no supo dónde se encontraba. SabÃa que Arthur tenÃa un extenso terreno, por lo que no habÃa posibilidades de que se meta en la propiedad de alguien más.
Un establo enorme entró en su campo de visión y se encontró caminando hacia unas cercas de madera mientras acomodaba su sombrero por el sol. Se apoyó allÃ, pensando en cómo actuar frente a sus problemas cuando alguien se cruzó en su camino.
Un hombre de gran estatura, moreno y de cabello negro, caminaba junto a un caballo blanco. Él aún parecÃa estar ajeno a su presencia, por lo que continuó su camino sin inconvenientes. Bella se sintió atrapada y mantuvo sus ojos en él, observando su torso desnudo y los jeans apretados a su cuerpo mientras ataba al caballo a un árbol.
Ella traga saliva cuando el hombre le da la espalda y comienza a trabajar en la bomba de agua, marcando sus músculos muy bien definidos. Ella maldijo por lo bajo cuando el hombre alzó el balde de agua sobre su cabeza y empapó su cuerpo.
Ella no habÃa visto nada más sensual.
Su corazón comenzó a bombear con fuerza cuando aquel par de ojos se fijaron en ella. No pensó que serÃa atrapada allÃ, como una jodida mirona. Sus pies no funcionaron al tiempo correcto, y la voz del hombre la llamó.
-¡Espera!
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