r que he escogido para que sea tu esposa. -¡Esto es ridículo! ¡Ridículo! -Refuta una y otra vez, ofuscado. -¿Ridículo por qué?... Te dije que te conseguiría una esposa,
Le expresa Aurora que no entendía que era realmente lo que sentía su hermana, por aquel hombre. -¡No me regañes!... Más bien... acompáñame a mi oficina, no quiero que nadie me vea llorando. -Esta vez le dice Adriana, limpiando sus lágrimas, y controlándose. ... En su oficina, Adriana no deja de caminar de un lado a otro, intentando pensar en que decisión tomará. Ella quería casarse con Ares, pero no estaba dispuesta a verlo con otra. ¿Qué haría?... ¡Si tan solo alguien lo hiciera entrar en razón! No sabía que camino tomar o que hacer. Se fija en Aurora, que está sentada en la silla, con un rosario en la mano, y los ojos cerrados. -¿Qué haces? -Le pregunta, y Aurora tarda un momento en contestar. -Orar por ti. Solo Dios puede ayudarte en este momento. -Eso es... -Le brillan los ojos a Adriana, al escuchar las palabras de su hermana. Si su madre no podía con Ares, obligándolo, tal vez si persuadiéndolo. Y quien más que Aurora que era una novicia. Ella siempre inspiraba paz y tranquilidad, y solía calmar a las personas con su dulce voz. -Tal vez, si tú hablas con él, y le explicas lo malo que es desde tu perspectiva religiosa, todo lo que dice y hace, podrías convencerlo... -¿Qué?, ¡no!... ¡Claro que no!... ¡Ese hombre jamás me escucharía! Y tampoco pienso usar a Dios como excusa para convencer a alguien de que se case con quien no quiere. -Por favor hermanita... ¡No seas mala! ¡Hazlo por mí! -Adriana, no sé si no lo notaste. Pero Ares Walton, prácticamente me ignoró, y los pocos segundos que notó mi existencia, me llamo "bola de trapo" -Eso es por qué estaba muy ofuscado. Pero estoy segura de que si hablas con él, podrás convencerlo de que se case conmigo, y de que no me sea infiel con la tal Vanesa. -Solo decir el nombre de la mujer que se había robado el corazón de Ares, le causaban náuseas. -No... Lo siento hermana, pero no me quiero involucrar. -Le dice Aurora, a quien realmente le parecía una locura la petición de su hermana. Además, no quería tener que lidiar nuevamente con la mezcla de sensaciones que sentía su cuerpo al ver a ese hombre. -No lo puedo creer. Ni siquiera tú, mi propia hermana, quiere ayudarme. -Empieza a llorar nuevamente Adriana, buscando la manera de manipular a Aurora. Pues aunque quizás no serviría de mucho lo que ella pudiera hacer, el peor intento era el que no se hacía. Y Adriana estaba tan desesperada, que cualquier idea que viniera a su cabeza en este momento le parecía sensata. Y si Aurora por lo menos podía aplacar la ira de Ares, con sus palabras, o sirviendo de comodín para que él se desquitara con ella, era algo que Adriana agradecería eternamente. -¡Está bien!, pero por favor ya no llores. Hablaré con él, pero no te prometo nada. No intentaré convencerlo de nada. Solo intentaré apaciguar la situación como mediadora. De inmediato, Adriana se limpia las lágrimas, y abraza a su hermana, y de la nada se aparta y la empuja hacia fuera. -Ahora ve... tienes que esperarlo en su oficina, antes de que la junta termine. De lo contrario no te recibirá. -¿Qué? -Aurora intenta refutar, pero su hermana no deja de empujarla hacia la oficina de Ares, que está muy cerca a la de ella. -Bien, su secretaria no está. Debe estar con él en la junta. Entra y espéralo, y no dudes en hablarle bien de mí. -No... si entro a su oficina sin su permiso, seguramente se enojará, Adriana. -No seas cobarde Aurora. -Adriana hace que entre prácticamente a empujones, y sale rápidamente dejando allí a la ingenua Aurora. La joven novicia tarda un poco en entender la situación, pero reacciona, y sabe que no debería estar allí. Es arbitrario. Se dirige rápidamente a la puerta, pero apenas la abre, se topa de frente con un ancho torso, vestido de traje, que la hace mirar hacia arriba, y ver el rostro sombrío de Ares, que se había salido de la junta, después de un enfrentamiento con su madre, al haberlo retado frente a todos, inclusive frente a Daniel, su hermanastro. -¿Qué carajos crees qué haces aquí?, ¿acaso buscas algo? -¡No, por supuesto que no!, es más, ya me iba, lamento la intromisión, señor... -Intenta irse Aurora, pero Ares la toma por el brazo y la arrastra hacia adentro, mientras cierra con seguro la puerta. -¿Pero qué cree que está haciendo? -Le pregunta con voz débil la joven Aurora. -Matando mi curiosidad. ¿Quiero saber por qué te atreviste a entrar aquí, bola de trapo? -M-mi nombre es Aurora. -Le afirma con voz temblorosa, muy temerosa de las intenciones de Ares. -Pues para mí no eres más que una bo