dirse de su hermana, pues lo Ăşnico que quiere es huir de ese lugar. No entendĂa por quĂ© ese hombre se burlaba de ella de aquella manera, pero la ponĂa muy nerviosa, y por su ment
hombre que amo, y si incluso debo llegar a ser cruel y despiadada, para mantener tu amor. ¡Lo harĂ©! -Vanesa escucha el ruido de un auto, levanta la cortina, y es su esposo Joseph. -Si es asĂ, me alegra saberlo, sabes que yo tambiĂ©n harĂa cualquier cosa por ti. -Le dice Ares feliz... -SĂ, que bueno saberlo. Debo colgar, hablamos luego... -Amor, Âżpor quĂ© tanta prisa?, Âżha pasado algo? -Pregunta Ares extrañado, pero Vanesa ya ha colgado. De pronto, alguien irrumpe sin su permiso en su oficina... -Aurora, aĂşn siguen en la junta, ya lo pensĂ© mejor, y tal vez deberĂas volver luego. -Dice Adriana, llamando a su hermana, quien aĂşn cree está en la oficina de Ares. Vaya sorpresa al ver que Aurora no está, y Ares es quien la mira desde su silla muy enojado. -ÂżAsĂ que tĂş fuiste quien le pidiĂł a tu hermana que abogara por ti? -¡Ehhh!, lo siento señor, no sabĂa que estaba aquĂ. -Se gira para irse, pero Ares la detiene. -¡No, no te vayas!, Âżpor quĂ© molestarte?, si por lo visto esta oficina es más tuya que mĂa... -Se levanta de su asiento, y camina hacia ella, que aĂşn está de espaldas. -Ya veo quĂ© haces lo que se te da la gana, cuando yo no estoy. Adriana cierra los ojos al ver, que lo tiene cada vez más cerca, asustada por lo que Ă©l pueda hacer, cuando entra la secretaria de Ares. -¡Señor!, ¡perdĂłn! No sabĂa que estaba ocupado. VenĂa a informarle que en cinco minutos tiene una reuniĂłn con los de planeaciĂłn. -Posponla, tengo algo importante que hacer antes. -Como ordene señor... -Hace un par de anotaciones en su agenda, y sale de la oficina, Adriana la sigue, pero Ares se lo vuelve a impedir. -ÂżTĂş, a donde crees que vas? -A mi oficina, señor. -No se atreve a verlo a los ojos. -No te puedes ir hasta que me respondas algunas preguntas... -ÂżEh? -Tu hermana... ÂżEs cierto que quiere ser monja? -Su expresiĂłn se torna apacible -ÂżAh? -Confundida por su cambio de actitud y su repentino interĂ©s en Aurora, guarda silencio. -ÂżQuĂ©?, Âżte comieron la lengua los ratones? -¡No señor! -¡Entonces responde! -Se cruza de brazos, intentando no perder la paciencia. -No lo sĂ©, por eso vino, para decidir si tomara o no los hábitos. -Y cuanto tiempo crees que le tomara decidirse? -Acerca su rostro al de ella, muy curioso, y la chica se pone roja, de casi poder sentir su respiraciĂłn. -Tiene un máximo de tres meses, pero puede decidir aceptar antes -Entiendo... -Empieza a caminar de un lado a otro, mientras Adriana lo sigue con la mirada. -ÂżY tu padre? ÂżEstá de acuerdo en que ella sea monja? -Mi papá está de acuerdo con lo que ella decida. Aunque no estoy muy segura de que Aurora quiera tomar los hábitos. A decir verdad, ella entrĂł al convento por mi madre, quien la obligĂł para alejarla de un chico que la asediaba en ese entonces, pero no era de nuestra misma clase social. -Empieza a hablar sin parar, sintiĂ©ndose cada vez más cĂłmoda en presencia de Ares. -Ă“sea que tu madre, Âżsi desea que ella tome los hábitos? -SĂ, pero no creo que Aurora lo haga. AquĂ, entre nos, pienso que de haber estado segura no lo pensarĂa, aunque tal vez actĂşa asĂ, porque es su personalidad. Mi hermana es una chica tĂmida, y a veces insegura. Sin embargo, es muy buena persona. -Parece que la quiere mucho, a pesar de que no son realmente hermanas. -Lo somos, nos criamos juntas. No necesitamos llevar la misma sangre para querernos como hermanas. -Entiendo. Ya puedes irte. -Le hace una seña con la mano, indicándole que salga de su oficina. -Señor, Âżpuedo preguntarle algo, antes de irme? -Que sea rápido -Le da la espalda, y camina, para mirar la vista a travĂ©s del ventanal que queda al fondo de su oficina. -ÂżPor quĂ© tanto interĂ©s en saber de mi familia? -¡Curiosidad!... Es normal que me interese en saber acerca de la familia de mi futura esposa. -Le dirige una mirada llena de misterio, que Adriana confunde con la aprobaciĂłn de ella como su esposa, lo que la hace sentirse feliz, y se va tan ilusionada, que incluso al salir, se toma el dĂa libre, y llama a su madre, para que la acompañe a ver vestidos de novia. ... Horas despuĂ©s, Ares, va a la oficina de su madre, y la encuentra hablando con Daniel. -¡Hermano! -Exclama Daniel, al verlo, mostrando una leve, pero sincera sonrisa -¡Necesito que te vayas! ¡Quiero hablar con mi madre! -Pasa de largo, y se apoya en el escritorio de su madre. -Tenemos que hablar sobre mi futura esposa. Daniel se sorprende, pero no comenta nada. -No hay nada de que hablar Ares, yo fui muy clara contigo con respecto a eso. Te casarás, y punto. -Firma algunos papeles que tiene sobre la mesa, y se los da a Daniel. -SĂ, me casarĂ©, y justo de eso quiero hablarte. Jazmine lo mira sorprendida, porque Ares no está a la defensiva, por el contrario, parece animado, y eso era algo que definitivamente le causaba curiosidad. -Daniel, sal... tengo que hablar con tu hermano. -¡Si madre! -Obedece el hombre de 25 años, alto, rubio, de ojos azules penetrantes, quĂ© tal vez no era tan guapo como su hermanastro, pero no se podĂa negar que tenĂa su encanto. Apenas sale Daniel, de la oficina, Jazmine se levanta de su asiento, y rodea a su hijo. -ÂżY bien?, ÂżcĂłmo es eso de que ahora si quieres casarte? -Digamos... ¡Que he encontrado a la candidata perfecta! -Ya te dije que primero muerta, antes de que te cases con esa cantante de medio pelo. Ares suspira frustrado, al escuchar cĂłmo su madre insulta al amor de su vida. -No tienes por quĂ© referirte asĂ a Vanesa. ¡Es la mujer que amo! -Creo que deberĂas irte. Es evidente que esta conversaciĂłn no va para ningĂşn lado. -Toma asiento nuevamente, y revisa algunos documentos. -No me irĂ©. Ya te dije que me casarĂ©. Y tengo muy claro que no será con Vanesa, pero tampoco con Adriana. -Y entonces segĂşn tĂş... ÂżCon quiĂ©n te casarás? -Con una mujer que cumple todos tus estándares, de seguro... -ÂżAh si?... ÂżY se puede saber quien es? -Le pregunta en tono de burla a su hijo... -¡Aurora!, me quiero casar con Aurora Hermswort y tĂş me vas a ayudar madre... -ÂżEstás loco? ¡Aurora es una monja! -No lo es, aĂşn no ha tomado los hábitos, puede renunciar a su noviciado, y casarse conmigo. PiĂ©nsalo mamá, ella es la mejor opciĂłn. Lleva el apellido Hermswort, Adriana no. TĂş la quieres, es la hija de quien fue tu mejor amiga. Tengo entendido que esa chica no quiere ser monja, y que su madrastra la