le que le haría su vida insoportable, lo amenazó con demandarlo de forma legal y tal parece que nada de eso parece perocuparle. Al final había terminado Steve amenazándola a ella con su puesto de
r sabía hacer, trabajar. Tenía decidido que no iba a darle el gusto de llamar su atención o de expulsarla, si lo hacía todo de
do considerablemente, su boca se había secado por completo y sus rodillas se apretaron la una con la otra con mucha fuerza debajo de su escritorio, solo le hubiera faltado ponerse a tartamudear para parecer una completa tonta; esa era la forma en la que ella se estaba planteando su reacción. L
ras la habían molestado y, curiosamente, eso le daba una satisfacción increíble, acababa de descubrir que le gustaba cómo se veía el
en hacerlo así que, entró y cerró puertas y ventanas, por supuesto que Larissa se encontraba sentada en el centro de su escritorio ya con todos los botones de
lestara a Chelsea. Él era completamente consciente de que lo que estaba a punto de hacer la molestaría, eso era lo que estaba buscando, había visto la influenc
viene -le dijo a Larissa una vez le puso el seguro a
ores saben que soy una mujer capaz de darte lo que necesitas -dijo
me pareció eso, como nunca apareciste a nuestra cita -para cuando pronunció estas palabras, ya la había agarr
en esta vida tiene una razón de ser
introduciendo de golpe dos de sus dedos en el sexo de ella logrando q
s mejillas sonrojadas al punto de prender fuego, sus labios gruesos arrugados de tanto contener la ira y la pequeña arruga entre sus dos cejas debido a la frustración de poder hacer nada. De un momento a otro, tuvo que sacudir su cabeza co
tientas el cinturón y el pantalón de Steve. Moviéndose a toda prisa, introdujo su mano dentro de su pantalón hasta que encontró su miembro duro, lo que le hizo a él gemir de placer pensando que estaba así porque la deseaba, la pobre
taba las éticas laborales en lo absoluto, eso era lo que se decía a ella misma para justificar el desagrado que estaba experimentando pero en
ía abierto, pensaba que se trataba de alguna especie de cuarto de desahogo para guardar más archivos pero, de ahí provenían los gemidos. Con mucho cui
itos como para escuchar nada más. A él no le hizo falta mucho más para saber que era Chelsea la que estaba espiando, así que, con una sonrisa malicios
que un grito se saliera de su boca. En ocasiones normales, le molestaba mucho esas exclamaciones de Larissa, le daban la impresión de que no eran reales, por eso siempre tapaba su boca pero, esta vez no lo hizo, quería que se escucharan los gritos a to
¿qué
o el hazmerreír, el tipo al que su mujer lo deja plantado en una cita, definitivamente no ibas a conseguir placer después de eso, al menos no de mí. Espero que después de esto te quede bien claro quién manda aquí, yo soy Steve Bullock, un consagrado empresario, un directiv