a Fer
zón estuviera a punto de rasgar la carne de mi pecho y saltar fuera. Con cada latido, parecía
perder la razón ante él. Había algo, algo inexplicable que se apoderaba de mí y que
se frente al sofá, alcanzando mis pies con u
. Sus dedos recorrieron mis tobillos, subiendo por mi piel y dejándome erizada. No era
a era evidente. Pero, por más que hubiera vivido otras experiencias, podía sent
muslos, clavó los dedos, y sentí
tras subía mi vestido, exponiendo m
n siquiera reconocerme. E
a, deslizando sus labios calientes por mi piel, sintien
Ni siquiera sabía q
aba la mandíbula al escuchar mis palabras. Levantó una ceja, d
a que eres -dijo, mirándome, y en ese
ciente? Pero, al mirarlo, toda la inseguridad desa
amás tendría en ese momento, pero eso era lo que más me gustaba de él. Dante sabía saborear cada instante. Sus labios r
ndo la tela que cubría mi piel ya tan húmeda-. Estás
decía todo. Y, a pesar de toda la calma que tenía, estaba claro
ré, sin saber por
idamente, acercándose a mí para besarme con
estido, sentí una ola de anticipa
unté, tirando del vestido con p
respondió con una risa. Yo también reí, sintiendo el
ictiva. Apenas podía pensar. Solo sentía. Mi cuerpo se presionaba
r -murmuré, casi desesperad
ido sin imaginar el rumbo que tomaría la noche. Pero ahora, sintiendo
erca de la parte más íntima de mí. Cuando jaló mi ropa interior con tant
, finalmente me mostró de lo que era capaz. Es